1. "Desde la altura"

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En el séptimo nivel de la torre de Ravenclaw, el frío calaba los huesos en invierno, incluso teniendo la hoguera encendida

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En el séptimo nivel de la torre de Ravenclaw, el frío calaba los huesos en invierno, incluso teniendo la hoguera encendida. Al parecer la soledad acrecentaba la sensación.

Se cubrió la cabeza con la gruesa y azul frazada y suspiró; su ánimo era el mismo de siempre, taciturno y cansado, a pesar de ser la mañana de Navidad. Habían muy pocos alumnos en Hogwarts y menos profesores. De su casa solo se quedaron unos cuantos estudiantes de último año que se preparaban para presentar sus ÉXTASIS, y por supuesto que él aprovecharía las vacaciones de invierno para estudiar ¿Qué otra cosa podía hacer? Su padre odiaba tenerlo cerca, y el colegio se había convertido en su hogar desde los once; cinco cursos en los que solo iba a visitarlo cuando terminaba el año, y porque entonces no se le permitía quedarse en la academia.

Se sentó en el blando colchón de la cama con dosel y miró a un lado, notando el cristal de la ventana aún más congelado que el día anterior, y su planta de hojas plateadas media mustia. Sorbió por su nariz toda roja debido al frío, e intentó peinar su cabello negro con la mano. A los pies de la cama estaba su tradicional regalo, el que le daba la escuela a los alumnos que se quedaban. Ni siquiera lo abrió, sabía que siempre eran dulces y tonterías que no le gustaban nada.

A regañadientes dejó la frazada en la cama y después de tenderla perfectamente, se dirigió aún en pijamas hacia el baño de los varones. El agua de las duchas comunes salió que humeaba por las viejas tuberías de metal, y después de darse un baño, envuelto en un toalla regresó a la habitación y se puso su uniforme para bajar a desayunar al gran comedor.

Como supuso, solo cinco alumnos lo habían imitando; un Hufflepuff de primer año que parecía muy deprimido, una Slytherin que comía con tranquilidad y el resto eran de su casa, estudiando aún mientras desayunaban.

—Buen día, Uchiha— la voz de su profesor de pociones lo hizo despegar la mirada de su plato.

Orochimaru era un hombre delgado de cabello largo y oscuro, muy querido entre los Slytherins ya que era director de la casa de la serpiente, pero no hacía diferencia entre los alumnos siempre y cuando éstos fueran talentoso. Por ésta razón, él gozaba de su preferencia.

—Buen día, profesor— correspondió y lo vió sentarse en la larga mesa frente a él.

—Que temporada tan molesta, ¿verdad?

—Estoy de acuerdo— concedió, regresando a su desayuno.

—Es una suerte que solo queden pocos días para que termine ¿Estás estudiando para tus TIMOS?

—Sí— afirmó seguro.

—Si tienes alguna duda...

—Pues...— se quedó pensativo con su copa de jugo de calabaza en la mano —Sé que no va al examen de quinto año, pero estuve intentando preparar el veritaserum cuando me permitió quedarme en el salón, y a pesar de seguir todas sus instrucciones, no logré que tomara forma incolora— Orochimaru rió, mostrando dos llamativos colmillos, sin dudas una elección física bastante particular.

—Así que ahí se fué mi última pluma de fénix— mencionó y él apretó los labios, avergonzado —No importa, no importa...— le quitó seriedad con un gesto de la mano —Dime los ingredientes...— pidió.

—Un pelo de cola de unicornio macho, pluma de fénix, agua del Nilo, dedo de Grindylow, corazón de dragón, jarabe de Elaboro...— se quedó intentando recordar el último ingrediente con la boca abierta.

—Y acónito— le dijo el profesor y él asintió —¿Te fijaste en el calendario lunar?

—Eh... no— admitió apenado y luego rió —Debe ser Luna llena.

—Y dejarla reposar todo el ciclo para tener un buen efecto— indicó —Pero la verdad me asombra que en tu quinto año hayas podido llegar hasta esa fase; ni siquiera algunos de séptimo lo logran, así que te felicito.

—Gracias— sonrió orgulloso. Al no tener otra motivación que los estudios, que lo halagaran en ello se sentía muy bien.

—Ven en la tarde al salón de pociones y te enseño en detalles— ofreció amablemente —Pero sabes que no lo haré de gratis— indicó divertido y Sasuke suspiró cansado —No te enojes, eres el único alumno que conozco en el que puedo confiar para que me ayude a obtener ingredientes vegetales.

—Pero hace un frío del demonio— se estremeció, imaginando como estaría de helado el bosque oscuro.

—No me puedes fallar, mira que el otro alumno que me ayudaba con los ingredientes animales, ya se graduó. Hablando de eso...— se inclinó hacia adelante y habló en un susurro —¿No conoces a nadie dispuesto a hacer el trabajo?

La expresión de Sasuke se endureció ¿Cómo iba a conocer a alguien si ni siquiera tenía amigos? Negó una vez con la cabeza y vió al profesor hacer una mueca de decepción.

—Lo siento... En realidad no sabría a quien pedírselo.

—Tendré que ir a preguntarle al tonto de Jiraiya para ver sí puede proporcionarlos. Es con fines académicos después de todo— le guiñó un ojo y Sasuke no supo como reaccionar.

Sabía perfectamente que el profesor de pociones comerciaba con ellas detras del telón, por eso los ingredientes que pagaba la escuela nunca le alcanzaban; pero como conocía que no fabricaba ningún mejunge peligroso en verdad, lo dejaba estar. De todas formas lo ayudaba mucho en sus clases.

Pasó toda la tarde intentando realizar la poción de la verdad con su ayuda, y se acostó complacido de haberlo logrado. Desde su cama podía verse el techo abovedado de la torre Ravenclaw, pero éste no tenía estrellas pintadas como en la sala común. El color azul era realmente calmante y otra vez se encontró preguntándose si al haber sido asignado a Slytherin, como quería su padre, se habría sentido igual de cómodo.

Cinco días después, notó las enormes montañas de maletas de los estudiantes que llegarían pronto en el expreso de Hogwarts; sonrió a escondidas y sin desayunar subió las largas escaleras hasta la torre de astronomía. Rodeó el gran telescopio y miró hacia abajo, esperando a que los carruajes atravesaran el puente de piedra hasta la entrada de la escuela.

Agarró fuerte el barandal al verlo otra vez; su cabello rubio lo hacía resaltar entre los demás, e incluso, cuando se bajó, casualmente una brisa invernal alejó la nube que cubría la academia y los suaves rayos de Sol de la estación cubrieron los adoquines grises, haciéndolos brillar.

Suspiró sin quererlo, con su corazón latiendo fuerte y entonces se agachó, intentando contener la emoción y sin dejar de observarlo por entre los barrotes.

Suspiró sin quererlo, con su corazón latiendo fuerte y entonces se agachó, intentando contener la emoción y sin dejar de observarlo por entre los barrotes

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