Capítulo XVIII - 2

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Emilia

De alguna forma pensé que tardarían más en encontrarme, no, la verdad mi primer pensamiento fue que sabrían que sólo estaría pensando y que volvería a tiempo para casarme con Arturo. Pero olvidé que son tan ansiosos como un niño esperando un dulce. Ahí están de pie, es Carlos quien quita primero su camiseta y cruza el río hasta mí, sentándose a mi lado después de mojarme con el agua de su pelo.

—Para ser profesora me sorprende que no conozcas los lápices y papeles lo suficiente para dejar una nota, podría ser "No me morí, sólo voy al río" —imita mi tono de voz, igual que Arturo— o podrías traer tu teléfono y enviar un mensaje, ah... casi lo olvido, quizás no sabes responder mensajes ya que la única respuesta que tengo de ti por mensajes son monosílabos.

—¿Perdón? —rio sentándome a su lado— Si no eres Arturo, no me interesa tu reproche, y tienes demasiados tatuajes horrendos, aparte de tu mala actitud, para ser Arturo, así que si él no tiene nada que decir... te lo puedes ahorrar.

Me queda mirando fijamente y veo a Arturo que se quita la camiseta para cruzar donde mí, vuelvo a mirar a Carlos, pero toma mis mejillas y me besa, muerdo su labio y lo alejo, pero me vuelve a besar, como la tormenta que siempre ha sido Carlos, un remolino, las nubes grises llenas de agua, el viento fuerte.

Arturo llega entre mis piernas que están dentro del agua y tira de mis rodillas hasta hacerme caer al agua, afirma mis glúteos, mi parte superior del bikini cae.

—Yo tengo lo mismo para decir, ¿Qué pretendes? ¿crees que me voy a quedar en la casa a esperar a que vuelvas? —pregunta acariciando mis muslos bajo el agua— Nunca más te voy a dejar desaparecer, lo hice una vez y fue la última.

—Sólo quería estar un poco sola y pensar...

—¿Qué necesitas pensar lejos de mí? —pregunta besando mi mandíbula.

—En lo que pasó —murmuro viendo sus ojos.

—¿Qué tiene eso?

—No sé cómo vivir con eso, siento que fui infiel.

—¿O no sabes cómo vivir sin eso? —pregunta Carlos tirando agua con su pie.

—No sé... no sé cómo podríamos ser una familia normal, tener hijos, me equivoqué, lo siento y lo peor de todo es que no puedo elegir ni puedo volver el tiempo atrás y no hacerlo, así que veo que la única solución que tenemos es dejar todo... Creo que es lo mejor.

—Nadie dijo que tienes que elegir —responde Carlos haciendo que giremos nuestras cabezas para mirarlo—. Mira, sé que puede sonar como algo muy promiscuo, quizás del demonio, Margarita quizás se muera si se entera, pero piensa... yo quiero lo que sea que pueda tener de ti y, sé que no es lo que le dije a Arturo, pero sorpresa, mentí, yo te amo y si puedo tener un uno por ciento de tu tiempo voy a ser feliz, no me importa si eso es todo, pero podemos intentarlo, cuando Arturo no esté siempre voy a estar yo, o me puedo ir muy lejos y no tienes que elegir nada y hacen como si yo no hubiese existido.

—Pero esto puede ser sólo un tiempo, ¿Como lo haremos si queremos tener hijos? ¿Como voy a tener hijos de alguno de ustedes sin saber cuál es de cuál?

—Pero si somos idénticos, Emilia, ¿Cuál es la relevancia de diferenciarlos? Tú eres la mamá de mis hijos y eso es todo lo que importa, cada niño que salga de ti va a ser mío, aunque sea de Carlos. —Arturo me mira con sus ojos tan llenos de nobleza, él es la calma, el arcoíris, la brisa suave del verano, las flores del jardín y el sol acariciando mi piel— Puedo vivir con que no puedas elegir, pero no puedo si quieres cancelar nuestro matrimonio.

—¿Y qué les diremos...?

—¿A quién? No importa, Emilia, por primera vez en años estoy tranquilo de que vuelvo a estar contigo y tú te preocupas de los demás, aparte no tenemos por qué dar explicaciones.

—¿Y a los niños?

—Aún no tenemos, te estás preocupando por algo que aún no existe y cuando tengamos, al principio no lo van a notar y después van a estar acostumbrados, no pongas problemas antes.

—Pero no puedo casarme contigo con mentiras, te amo, pero ya no sé, siento que también...

—Amas a Carlos, sí sé, Carlos también lo sabe, creo que eras la única que aún no lo sabía, pero, sinceramente, no me interesa, siempre lo he sabido y por eso le dije que sí a Carlos, sé que era cuestión de tiempo y prefiero que sea conmigo antes de que lo hagas a mi espalda.

Suspiro sintiendo la corriente del río en mi cuerpo, Arturo me abraza y apoyo la cabeza en su hombro, cerrando mis ojos.

—No puedo, Arturo, te engañé con Carlos.

—¿Lo de la tormenta? —pregunta y me inundo de culpa, asiento lentamente— Ya sabía, no importa.

—¿Cómo sabías?

—Yo le dije. —Carlos sonríe— Te quería quitar el peso de encima.

—No es justo para ti.

—¿Es broma? —ríe Arturo besando mi mejilla— Si no me caso contigo, lo va a hacer Carlos y voy a tener que seguir viéndote siempre, aparte así él es la segunda opción.

—¿Sólo por eso?

—No, amor... yo me quiero casar contigo porque te amo, sabes que siempre te he amado, no me imagino la vida sin ti y supongo que podemos hacer un espacio para el estúpido de Carlos, no importa lo que piensen los demás, yo estoy bien, Carlos está bien, seguro tú también vas a estar bien con todo esto.

—Quiero que lo pienses —respondo mirando sus ojos—. Esto no está...

—No tengo nada que pensar, ya tomé mi decisión —interrumpe Arturo besando mis labios—, mi decisión es la misma de siempre, estar contigo.

—¿Y tú? —giro para ver a Carlos sentado sobre la piedra, su abdomen lleno de gotas de agua— ¿Estás bien con esto?

—Estoy más que bien, estoy ansioso por volver a casa y estar cada vez que pueda contigo.

—¿A casa? —reímos con Arturo.

—Si, tengo que asegurar mi tiempo con Emilia, me trasladaron al hospital de Bahía Larga, así que en dos semanas me mudo con ustedes.

—Es muy pequeña la casa —respondo mirando a Carlos.

—Lo sé, pero mientras está bien, aún no tenemos hijos así que hay espacio para vivir mientras construimos algo más grande.

Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora