46. "Secretos"

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Sasuke dejó su habitación y bajó las escaleras de la torre Ravenclaw. Al atravesar la puerta con el llamador de águila, vió a Naruto apoyado en una pared con los brazos cruzados sobre el pecho. Todos esos días había hecho lo mismo, acompañarlo a donde fuera, dejarlo en la noche en la torre e irlo a buscar en la mañana. Si era cansado, el Gryffindor nunca mostró quejas.

Él le dió esa hermosa sonrisa como regalo cuando lo vió, a pesar de las miradas extrañadas y algo incómodas de los Ravenclaw que pasaban, confundidos al verlo ahí.

—¿A qué hora te estás despertando? —preguntó Sasuke como saludo, solo sujetando sus dedos debido a que no estaban solos.

—No tan temprano como crees. ¿Dormiste bien? —Sasuke asintió levemente.

Lo cierto era que estaba más tranquilo que los demás. Ese día era treinta y uno de diciembre, justo a las doce harían el hechizo Obliviate y la escuela estaba sumergida en una tristeza totalmente justificada. A veces, mientras la recorrían, podían escuchar a los lejos sollozos o maldiciones, pero era la única solución a los asesinatos. Sasuke había superado ya la tristeza y rabia inicial, esa noche para él no haría diferencia, debido a que la mente de su madre ya había sido manipulada por su hermano; ahora solo se enfocaba en buscar una solución, por eso no hacía más que estar metido en la biblioteca después de terminar sus clases. En esos momentos, debido a que no estaba solo, Naruto aprovechaba para entrenar y hacer sus deberes.

Todo lo demás, incluyendo comer, lo hacían juntos. Así que entraron al comedor esa mañana, un poco más concurrido que de costumbre y se sentaron en la misma mesa. Esta vez la de Gryffindor. Shikamaru los saludó a ambos y después siguió comiendo, justo antes de que entraran un montón de lechuzas con el correo.

Llegaron más numerosas y cargadas de lo habitual, y ambos decidieron no pensar en que la mayoría de esas cartas eran de despedida. Sasuke sonrió cuando notó un bulto de ellas que caía frente a Naruto, junto con un pequeño paquete. El rubio desató la cinta que las unía y luego le dió la cajita a Sasuke.

—Mamá te envía dulces otra vez —dijo con diversión mientras leía una de las misivas—. Dice que te extraña y que se alegra de que ya estés recuperado.

—Le escribiré —afirmó él, abriendo el paquete con cuidado y mucho cariño. Miró a un lado cuando Shikamaru también se asomó para ver el interior—. ¿Quieres?

—No, él no quiere —bufó Naruto.

—Eh, sí quiero. Se ven deliciosos —se quejó el Nara.

—Son para Sasuke.

—No me importa compartirlos, Naruto —dijo este con tono de regaño y luego ofreció dos de los dulces a Shikamaru bajo el ceño fruncido de su novio—. No seas tacaño.

—No soy tacaño —resopló mientras seguía viendo las cartas. Sasuke entonces notó que apartaba tres de ellas de las demás.

—¿De quién son? —Naruto pareció ponerse nervioso al escucharlo, pero lo supo disimular rápidamente.

—Son para Shikamaru. Suscripciones de la revista Bruja Adolescente. Le gusta hacer los crucigramas —Sasuke miró a Shikamaru y este, medio atragantado con los dulces, asintió y luego las tomó y guardó en su bolsillo.

—Gracias... —balbuceó.

Sasuke estuvo a punto de interrogarlo más, pero entonces Naruto le dió una carta de Minato. Repentinamente serio, leyó con la vista las letras cursivas y elegantes de su suegro. Decía que podía hacer la varita, pero que tardaría un poco en encontrar una madera tan oscura como la de Sasuke. Esto era debido a que Naruto le había pedido a su padre una que hiciese juego con la del Ravenclaw. Así nadie sospecharía, contrario a que de repente cambiara de color.

Él le asintió a Naruto en complicidad y luego de este sonreír, se puso a leer la última carta.

—¡Mi padrino me escribió desde Ilvermorny! —exclamó alegre y rompió el sobre— "Limpia mi casa, mocoso" —leyó—. ¡¿Solamente eso?! ¿Ni un saludo? ¡¿Qué le pasa a este viejo?!

Sasuke soltó una leve carcajada junto Shikamaru al verlo tan ofendido.

—No te preocupes, yo te ayudaré. Terminaremos en un santiamén —ofreció.

—Ese no es el punto —siguió quejándose.

...

Tras mirar los nombres en los sobres otra vez, los escondió junto al par más que había debajo de su colchón. Shikamaru lo miró hacer y luego resopló.

—Estás perdiendo una oportunidad de oro —Naruto no contestó, solo se sentó en su cama, tiró de la corbata para arrojarla sobre una silla y luego comenzó a desatarse los zapatos—. Sasuke se enojará si se entera.

—Por eso no le debes decir —señaló severo—. No puedo irme de aquí.

—Siempre fué tu sueño, Naruto...

—Bueno, ahora tengo cosas más importantes —interrumpió a su amigo, el que lo miró con preocupación—. Ya habrá tiempo para eso.

—Tú sabrás —dijo, rindiéndose a insistir con quién sabía era un necio. El rubio solo puso sus manos debajo de su cabeza cuando se acostó.

—¡Ah...! Estoy tan cansado y aún debo ir a limpiar la casa de mi padrino mientras Sasuke está en la torre.

—¿No te dijo que te iba a ayudar?

—Sabes lo que pasa hoy. No voy a hacerle limpiar polvo cuando todos estarán en el comedor esperando a medianoche —suspiró sentido.

—Si yo fuera tú y tuviera la oportunidad de alejar a Temari de toda esa tristeza, lo haría. Es mejor llorar en la intimidad que en colectivo —confezó Shikamaru.

—No creo que Sasuke llore hoy... —murmuró más para sí que para su amigo. Recordaba vividamente cuantas lágrimas derramó el Ravenclaw al no ser reconocido por su madre. Eso que todos sufrirían en la noche que se aproximaba, Sasuke ya lo había vivido. Naruto se sentía con suerte de haber estado ahí para acompañarlo en su dolor—. Pero tienes razón. Podría ir a limpiar y preparar algo bonito para él. Le gustará.

—Eres todo un romántico —bufó su amigo con diversión.

—Escucha lo que te digo, Shikamaru. Soy una persona con experiencia en varios ámbitos de la vida. Todo un hombre hecho y derecho, ¿sabes? —el Nara levantó una ceja de incredulidad.

—Tus sutiles maneras de echarme a la cara que ya tuviste sexo, no son tan "sutiles".

—¿Quién habló de eso? —preguntó con mejillas enrojecidas.

—Es obvio que estás presumiendo —Naruto soltó una risita.

—Mejor me voy a bañar. Si quiero preparar algo, debo apurarme —diciendo esto, se dió dos palmadas en las mejillas para espabilar y de un salto dejó su cama.

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