8. "La poción"

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Las decoraciones del 14 de febrero ya había llegado al gran comedor. Dentro de dos días sería la celebración y todo el alumnado parecía emocionado, a excepción de unos cuantos despechados, Naruto y Sasuke, a quienes les daba igual.

El rubio se había tomado el atrevimiento de sentarse en la mesa Ravenclaw para el desayuno, siendo señalado por más de un águila, pero él les respondió con una sonrisa dulce que solo les hizo imitarlo, negar y darlo por demente.

Sasuke ya estaba acostumbrado a la manera tan despreocupada de ser de su amigo. Aún la palabra sonaba extraña en su boca, pero le alegraba el corazón, cosa que nunca confesaría.

—¿No tienes prácticas hoy?— preguntó, levantando la vista del libro que leía mientras desayunaba.

—No, están suspendidas hasta que termine todo ésto— señaló la decoración a su alrededor y luego ambos miraron hacia arriba cuando llegaron las lechuzas con el correo.

Sasuke volvió a lo suyo, nunca había recibido nada, y tampoco lo esperaba, pero luego vió a Naruto atrapar un pequeño paquete al que iba atada una carta de sobre rosa ¿Y si era de amor? Ya no pudo seguir comiendo, sinó que lo miró fijo mientras la leía con una sonrisa de satisfacción y luego abría el paquete, apresurado.

Sacó una especie de dulce redondo que olía muy bien, y se lo comió.

—Perdón, son para tí, pero no pude resistirme— balbuceó con la boca llena y le acercó la caja.

—¿Para mí?— preguntó confundido mirando el interior, pero Naruto solo le dió la carta como explicación.

"Mi niño hermoso:

Me alegra mucho que tus notas estén subiendo. Tu padre y yo estamos orgullosos de lo mucho que te estás esforzando para lograrlo, y tenemos una sorpresa para tí en casa. Éstos dulces los hice para ese amigo que te está ayudando, en agradecimiento de la familia Namikaze.

Pdt: No te los comas, que te conozco."

Sasuke no pudo evitar sonreír, y ni siquiera se dió cuenta cuando sus ojos se aguaron. Tras Naruto mirarlo preocupado, disimuló y limpió rápidamente sus mejillas con la manga oscura de su túnica.

—¿Sasuke...?— murmuró el Griffindor —¿Qué pasa?— lo vió negar y luego meter un dulce en su boca.

—Envíale las gracias a tu madre, y dile que están deliciosos— dijo con amabilidad después de tragar, y tomando su libro y los bocadillos, se puso de pie.

—¿Te vas?— se apresuró Naruto a decir —Tenemos clases en unos minutos.

—Lo sé, nos vemos allí— dijo ya de espaldas y salió del comedor, dejando al rubio verdaderamente intrigado.

No creía que le hubiese molestado que le hablase a su madre de él, ¿entonces por qué se puso de esa manera?

Naruto pasó el resto de la mañana preocupado. Sasuke había entrado a clases, pero como siempre, se mantuvo callado, solo mirando hacia adelante mientras la profesora Yūhi impartía Historia de la Magia. Luego salió antes que todos y aunque lo buscó por los patios, no lo encontró. Se entristeció al saber que el Uchiha no parecía animado a estudiar ese día, pero acostado en la habitación, después de almorzar y meter toda una caja de cartas de amor debajo de la cama sin ningún interés en leerlas, notó como un pequeño gorrión de papel daba golpecitos en la ventana.

Al abrirla, el ave entró y se quedó quieta encima de su colchón. Naruto desdobló el papel y suspiró aliviado. Sasuke le había mandado un mensaje para verse en el salón de Pociones.

Bajo la vista curiosa de Shikamaru, se puso sus zapatos, su túnica, y salió corriendo escaleras abajo, hasta la parte más alejada y fría del pasillo docente. El Uchiha lo esperaba delante de la puerta cerrada, con un libro en una mano y en la otra una llave vieja.

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