Capítulo XIX

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Emilia

Mientras yo hablo con colegas de Arturo, a lo lejos lo veo sentado junto a Carlos, hablan y hablan, están sentados en medio de la fiesta y aun así sólo hablan entre ellos, aún rodeados de tanta gente; hasta que Arturo me mira a los ojos y se levanta del asiento para caminar directo hacia mí, observa a las personas, pero nadie parece prestar atención a sus pasos hasta que los ojos de Arturo vuelven a mí y mi corazón se acelera como si no acabara de casarme con él.

—Acompáñame... —Arturo se acerca a mi oído y entrelaza sus dedos a los míos.

—Si —respondo tan entusiasmada de salir un poco de la fiesta.

Estoy cansada de saludar a tanta gente y abrazar, llevamos poco más de dos horas en esto y ya estoy harta de los tacones y el vestido, no quiero abrazar a nadie más que a Arturo en este momento y creo que es el día que menos he estado con él.

—¿Dónde vamos? —pregunto cuando entramos a la casa, pasamos a un par de meseros, la cocina donde está lleno de gente preparando la cena, mis tacones suenan en el piso.

—A la habitación de Carlos, a estar un poco solos... Tu vestido me está matando y necesito ver si es tan suave como parece —susurra tomando mi cintura para que camine delante de él.

—Puedes ver lo suave que es en la fiesta, no necesitas llevarme a otra parte —respondo caminando lento haciendo chocar mi espalda con su pecho.

—Prefiero revisarlo bien, y necesito verlo muy de cerca para eso, así que si no te molesta... Hazme el favor y entra ahí —sonríe afirmando la puerta abierta.

—¿Por qué en la habitación de Carlos?

—Porque obviamente nos van a buscar primero en mi habitación.

—¿Y Carlos? —me detengo antes de entrar, Arturo sonríe como si estuviera orgulloso por no querer dejar de lado a Carlos.

—No te preocupes de Carlos, va a llegar en menos de lo que piensas —entro en la habitación mientras Arturo golpea mi trasero antes de cerrar la puerta.

Se acerca a mí entre las luces tenues de la habitación, alumbra lo suficiente para ver todo lo que pasa sin que sea demasiado brillante, no puedo esperar y antes que llegue a mi estiro mis manos para tocar su cuello antes de que nuestros labios se unan, desesperados por el otro, aburridos de tanto protocolo y prudencia, ansiosos de saborearnos y dejar que lo peor de nuestro deseo salga a flote.

—Llevo toda la noche pensando en quitarte este vestido, te ves tan hermosa, deberíamos estar en casa desnudos —susurra contra mis labios entre besos, una de sus manos en mi cintura que me pega a su cuerpo y la otra en mi cuello para mantenerme a su disposición.

—¿No te gusta mi vestido, amor? —pregunto soltando su corbata.

—Me encanta, es sólo que me estorba —baja sus manos para levantar el vestido y amasar mi trasero.

La puerta se abre y cierra suavemente, no tengo que voltear para saber que es Carlos, no pasa ni un minuto hasta que siento sus manos subir desde atrás por mi cintura, hasta afirmar mis pechos mientras besa mi cuello y Arturo baja dejando besos en mis piernas.

—¿Tenemos tiempo? —pregunto sintiendo las mordidas de Arturo en mis muslos, sólo con sus mordidas ya me siento en el cielo, con el pecho de Carlos pegado a mi espalda como un soporte, su bulto contra mi trasero.

Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora