4. "El animago"

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Tenía abierto delante de él, un enorme tomo de encantamientos avanzados, pero las letras en las amarillentas páginas le eran invisibles. Solo pensaba en como Naruto lo había defendido, y un sonrojo ocultado por su flequillo negro, ya era casi permanente en sus mejillas.

Aunque estaban en el mismo curso, muy pocas veces lo había tenido tan cerca, y el nerviosismo no le permitió mirarlo a los ojos cuando le habló. Seguro pensaba que era un antipático o que no tenía educación.

Se mordió el labio inferior, un poco decepcionado de si mismo, mientras frotaba entre sus dedos la punta de una página.

—Podría haber hecho más que solo agradecerle— suspiró y apoyó su barbilla en el libro, mirando entonces a la biblioteca.

Carraspeó cuando su pose llamó la atención de varios alumnos que estaban en una mesa cercana, y entonces se puso de pie y guardó el tomo. Ya no tenía caso seguir pensando en el pasado.

Escuchando la campanada que anunciaba el primer turno de la tarde para los cursos menores, supo que era hora de cumplir otra vez con el profesor de Pociones. No lo veía como una perdida de tiempo, pues buscar ingredientes botánicos también lo ayudaba a reconocerlos y mejorar en la clase de Herbología. Conocía Hogwarts como la palma de su mano, así que logró escaparse hasta el bosque oscuro sin ser visto, después de hacerse con una bolsa de tela y unas tijeras de podar.

El lugar era lúgubre y oscuro, a pesar de ser mediodía, pues los árboles eran tan altos y tupidos, que dejaban pasar muy poca luz de Sol. Caminó por al menos un kilómetro y comenzó a buscar hongos y plantas que pudieran usarse para pociones. El gustarle estudiarlas y conocerlas, era herencia de su madre; aunque ahora no eran las cotidianas, sinó cosas extrañas que ella nunca en su vida había visto.

Tuvo suerte de encontrar Amor de hortelano, Árnica, incluso Angélica, pero ya cuando su bolsa estaba casi llena, vió en las raíces de un enorme arce, un arbusto de Ligústico. Orochimaru la apreciaba mucho porque era utilizaba en pociones calmantes, muy solicitadas por los alumnos, sobre todo en períodos de exámen. Pero mientras se dirigía al lugar, un movimiento a un costado lo hizo girar y ponerse alerta.

No se había alejado tanto como para entrar en territorio de los centauros, pero en aquel sitio no era bueno confiarse. Sacó su varita y apuntó al lugar.

Aparecium...— conjuró, por si había alguna criatura mágica, pero solo vió salir a un joven zorro que giró un poco la cabeza al verlo. Sasuke suspiró y sonrió —¡Chu...!— instó —Ve a cazar a otra parte.

Vió al animal alejarse un poco, entonces regresó a lo que hacía. Caminó hasta las raíces del gran árbol y después de saltar par de ellas, pisó la tierra húmeda, pero gritó al desplomarse ésta y caer en un agujero oscuro de al menos dos metros de profundidad. Gimió de dolor al sentir su tobillo doblarse más allá de lo normal y se constató de que era serio al no poder ponerse de pie.

—Demonios...— maldijo, lleno de tierra y con los dientes apretados debido al dolor. Buscó otra vez su varita y después de revisar que estuviese bien, pronunció: —Lumos— una esfera luminosa apareció en la punta y comenzó a mirar a su alrededor, buscando alguna forma de trepar, pero la tierra estaba húmeda y a causa de su tobillo, no lograba un buen apoyo —Estupendo— rechistó sarcástico.

Podía enviar un hechizo de auxilio, pero eso también revelaría que había entrado al bosque sin permiso, y podían incluso quitarle el derecho a examinar. Entonces escuchó un chillido y miró arriba. El mismo zorro de antes estaba en el borde el agujero, mirándolo fijo con sus dos ojos azules. Sasuke se quedó quieto, sintiéndose extraño al ser observado por aquel animal, y pudo jurar que notó indecisión en sus movimientos, porque por momentos giraba, miraba a los alrededores y regresaba a verlo. Pero cuando estuvo a punto de ignorarlo, el zorro se transformó en un chico rubio que conocía perfectamente.

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