Capítulo X - 1

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Carlos

Bajamos de la motocicleta con Luisa, yo llevo la mochila con comida y ella sólo camina detrás de mí, quejándose de todo, del polvo, los mosquitos, el calor y para colmar su suerte, un ave dejó caer excremento sobre su hombro.

—Dame la mano, Carlos, estoy cansada —suspira estirando su mano hacia mí.

—Camina adelante, yo te empujo.

—Mira, lo estaban haciendo... Mira las mejillas de los dos —ríe Luisa cuando se detienen para vernos.

—No creo, Arturo no es así —respondo mirando al suelo y luego a Emilia, su pelo desordenado, sus mejillas rosadas, yo la he visto así.

Emilia lleva un vestido pequeño que se mueve con cada paso que da y Arturo camina detrás de ella llevando una mochila y el bolso de Emilia. 

—¿Cómo estuvo la subida, Luisa? —pregunta Emilia sin dejar de caminar.

—Horrible, tuve un par de contracciones, ¿Y la tuya?

—Muy bien —me mira de reojo con el ceño fruncido como si yo lo hiciera a propósito, de todo lo que Luisa se quejó, jamás dijo algo de una contracción.

—Quizás Arturo te puede bajar —respondo, Arturo y Emilia se miran delante de nosotros, una rápida mirada en la que se dicen algo sin palabras.

—Si a ti no te molesta llevar a Emilia, —responde Arturo sin dejar de avanzar detrás de Emilia—, no tengo ningún problema.

Luisa se queja todo lo que queda de camino, Emilia camina delante de todos y habla con Arturo que cada cierto tiempo empuja su espalda para ayudarla a subir, en algunas subidas empinadas afirma sus muslos para darle impulso y me muero de celos, no quiero que la toque, preferiría que toque a Luisa antes que a Emilia, me siento un poco mal de lo fácil que entregaría cualquier cosa a cambio de volver a tener una mínima oportunidad con Emilia.

Cuando llegamos al río, Luisa se recuesta sobre una piedra, Emilia va al agua de inmediato mientras Arturo se quita la camiseta, y yo sólo miro, sentado a unos metros de Luisa.

Emilia y Arturo cruzan el agua nadando y se sientan de cara al sol, no alcanzo a verlos bien, pero tienen sus manos apoyadas en la piedra detrás de ellos y sus dedos se rozan mientras ellos hablan y hablan casi en susurros, Emilia se ríe de las cosas que habla Arturo, como si fuera muy divertido. En ese momento decido que lo mejor que puedo hacer, en lugar de estar atento a lo que hacen ellos, es recostarme, incluso debería dormir una siesta para no cruzar el río nadando y llevarme a Emilia colgando del hombro como el cavernícola que soy. 

Cuando vuelven, Arturo saca fruta de su mochila y comienza a pelarla y picarla para Emilia, tal como lo hacía yo, hablan apenas en susurros pensando que estamos dormidos y dejan escapar risas ahogadas, en serio me pregunto qué tanto hablan, pero años de ruido dañaron mis oídos y no puedo espiar su conversación, incluso en un momento Emilia abraza sus piernas apoyando la cara en sus rodillas, Arturo a su lado la mira con tanta atención diciendo algo y saca un mechón de pelo húmedo de la cara de Emilia para luego acariciar su espalda. Estoy ardiendo en celos y lo peor de todo es que no tengo ningún motivo válido para tener ni una pizca de los celos que siento. Le muestra algo en la parte interna de su brazo y Arturo lo toca suavemente. Justo en el lugar donde está su implante.

—Carlos, lo siento, pero por el bien del bebé voy a bajar con Arturo, nos vemos abajo —Luisa se aleja de mí dando pasos largos sobre las ramas mientras Arturo acomoda la motocicleta.

—Está bien, yo bajaré a Emilia —camino a mi motocicleta, Emilia sólo suspira y sonríe mirando a Arturo que se acomoda para no aplastar el vientre de Luisa mientras ella se afirma de sus hombros. Luisa me lanza un beso en el aire antes de que se alejen lentamente, bajando con cuidado.

Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora