Capítulo XVIII - 3

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Carlos

Nos quedamos en el río el resto de la tarde, hasta que decidimos que aún alcanzamos a volver y prepararnos para la ceremonia que de pronto no parece tan llamativa como volver a casa los tres.

—Si tú me dices, yo busco la moto y te llevo lejos de la ceremonia —insisto a Emilia que camina delante de mí, las ramas crujen bajo sus pisadas.

—No, me quiero casar con Arturo —ríe estirando su mano para tomar la de Arturo que camina delante de nosotros.

—Está bien, lo merezco, después de todo, Arturo es mucho más inteligente que yo.

—Quince minutos más de oxígeno hacen la diferencia —responde Arturo haciéndome reír.

Emilia llega a casa y toma una ducha rápida antes de que la dejemos en casa de sus abuelos para que se prepare y vivimos ese incómodo momento, en que se tiene que despedir de los dos, el beso a Arturo va por inercia, tomando su cara entre dos manos, un gran beso seguido de muchos pequeños. Hasta que se gira en su asiento y me sonríe.

—Nos vemos, supongo —murmura y estira su mano hacia atrás, tomo su mano tirando de ella para acercarla a mí, doy un beso en sus labios, quizás ellos están sumergidos en una ola de timidez por compartir de pronto su intimidad, ¿Pero yo?, Yo no pienso desperdiciar ninguna oportunidad de conquistar un poco más de mi territorio en Emilia.

—¡Basta! —ríe ella cuando beso su cuello— Basta, no estoy acostumbrada aún... tómatelo con calma ¿Cómo te puedes sentir tan cómodo de pronto?

Baja del auto y se aleja caminando hasta que la pierdo de vista, Arturo conduce hasta la casa de nuestros abuelos, va mirando hacia afuera, demasiado concentrado, tan así que creo que está nervioso.

—¿Sólo estás nervioso o es algo más?

—No son nervios, sólo estoy ansioso de que Emilia sea mi esposa —responde apretando el volante.

—Me imagino que sí.

—Emilia tiene razón, ¿Cómo puedes estar tan cómodo?

—Porque extrañaba mucho a Emilia y esto es lo máximo que he tenido de ella en mucho tiempo, no te imaginas cuánto tiempo quise sólo tomar su mano, pensaba "Si sólo tuviera otra oportunidad, la que fuera, la tomaría", y ésta es esa oportunidad que tanto esperé.

—Espero que todo salga bien, para los tres, especialmente, para Emilia —suspira girando el volante para entrar en la casa.

—Gracias Arturo, sin tu ayuda no lo hubiese logrado —sólo me mira de reojo por el espejo retrovisor.

—Lo sé, me debes una.

—Te debo miles, todas las que quieras, toda la vida, pero no te aproveches.

Me apuro en estar listo, en ponerme un traje de Arturo que me aprieta más de lo que me gustaría en algunas partes, con una sorpresa para Emilia en el bolsillo, no estoy acostumbrado para nada a usar esta ropa, la última vez que usé un traje fue cuando me casé con Luisa.

Me sorprendo viendo mi reflejo en el espejo, pensar que la última vez fue tan distinta a esta. Recuerdo a Emilia ajustando mi corbata mientras yo lo único que quería era irme con ella. Todo lo hice por Tomás y al final... No se lo he dicho a nadie, no quiero que se sientan mal, no quiero que odien a Luisa, después de todo no puedo ni quiero desaparecer para Tomás. Lo esperé con tantas ansias.

A veces pasan cosas inexplicables, como que todos estén acá, la familia de Emilia y la nuestra, ella pidió llegar sola en un auto antiguo que rentaron; y Arturo habla molesto por teléfono, el auto que quedó para traer a Emilia no funciona.

Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora