Carlos
Emilia termina de vestirse mientras yo recojo mi camisa del suelo para ponerla sobre mis brazos, de alguna forma la convenzo de ir en moto conmigo al río, quizás fue la vulnerabilidad de estar desnuda en mi cama.
—Carlos... no quiero usar tu casco, huele horrible —Emilia se queja mientras lo sostiene y le dan arcadas después de acercarlo a su cara— imposible, prefiero ir sin casco, ¿Lo has lavado alguna vez?
—Bueno, entonces yo también, si se revienta tu cabeza en el suelo la mía también.
—Eso no va a pasar —sonríe acercándose a mí.
—¿Cómo sabes?, Los accidentes pasan —encojo mis hombros encendiendo la motocicleta de una patada.
—Lo sé, porque confío en ti y en qué conducirás con cuidado porque yo iré pegada a tu espalda.
—Te encanta tu posición, ¿Cierto?
—¿Cuál es mi posición, Carlos?
—Donde me dominas por completo.
—Tú lo querías, así que yo te lo doy, animal —sonríe tomando mi mano para subir a la moto afirmada de mi cintura, pegando su cara a mí.
Conduzco como ella espera que lo haga, porque quiero hacerla feliz, es lo único que quiero hacer, así que llevo la motocicleta con cuidado mientras el viento nos pega de frente, una cálida brisa de verano, sus muslos desnudos envolviendo mis piernas, sus uñas pintadas de un celeste muy pálido sobre mis muslos, a ratos en mi abdomen, la miro por los espejos de la moto viendo sus ojos recorrer el paisaje, el aire mueve su pelo, y pienso en que realmente logré que confíe en mí.
Llegamos al bosque y comienzo a subir mientras ella se afirma con fuerza de mi cintura, acelerando en la subida, pero con mi pie estirado para guiar la moto, con tanto cuidado que me sorprendo a mí mismo, hasta que llegamos al lugar donde está la laguna, Emilia baja de la moto tomando mi mano, para luego bajar por el pequeño sendero, imposible para la moto.
—Cuidado con nuestro bebé —tomo su mano cuando tropieza delante de mí.
—¿Qué bebé, Carlos? —ríe Emilia llegando a la laguna.
—Él que acabamos de hacer.
—Estás loco —suspira quitando su vestido quedando en un bikini que se pega perfectamente a cada curva de su cuerpo— no hay ningún bebé, espero y si lo hay, lo enviaremos al cielo.
—Pero Emilia, ¿Cómo podrías?
—No he terminado la universidad y tampoco estamos juntos, cuando tenga hijos les quiero dar un padre que esté con nosotros.
—Yo estaré con ustedes —respondo quitando mis zapatillas con los pies—. Contigo y con nuestros muchos hijos, todos los que tú quieras, quizás incluso tengamos gemelos.
—Ni deberíamos hablar esto, ¡Qué absurdo!
—Pero algún día los tendremos, pajarito, te lo puedo firmar, yo estoy enamorado de ti.
—¿Sí?, Firma entonces —desafía mirándome con el agua a la mitad de su muslo, saco mi navaja y camino a ella que, aunque sus ojos se llenan de suspenso, no se mueve ni un milímetro.
—¿Dónde firmo? Un trato de sangre —murmuro esperando ver su reacción, sé que mi propuesta bordea la locura, por decir lo menos, pero quiero saber si está tan loca por mí, como yo por ella.
—Que ridículo, Carlos, ¿Crees en eso? —enarco una de mis cejas sacudiendo mi cabeza.
—¿Tú no?
—Claro que no.
—Entonces hagámoslo —estiro mi mano cuando ella aún mira indecisa, pero continúa y pone su mano junto a la mía.
—No te atreves —ríe alejando la mano sólo para volver a ponerla al lado.
—Nunca me digas eso, si no quieres que realmente lo haga —murmuro mirando sus ojos y pasando la hoja de la navaja por mi palma, ella estira su mano dejándome hacer un pequeño corte en su mano de donde brota sangre.
—No creo en esto, —Emilia apoya su mano contra la mía mezclando nuestra sangre, pero no quita la mirada de mis ojos— así que sólo estamos intercambiando sangre, eres un doctor muy cuestionable, ¿Sabes?
—Lo peor de todo, pajarito, —susurro tocando la punta de su nariz con mi dedo, dejando una mancha de sangre— es que jamás has intentado detenerme, así que, aunque no lo creas, eres tan cuestionable como yo.
Una suave sonrisa ilumina su cara mientras nos hundimos abrazados, sus brazos alrededor de mi cuello, sube sus pies a mis hombros y salta al agua salpicando, sólo para salir a flote con una sonrisa enorme.
—Mi turno —digo cuando llega a mí.
—¡No! ¡No te puedo levantar, Carlos! —ríe mientras intento subir a sus hombros.
Lo que más me gusta de Emilia es como no se asusta con nada de lo que yo hago, a veces, como ahora, rozo el límite de la locura sólo para probarla, pero siempre me termina sorprendiendo la confianza que tiene en mí, en mi pulso para cortar su mano para un estúpido pacto de sangre en medio de una laguna, no sé cómo puede decir que no quería estar conmigo si prácticamente se lanza a mis brazos apenas puede.
Emilia se sienta a mi lado y recibe la fruta que trozo para ella, con una tierna sonrisa, vuelve al agua y me deja mirándola nadar, mi sangre baja a mi entrepierna con sólo sentirla cerca y debo esforzarme mucho por no tomarla cada vez que tengo la intención o probablemente no podríamos hacer nada más que estar en la habitación, por más divertida que pueda parecer la idea, quiero hacer más cosas con ella que permanecer entre sus piernas. También siento que en cualquier momento se va a escapar de entre mis dedos, con la misma facilidad que la encontré y la he mantenido conmigo, se va a escapar un día, va a despertar de mi encanto y va a volver a construir sus enormes muros alrededor de ella imposibilitando mi vuelta.
Siento que en cualquier momento haré algo, pasará algo o alguien dirá las palabras equivocadas frente a ella y su mente se cerrará dejándome fuera, sus brazos ya no van a envolver mi cuerpo haciéndome sentir afortunado, ya no podré oler su pelo, sus besos ya no recorrerán mi piel y mucho menos mis dedos la suya. Quizás todo eso pase aquí, mucho antes de avanzar con ella en la ciudad, mucho antes de dormir con ella por primera vez, quizás no pueda tener nunca su número de teléfono y llamarla para saber qué está haciendo esperando que no encuentre en el tono de mi voz la necesidad de que sea sólo mía, quizás no alcance a hacer el esfuerzo de entender que tiene amigos que estuvieron ahí mucho antes que yo y que no son una amenaza, quizás ella se aburra mucho antes de mí y de mi necesidad de que sea mía.
Aunque al parecer somos como una llave y una cerradura forjadas para estar juntas. Por ahora, vamos bajando el cerro en la moto, con el sol que se escondió hace mucho, sus manos que me abrazan y su sonrisa pegada a mi espalda que me hacen sentir a salvo de perderla por ahora, detengo la moto en la entrada de la casa de su familia y la acompaño hasta dentro donde su familia nos espera.
—¡Carlos! —Se acerca su madre con una enorme sonrisa cuando me ve— Quédate a cenar.
—Mamá, Carlos está cansado —Emilia intenta escudarse, pero no sabe que es lo que más quiero, tener más tiempo con ella, aprovechar cada minuto.
—No, vamos, sólo estuvimos en la laguna, claro que puedo quedarme —respondo aceptando la invitación a cenar con su familia.
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Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]
Romantizmᴅɪꜱᴘᴏɴɪʙʟᴇ ᴇɴ ᴀᴍᴀᴢᴏɴ Emilia pretende tener un verano tranquilo después de tantos meses de terapia por su accidente; acompañado del mar, el sonido de las olas y las hojas de los árboles, está segura que es justo lo que necesita, quizás recordar un po...