Capítulo II

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Emilia

Más tarde, después del almuerzo, voy al río con mi libro, tan feliz de no verlo ahí, no ver su moto, no escuchar el motor cerca y en cambio poder escuchar los pájaros, las ramas crujir debajo de mis zapatillas, mirando los árboles, llego al río y sólo soy yo, así que me recuesto en la piedra escuchando música con mis audífonos, suelto mi sujetador dejando sólo un poco de tela tapando mis pezones y las amarras de la parte de abajo para que tape justo lo necesario en caso de que pase alguien cerca y pueda verme.

Pongo mi sombrero sobre mi cara para relajarme hasta que creo escuchar un ruido, levanto la mirada, pero no veo nada extraño, así que vuelvo a mi posición, una rodilla doblada, y mis manos descansando sobre la piedra a los lados de mis caderas. Hasta que salta agua sobre mis piernas y levanto la cabeza para ver... nadie, volteo intentando calmar mi paranoia y ahí está, atrás de mí, sin camiseta, sólo con un bañador que llega a medio muslo, mochila, un jockey hacia atrás, y su estúpida sonrisa mientras me mira, suspiro y me vuelvo a recostar tapando mi cara con el sombrero esperando que se vaya, claro que no, llega y deja caer su mochila a mi lado.

—¿Qué haces? —pregunto quitando los audífonos de mis oídos.

—¿Tienes señal en el teléfono? —responde ignorando mi pregunta.

—No, —dejo mi teléfono a un lado mientras él estira una toalla a mi lado, dejando justo entre nosotros el espacio de su mochila— Carlos, ¿Qué haces acá? Hay un montón de piedras para que te sientes.

—Pero me gusta esta —quita sus zapatillas sentándose en la toalla.

—Bueno, te la dejo, voy a buscar otra —me levanto rápidamente olvidando que mi bikini está suelto y cae apenas me levanto, traicionando de inmediato a su dueña exponiendo mi cuerpo para Carlos que ríe de verme con una mano apenas tapar mis dos pezones y la otra mano tapando mi pubis.

—Tranquila, está muy lindo, —murmura haciéndome sonrojar— todo.

—¡Carlos! —exclamo cuando se arrodilla con una toalla frente a mí cubriendo mi cuerpo, tomo la toalla tapándome rápido.

—No importa, en serio, toma. —se agacha para alcanzar mi bikini que está desparramado en el suelo— No me gusta decirte esto, pero no eres la primera mujer que veo desnuda, no es para tanto.

—¡No me interesa! Me voy, vine para estar sola.

—¡No te vayas! Si tanto te molesta yo me voy, era para no estar solos —suspiro subiendo la tanga por mis piernas— ¿Sabes qué?, No me voy a ir, me gusta aquí y puedo estar al lado tuyo sin hablarte, te dejaré tranquila, pero déjame estar aquí y si te vas, te voy a seguir, no veo lo malo a que sólo compartamos la piedra.

—Suena un poco intenso, ¿No crees?

—No, sólo quiero estar acompañado, puede andar alguien.

—Carlos, —resoplo pensando en lo absurdo que es todo— lo peor que anda en el bosque eres tú, así que créeme que no te va a pasar nada.

—En ese caso, mejor, así yo te protejo.

Tomo mis cosas y apenas estoy lista se levanta tomando sus cosas también, así que dejo todo de vuelta en el suelo y me siento, se sienta a mi lado en una silenciosa guerra por ver quién se rinde primero, cuando tomo mi bolso vuelve a tomar sus cosas así que sólo me vuelvo a recostar en la piedra.

Vuelvo a poner mis audífonos para seguir escuchando música y no hablar con él, incluso vuelvo a cubrir mi cara con mi sombrero, hasta que quita uno de mis audífonos y se lo pone para escuchar, quedándose quieto, lo veo entre el sombrero y mi cuerpo moviendo su pie sobre su rodilla al ritmo de la música. Levanto el sombrero de mi cara para verlo, cerrando uno de mis ojos por el sol, me mira, vuelvo a poner el sombrero sobre mi cara.

—Puedes preguntarme lo que quieras —Carlos quita mi otro audífono.

—¿Quién dijo que quiero preguntarte algo? —entrelazo mis dedos sobre mi abdomen.

—Se te nota, ¿Qué quieres saber?

—Quizás sólo estás proyectando en mí y tú eres quien quiere preguntarme algo.

—¿Yo? —ríe apoyándose sobre su codo para verme— Quiero preguntarte muchas cosas.

—¿Qué cosas?

—Primero que todo, ¿Con qué te depilas?, quedó tan bien, jamás había visto una depilación tan linda.

—¡Carlos! ¡Ni siquiera debiste ver eso! ¿En serio esa es tu primera pregunta? —gracias a Dios tengo el sombrero sobre mi cara, o jamás podría tener esta conversación sin mis mejillas explotando de sangre.

—No perdía nada con preguntar.

—No dijiste recién que habías visto muchas mujeres desnudas... pregúntales a ellas.

—No me interesa, me interesa saber de ti —responde levantando mi sombrero.

—No soy interesante —quito mi sombrero de su mano para volver a tapar mi cara.

—Para mí sí —vuelve a quitar mi sombrero.

—Ya veo... Carlos, dijiste que me dejarías tranquila y no lo estás haciendo.

—Disculpa. —responde recostándose otra vez— Pero en serio, ¿No quieres preguntarme nada?

—Sí, ¿Cuándo me vas a dejar tranquila?

—No creo que pronto ­—¿Cómo puede decir estas cosas tan tranquilo?, Parece que no se pone ni un poco nervioso.

—Estoy segura que hay muchas más que aprecian tu interés, pero yo no.

—Pero yo estoy interesado en ti, no en muchas más, en ninguna más de hecho.

—Bueno, ya se te va a pasar —me levanto para entrar al río, Carlos me mira apoyado sobre sus codos— ¿No puedo tener un poco de privacidad? Llegaste, me quitaste la música, me quitaste la tranquilidad, ahora no puedo entrar al río y seguro falta poco para que revises mi bolso.

—No es como que has hecho algo para evitarlo, —sonríe mirando mis ojos, podría mirar mi cuerpo, pero no, él mira mis ojos y mi cara— quizás te gusta que te moleste.

—Si he hecho, me iba a ir y dijiste que me seguirías, por eso me quedé.

Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora