Carlos
Mamá me despierta diciendo que van a misa y me levanto para ir con ellos al pueblo, dejamos el auto bajo los árboles de la plaza, me quedo sentado en las bancas de la plaza mirando las ramas moverse con el viento en un tranquilo Bapi de domingo por la mañana, Benjamín y Arturo seguro llegan después en moto. Nunca he ido a la misa con mis padres, no me gusta ese concepto de religión, de fe, en que tienes que estar sentado ahí rezando, pero si creo en algún Dios, sólo que no en el Dios de la iglesia que está todo ensangrentado en la cruz delante de todos.
Cuando termina la misa salen mis padres con los padres de Emilia, y después sale ella, con un pañuelo blanco que le entrega a su abuela, sonriendo como si se quitara un peso de encima dejando ver su escote.
—¡Carlos! —exclama Benjamín, estaba tan concentrado en el escote de Emilia que ni escuché llegar la moto, sacudiendo mis hombros.
—¿Tú sabías que Emilia viene a la misa? —pregunto cuando se sienta a mi lado mirando a la gente salir de la misa, Arturo llega a ponerse de pie con las manos en la cadera frente a nosotros, el pelo mucho más corto que el mío y aun así desordenado por el casco, mira a la gente salir de la iglesia, mira unos segundos a Emilia y luego vuelve la mirada a nosotros, pero vuelve a ver la multitud como si hubiese visto a un fantasma.
—Ni idea, ¿Quién es Emilia? —responde Benja pasando los dedos entre su pelo.
—El vestido blanco, pelo castaño al cuello —murmuro intentando disimular, Benjamín casi se levanta del asiento para verla bien, niego cuando llega mi madre y camino junto a ella hasta el mercado a comprar las frutas y verduras como todos en el pueblo, es uno de los rituales de verano.
Adelante veo caminar a Emilia entre sus primos, su cabello corto que deja ver su cuello y lo que parece ser un tatuaje en el cuello, muy pequeño, justo atrás de su oreja.
—Deja de mirarla como un psicópata, hablemos con Tami, seguro ella te puede ayudar —sugiere Benja apuntando con el mentón a Tami que recién llega por el otro lado de la feria, con el pelo aún húmedo.
—¿Tú la conoces?
—No, pero tampoco es tan difícil, "Hola, soy Benjamín, ¿Cómo estás? Mi hermano está vuelto loco por tu hermana, ayúdanos".
—Claro, así va a funcionar —equiparo su emoción con una sonrisa hasta que se da cuenta del sarcasmo, lo dejo atrás, de todas formas Emilia jamás me tomaría en cuenta, es tan delicada, tan femenina, seguro le gustan más sofisticados, no como yo, quizás un poco más como Arturo.
—¿Por qué te está molestando Benjamín? —murmura mi madre tomando mi brazo.
—Por nada mamá, tú sabes cómo es —río quitándole importancia, no quiero que ella se entere para que después también interceda, la veo llegando a misa a hablar con la mamá de Emilia "Mi hijo es tan lindo, amoroso, se ve terrible, pero es tan buen niño" que vergüenza, así que no, y justo en ese momento que miro alrededor la encuentro, mirándome, con una expresión de... no sé, no la puedo descifrar pero apenas nuestros ojos se encuentran mira a otra parte rápidamente, intentando pasar desapercibida, pero no, pajarito, tus ojos junto a los míos era todo lo que necesitaba para decidir que lo voy a intentar.
Después de comprar todo encuentro a Benjamín al final del mercado conversando con Tami, ríen y no pueden dejar de hablar, como si fueran amigos de toda la vida.
—Hola... —saludo prácticamente muriendo de nervios y los dos me miran notando— Carlos.
—Tami, —responde apagando la risa, no tenemos tanta diferencia de edad y aun así me hace sentir tan viejo, como si no entendiera nada— ¿Qué me querías preguntar de Emi?
—¡Pero Benjamín! —paso una de mis manos por mi cara, casi demasiado avergonzado para estar frente a un par de adolescentes— Nada, disculpa, era broma, pero Benja se lo tomó en serio.
—Nada de broma, —ríe Tami— ¿Te gusta Emilia? Háblale.
—Ni muerto, me va a decir que no —cruzo mis brazos en mi pecho.
—Por lo menos no eres tonto, —ríen los dos mirándose como si fueran mejores amigos— bueno, puedes ir a la misa, siempre viene y se sienta atrás sola, va al río y se acuesta en una piedra a tomar sol mientras mete los pies al agua, sale a caminar al cerro.
—No me va a hablar... fue la peor idea decirles.
—¡No, Carlos! Bueno, sí, pero no habla con nadie, pero si lo intentas si te va a hablar, sólo debes tener paciencia... realmente no habla mucho con nadie así que estás dentro de lo normal, no te lo tomes personal, —me giro y la veo otra vez esperando a Tami— la muy bruta no se va a acercar sólo para no saludar, ¿Ves? Es tan complicada... me voy, acuérdate, misa, todos los domingos.
Se va Tami y me quedo viendo cómo se alejan rápidamente cuando el papá de ellas les silba desde lejos, me puse tan nervioso, que Benja me delatara así de fácil no ayudó nada, probablemente Tami le va a contar y Emilia va a dejar de ir a la misa sólo para evitarme un poco más. Hablar con Tami es como hablar con un Benjamín acelerado, en poco rato me trató de tonto, se rieron de mí, me acusó abiertamente de que me gusta su hermana y se burló como si yo fuera su mejor amigo, víctima de bromas de una niña de la edad de mi hermano menor, debería haberle apretado el cuello con sus bromas, si fuera mi hermana lo hubiese hecho, pero no lo es, es la hermana de Emilia y supuestamente me está ayudando.
Volvimos a casa y pienso en sacar la moto e ir a ver dónde puedo encontrarla un domingo en la tarde, quizás es mejor esperar, me vio hoy y yo la vi, así que supongo que con eso basta... por ahora, considerando el ahora como los siguientes cuarenta y cinco minutos.
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Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]
Romanceᴅɪꜱᴘᴏɴɪʙʟᴇ ᴇɴ ᴀᴍᴀᴢᴏɴ Emilia pretende tener un verano tranquilo después de tantos meses de terapia por su accidente; acompañado del mar, el sonido de las olas y las hojas de los árboles, está segura que es justo lo que necesita, quizás recordar un po...