Emilia
Generalmente, cuando Carlos trae a Tomás, siempre está con él, pero un fin de semana de principios de otoño, querían ir a una carrera donde motos y autos participan en distintas categorías; y claro que el par no podía dejar de asistir a semejante evento.
—Vayan, yo me quedo con Tomás.
—¿Por qué no vamos todos? —pregunta Arturo abrazando mi cintura.
—Primero que todo, Tomás no quiere ir; segundo porque desde ayer está lloviendo y no quiero que Tomás esté todo el día bajo la lluvia con barro, vayan, nosotros estaremos acá viendo películas, quizás salgamos en la tarde... Dile adiós a papá.
—Adiós, papá —sonríe Tomás estirándose para abrazar a Carlos.
Mientras Tomás está en casa, jamás nos besamos, no sabría explicarle ni mucho menos Carlos, que es bruto como una mula. Podemos esperar, tenemos paciencia, después de todo, que hace una semana al mes de no besarnos delante de Tomás.
Últimamente la relación de Luisa y Carlos ha estado horrible, ella lo odia, Luisa no sabe de esto, mucho menos del embarazo, creo que no tomaría muy bien nada de esto, de Carlos viviendo conmigo y Arturo, de Tomás pasando su semana aquí. Ella tomó un montón de resentimiento conmigo y la entiendo, jamás supo cómo pasaron las cosas, mucho menos supo cómo lo rechacé todo ese verano.
Tomás en casa se siente cómodo, nadie le exige cosas que no tienen sentido y quizás por eso no quiere volver a su casa, siempre que se tiene que ir llora y rompe mi corazón. Sé que no es el hijo de Carlos, pero si pudiera tenerlo más sería feliz.
Salimos a caminar en la tarde, a comprar unos helados, de la mano, saltando en los charcos de agua con las calles casi vacías. Un auto se detiene a nuestro lado y baja la ventana.
—¿Dónde está Carlos, y por qué Tomás está solo contigo? —Luisa me mira molesta, está mucho más delgada, pálida, como Carlos antes.
—Salimos a comprar helado —respondo apretando inconscientemente la mano de Tomás cuando se esconde en mis piernas.
—Sube al auto, Tomás.
—No —exclama Tomás escondiéndose detrás de mí.
—Te dije que subas al auto, nos vamos a casa, ya terminó el tiempo con Carlos.
—Luisa... —murmuro intentando llamar su atención.
—¡No me quiero subir! ¡Quiero mi helado!
Luisa baja del auto y llega rápidamente a tirar de la mano de Tomás, no pienso antes de ponerme entre ella y él, quitando su mano de la pequeña mano de Tomás, inconscientemente llevo una mano a mi vientre, no pasa desapercibido, Luisa mira de inmediato y se burla.
—No me digas que estás embarazada, ¿Siquiera sabes de quién es?
—¡Luisa! Quiere su helado, ¿Qué diferencia hay entre que compre su helado y suba ahora?
—No te metas, Emilia... Te metiste en mi matrimonio y, ¿Ahora te metes en cómo crío a mi hijo?
—No me... —rio intentando que no se escapen la cantidad de cosas que me gustaría decirle, son muchas y con Tomás aquí es una pésima idea— no me metí en tu matrimonio, Luisa... Hice todo lo que pude.
—No me interesa, súbete al auto, Tomás, no te lo voy a repetir —el tono de voz de Luisa con Tomás me rompe el corazón, sus ojos que me miran hacia arriba y su agarre sigue firme en mi mano.
—Pero Luisa, hagamos algo... Ni siquiera traes la silla de Tomás, está en el auto de Carlos, deja comprar su helado, podemos esperar en la plaza o podemos ir a mi casa y esperamos a que vuelvan de la carrera.
—¿Una carrera? ¿Carlos dejó a Tomás contigo por ir a una carrera? —exclama tomando el teléfono, supongo que intenta llamar a Carlos, pero estoy segura de que su teléfono está sobre la mesa de la cocina.
—No es tan grave...
—¡Yo le entregué Tomás a Carlos para que él estuviera con Tomás!, No para que tú, no para que nadie más que él.
—Luisa, Tomás no quiso ir...
—Vamos a ir a buscar a Carlos —dice caminando al auto.
—Emi, yo no quiero ir —la desesperación en la voz de Tomás rompe mi corazón y sus ojos se llenan de lágrimas.
—Deja comprarle su helado, por favor —Tomás comienza a llorar con una de sus manos en la mía y la otra afirmando mi pierna.
—En casa hay helado, ahora voy a ir a buscar a Carlos y la silla de Tomás para llevarlo y que no vuelva más a este pueblo de mierda.
—Después comemos helado, vamos ahora con mamá a buscar a papá, ¿Sí? —murmuro tomando en brazos a Tomás que se aferra a mí después de secar sus lágrimas.
—¿Y tú dónde crees que vas?
—Voy con Tomás, no voy a dejar que te lo lleves así...
—¿Así cómo? —pregunta mirando por el retrovisor mientras subo con Tomás.
—Así de neurótica, Luisa. —respondo perdiendo la paciencia con ella— Cálmate, estaba cuidando a Tomás que no quiso ir a una estúpida carrera un día de lluvia, no lo estaba trozando para venderlo en el mercado negro; encontramos a Carlos y me devuelvo con ellos, es sólo para que Tomás no vaya llorando solo.
Luisa comienza a conducir hacia el lugar donde hacen las carreras, un lugar lejos, para el que hay que cruzar la plantación de pinos y rodear el mar en un camino de tierra que sube el cerro, maneja rápido, tan rápido que por momentos me mareo con Tomás en mis brazos, abrazándome como si su vida dependiera de eso y yo susurro en su oído mientras acaricio su pelo.
Recordé cuando Tomás me contó que no le gusta estar en casa, que siempre está solo y que cuando Luisa está, juega muy brusco, pensé que era algo literal, pero ahora siento que no es que juegue brusco, es que Luisa es violenta con Tomás, quizás tiene resentimientos con cómo pasaron las cosas. Una curva demasiado rápida en que el auto se va me saca de mis pensamientos.
—Luisa, más lento, Tomás está asustado —pido sentando a Tomás mirando hacia adelante sobre mis piernas, paso el cinturón de seguridad entre él y yo, si chocamos... Mi corazón se aprieta de pensar en la posibilidad, pero si chocamos, el cuerpo pequeño de Tomás no va a resistir la fuerza del cinturón.
—¿Tomás está asustado o tú estás asustada? Por lo que sé tienes un trauma de que te diste vuelta, ¿Te asusta si hago esto? —gira rápido el volante haciendo que el auto derrape unos metros sobre el barro.
—Luisa... —advierto afirmando el asiento de adelante, siento que el almuerzo me llega a la garganta en náuseas por los nervios— Si quieres puedo manejar yo para que te calmes.
—¡Mamá! —grita Tomás entre llanto, intento calmarlo en mis brazos, pero Luisa ríe y lo hace otra vez, esta vez no puedo advertirle nada. Mientras afirmo a Tomás entre mis brazos y piernas, suenan los vidrios, el auto gira en el aire y el barro salpica a los lados, se abren las bolsas de aire.
Todo se va a negro.
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Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]
Romanceᴅɪꜱᴘᴏɴɪʙʟᴇ ᴇɴ ᴀᴍᴀᴢᴏɴ Emilia pretende tener un verano tranquilo después de tantos meses de terapia por su accidente; acompañado del mar, el sonido de las olas y las hojas de los árboles, está segura que es justo lo que necesita, quizás recordar un po...