Capítulo 23

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"Dime qué se siente saber que no soy una marioneta bajo control

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"Dime qué se siente saber que no soy una marioneta bajo control."

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Raven Blakely.

Recuerdo el momento en que descubrí que estaba embarazada por primera vez. Recuerdo la alegría que me inundó aquel día cuando descubrí que esperaba un hijo del hombre que amaba.

Pero también recuerdo el dolor que me invadió el día que lo perdí.

Me recuerdo a mí misma llorando sin consuelo alguno, desparramándome en el piso sin poder controlar el dolor que me inundaba en el pecho.

Recuerdo la manera en que quería morir en ese momento creyendo que la vida se me iba de las manos.

Porque lo tuve todo y lo perdí en un solo instante.

Todo fue oscuridad, todo fue una maldita tormenta en donde yo estaba en el centro sin poder salir, sin poder gritar por ayuda y gritando únicamente por morir también.

Entonces, ellos llegaron. Ethan Kingston y Hunter O'Brien llegaron como un maldito rayo de luz y esperanza. Llegaron como una brisa fresca cuando más lo necesitaba.

Y entonces, me regalaron y dieron la maldita razón para aferrarme a la vida de nuevo.

Dakota y Adele.

Mis hijas.

Me recuerdo a mí misma mirándome frente al espejo cuando afirmaron que estaba embarazada, recuerdo como mi vida tomó sentido de nuevo cuando Dakota comenzó a crecer en mi vientre, en mí. Mi pequeña DakDak fue la luz que llegó cuando creí que no merecía nada en esta vida.

Se convirtió en el pequeño tesoro sagrado que me convirtió en una armadura de acero completo para protegerla siempre deseando tenerla siempre conmigo, protegida, amada y siendo feliz.

Daría lo que fuera por volver a verla siendo feliz, como aquella niña que tuve que dejar a los dos años, como aquella niña que sonreía alegrando la existencia de todos.

Nada que ver con la mujer que ahora tengo frente a mí y que lo único que denota es tristeza, frialdad y oscuridad.

—¿Necesitas ayuda? —pregunto mientras hago mi portátil a un lado y fijo la mirada en Dakota quien teclea en su computadora.

Ambas estamos en el comedor de la pent-house, ella frente a mí.

—No —responde secamente sin siquiera mirarme mientras el sonido de sus dedos presionando teclas rompe el silencio creado en todo el piso.

La miro con lentitud mientras escaneo su rostro. ¿Cómo es posible que mi DakDak cumplirá veintisiete años y de todos esos años solo he compartido dos años y un par de meses con ella?

No dejo de mirarla. Es tan hermosa, tan delicada, tan enigmante. Es tan parecida a su padre pero al mismo tiempo tan igual a mí. No. Ella es mucho más bella que yo. Es mucho mejor que yo.

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