34. "Revelaciones"

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Cuando el sol empezó a ponerse, ya habían acomodado gran parte de los objetos, aunque aún había toda una pila de cajas con papeles y libros viejos, que Naruto revisaba mientras Sasuke limpiaba los cristales de la ventana. A lo largo de la jornada solo se detuvieron para comer una merienda que Kushina les había subido; sin embargo, en todas esa horas, Naruto y Sasuke conversaron muy poco.

El Ravenclaw seguía algo taciturno, como en un luto interior y solitario que Naruto respetaba y entendía. Esa mirada triste y apagada se enfocó en la lejanía, a través del vidrio ya limpio. Las altas montañas de Escocia rodeaban el bosque en el que se encontraba la casa de los Namikaze; apartada al igual que la mansión Uchiha, pero a diferencia de esta, la casona de madera parecía un refugio en el paraíso, no una prisión en un cementerio. Solo tenía que ser un poco observador para darse cuenta de que la construcción reflejaba a la familia en sí. Minato, aún teniendo muchos recursos, había optado por una vida sencilla y práctica, donde su felicidad giraba en torno a sus seres queridos y no a los objetos o el estatus que pudiera darle su oficio. Lo que daría por tener a personas así... Pero la única que le demostró cariño de los suyos, había sido su madre, esa mujer dulce que ya no tenía idea de que le había dado a luz hacía diecisiete años.

Sasuke cerró los ojos un segundo reteniendo sus lágrimas y apoyó la frente en la ventana para ver el huerto de la señora Kushina en el patio trasero. La mujer bajita y pelirroja, agachada frente a un cantero de zanahorias, las seleccionaba con cuidado y luego las metía en una cesta de mimbre. Lucía tranquila y preciosa, pero más cuando su esposo se acercó e inclinándose besó su cabello. Él tomó la cesta, con la otra mano la ayudó a ponerse de pie y luego se quedaron conversando en privado. Por supuesto que no podía escuchar estando tan arriba, pero incluso allí percibía lo compatible que eran, incluso conociendo de antemano a Minato como alguien tranquilo, y a su esposa bastante explosiva.

A pesar de todo, Sasuke se encontró agradeciendo internamente el estar fuera de Hogwarts y presenciar la escena. Era muchísimo mejor que haberse quedado en el dormitorio, solo y en el frío. Sonriendo un poco con el pensamiento, giró a ver a Naruto cuando se percató de que había dejado de hacer ruido hacía unos minutos. Él lo miraba en silencio, sus labios entreabiertos, sus ojos azules y anonadados, hipnotizado con el Ravenclaw, quien no sabía que los rayos del sol a su espalda formaban un halo casi mágico. El rubio, avergonzado de haber sido atrapado, volteó de nuevo hacia una caja de libros que tenía al frente y rascó su cuello con gesto ansioso.

Sasuke entonces se acercó a él y justo a su lado, se sentó sobre sus talones para ayudarlo.

—Si encuentras algo interesante, puedes quedártelo— murmuró el Gryffindor.

—¿Seguro?

—Sí... Mis padres ya se olvidaron de que estos existen y horita las polillas los transforman en encajes de papel— Sasuke soltó una leve carcajada ante sus palabras, imaginando también abrir un ejemplar y encontrar no más que una guirnalda.

—Eres muy ocurrente— halagó antes de resoplar para retirar un mechón oscuro y molesto en sus ojos. Naruto, con gesto cuidadoso, lo enfrentó y tomó el cabello para colocarlo detrás de su oreja con lentitud —Está muy largo ya...— justificó con un leve sonrojo.

—Te queda muy bonito— murmuró en voz baja, logrando que en aquel aparatoso y extraño desván, se creara una atmósfera cálida. Cuando Sasuke se dió cuenta, estaban rodeados de pequeños puntos de luz coloridos, provenientes de los reflejos de un candelabro roto colgado en el techo. Los haces danzarines contrastaron con ese azul celeste de los ojos que lo observaban, y lo dejaron completamente desposeído de oxígeno.

Levantó una mano y acarició el cuello de su suéter en un gesto no tan atrevido como cariñoso, pero que se detuvo cuando sin quererlo comenzó a acercarse a sus labios. Naruto encontró su beso, uno suave y simple que continuó con una caricia de sus mejillas, luego un roce de labios, un jadeo, otro beso. Cuando percibió el agarre del rubio en su nuca y el toque de sus lenguas, Sasuke se estremeció. Juraba que podía sentir los latidos de su corazón en los oídos, porque aunque se hubiesen besado anteriormente, ahora la acción se había tornado más íntima. Temblaba, Naruto igual; se pudo percatar de ello cuando cayó de espaldas al suelo de madera y él quedó encima. Otra vez, como en la mañana, su entrepierna estaba dura, fueron conscientes de la situación porque en un impulso primario comenzaron a frotar sus caderas.

—Me gustas mucho, Sasuke...— murmuró sobre la piel de su cuello, casi melancólico —No me importa para nada que seas un chico, nunca me importó. Estoy enamorado de tí hace tres malditos años. Solo he sentido esto contigo, unos sentimientos tan genuinos y desbordantes que me dan ganas de gritar.

—¿Desde tercer año?— la pregunta de Sasuke fué para constatar la revelación. Era increíble que el miedo de enfrentarlo los haya hecho perder tantas experiencias. Naruto lo quería, lo añoraba de la misma manera en la que él lo hacía.

—Sí...— jadeó, deteniéndose y apoyándose en sus manos para mirarlo desde arriba, todavía percibiendo lo cerca que estaban uno del otro.

—¿Por qué no me dijiste?

—¿Yo?— murmuró cabisbajo —¿Qué podía alguien como yo, decirte?

—Mucho... Pues yo desde segundo te observaba en secreto... y me quedé en Hogwarts por tí. La soledad no era aplastante porque estabas tú. Bajaba las escaleras de la torre con la esperanza de verte siempre, porque escuchaba tu risa desde lejos... esperando que un día te rieras conmigo.

Naruto escondió el rostro en su cuello y soltó una risita ahogada. Ahora muchas cosas tenían sentido, incluyendo el que Sasuke nunca hubiera querido mirarlo directamente cada vez que intentaba acercarse. En lugar de arrepentimiento, optó por la convicción de tenerlo de ahora en adelante y hacerlo feliz como mejor pudiera. Levantó otra vez la cabeza para mirarlo y expresarle su sentir, pero los ojos del pelinegro estaban dirigidos hacia la trampilla del desván, muy abiertos y asustados. Naruto hizo una mueca antes de voltear y encontrarse con su padre, quien los había sorprendido en esa pose bastante comprometedora. Minato los observaba por turnos, y ni siquiera reaccionó cuando ellos se alejaron el uno del otro con rapidez.

—Papá...— murmuró Naruto, avergonzado y temeroso, pero el señor Namikaze solo terminó de subir hasta sentarse en el borde y luego le dió una carta a Sasuke.

—Le escribí a tu hermano en la mañana, informándole que estabas aquí porque Naruto te había invitado a pasar la navidad, para que te diera permiso— dijo de manera amable, pero extrañamente no dejaba de mirar a su hijo, quien no sabía donde esconder el rostro —Su lechuza llegó hace unos minutos— añadió.

Sasuke, tan pálido como una hoja de papel, tomó la carta, esperando de antemano una negativa y el aviso de que vendrían por él, pero su sorpresa fué mucha cuando leyó todo lo contrario.

"Estimado señor Namikaze:

Le agradezco de antemano su carta y la invitación para con mi hermano menor. Estoy seguro de que disfrutará las vacaciones y cambiar de aires en estos tiempos tan tristes. Me disculpo por las molestias que esto le pueda ocasionar y siéntase libre de pedir cualquier favor a cambio, si en algo le puedo ayudar en un futuro.

Cordialmente:

Itachi Uchiha"

—Gra... gracias...— balbuceó el jovencito, entre incrédulo e incómodo.

—No es nada— dijo Minato —Si ya terminaron, bajen...— indicó y comenzó a descender la escalera —Naruto... ven a mi taller un momento, en cuanto puedas— pidió, asomándose por última vez y dejando las palabras como un augurio de sentencia.

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