39. "Un cobarde y enamorado Gryffindor"

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Naruto sabía la decisión de sus padres de no celebrar esa navidad. Conocía de ella incluso antes de dejar Hogwarts, su madre se lo había hecho saber por medio de una carta, y estaba de acuerdo debido a los tristes sucesos que aquejaban a la comunidad mágica. Por eso le extrañó que su padre llegara ese día con regalos sin avisar, también que Kushina prepara una cena un poco más suntuosa que la noche anterior. Pensó por un momento que Sasuke se sentiría incómodo celebrando después de lo que pasó con su madre, pero el Ravenclaw se notaba ameno y ayudaba en la cocina en lo que fuera necesario.

No fué una comida bulliciosa como estaba acostumbrado, el ambiente se sentía cálido y familiar, sobre todo cuando los cuatro se acurrucaron frente a la chimenea para ver qué había traído el cabeza de la familia Namikaze. Sasuke se sentó en un ancho sillón, mientras él se acomodó a su lado sobre el apoyabrazos. Ambos adultos se sentaron en el sofá y todos miraron a su padre cuando de las bolsas que traía sacó una pequeña caja de terciopelo rojo.

—No queríamos celebrar la navidad este año, pero hablando con Kushina, decidimos que no podíamos pasar por alto la fecha si en esta ocasión hay un nuevo miembro de la familia —Sasuke, emocionado, abrió grande sus ojos y miró a Naruto, luego a los Namikaze. Ambos le ofrecieron una sonrisa amorosa.

—Ya basta, vas a hacerlo llorar otra vez. Mira que ha tenido un buen día — se quejó Kushina emocionada.

El pelinegro sonrió y observó su mano cuando Naruto entrelazó sus dedos y apretó.

—De acuerdo —se escudó Minato y le dió la caja a su esposa—. Primero, un presente para el amor de mi vida.

—¡Ay, cielos! — la mujer se cubrió la boca cuando el señor Namikaze sacó un hermoso collar de oro y perla y con cuidado se lo colocó en el cuello mientras ella se levantaba el cabello largo y rojo. La escena íntima y cariñosa hizo sentir orgulloso a su hijo—. Es hermoso, Minato, gracias.

—Naruto... —el chico alcanzó un bolsa de papel marrón atada con una cuerda. Descubrió en ella un uniforme de quidditch de su equipo favorito, los Falmouth Falcons.

—¡Qué genial, viejo! ¡¿Dónde la conseguiste?! —gritó emocionado.

—Un cliente —dijo Minato con sencillez y encogiendo los hombros, le dió otro paquete a Sasuke—. Fué muy difícil escoger un regalo para tí. Primero pensé que un libro con la historia de Mahoutokoro te gustaría, ya que Naruto me contó que estuviste allí tus primeros años de mago, pero Kushina y yo al final decidimos que esto sería mejor. No fué fácil de conseguir, perdona que no tenga un buen ángulo.

Sasuke, después de escuchar al señor Namikaze, asintió y con suavidad rompió el envoltorio. Como en su cumpleaños, recibió otro marco con una foto, pero esta era de su madre. Con la respiración retenida deslizó los dedos por su perfil mientras la imagen se movía cuando la mujer mostraba una suave sonrisa. Sí, había sido difícil de conseguir porque la tomaron a escondidas, pero aunque no estuviera de frente, Sasuke no podía imaginar recibir un mejor regalo. Así que conmocionado abrazó el retrato al mismo tiempo que Naruto lo abrazó a él. Su barbilla temblaba cuando murmuró un "gracias" a los Namikaze. El cómo podían haber personas tan buenas y distintas a su padre y hermano, Sasuke no lo comprendía. Tenía suerte después de todo, de amar a Naruto y de haberlos conocido.

Delante de esa chimenea de hogar cálido, entre risas bajas e historias del pasado, pasaron el resto de la velada mientras bebían chocolate caliente y los adultos unos cuantos tragos de un botella que puso a Kushina a danzar comicamente bajo la vista de los tres. Ya tarde, cuando la mujer apenas podía mantenerse en pie y casi cae sobre la alfombra, Minato la tomó en brazos con facilidad y la elevó.

—Creo que ya llegaste a tu límite, querida. Es hora de dormir

—¡Que esposo tan guapo! —chilló como niña emocionada, pataleando en su agarre.

—Subamos, chicos —ordenó y Naruto, en respuesta, después de asentir apagó la chimenea y Sasuke y él lo siguieron escaleras arriba—. Buenas noches...

—Buenas noches, papá.

—Buenas noche, señor Namikaze —secundó Sasuke y colocó la mano en la manija de la puerta de su habitación mientras los adultos se alejaban por el pasillo.

Naruto hizo lo mismo, pero luego, inquieto, lo buscó con la vista y ambos se miraron por tensos segundos.

—Descansa —deseó.

—¿Dormirás ya? —preguntó Sasuke.

—Sí, yo...

—De acuerdo —dijó con simpleza y cerró la puerta sin más después de entrar.

El rubio tardó unos segundos en darse cuenta de que había desperdiciado una oportunidad preciosa y suspiró ante su idiotez. No podía simplemente ir y tocar su puerta sin parecer un desesperado, así que solo se cambió de ropa y se metió debajo de la frazada de la cama.

En la penumbra, solo rota por el reflejo claro de la noche de invierno por la ventana, se quedó rato viendo el techo de madera. Las vigas y paredes llenas de trofeos que había ganado desde su inicio en el quidditch, en ese momento no le hacían mucha compañía. Entonces, casi a la una de la madrugada, la puerta de su habitación se abrió. Naruto se quedó quieto mientras Sasuke entraba, varita en mano, y la agitaba en el aire.

Revelio... —murmuró el Ravenclaw, pero nada ocurrió— No está de más, por si tu madre puso algún hechizo —sin poder ocultar su emoción, Naruto sonrió amplio y luego se movió para dejarlo acostarse a su lado—. Hace frío.

—Sí —su voz salió más ronca de lo quiso.

—Más que en Hogwarts, el invierno pasado. Para esta fecha esperaba ansioso que entraras a la escuela.

—¿De verdad? —preguntó Naruto emocionado, volteando de lado para enfrentarlo—. Seguro te sentías muy solo.

—Terriblemente solo... Pero ya no —al decir esto, Sasuke extendió su mano y la colocó justo sobre el corazón del Gryffindor. Los fuertes latidos que percibió, lo obligaron a mirar su rostro en busca de una respuesta.

—Estamos solos en una habitación, acostados en una cama... Estoy nervioso —explicó Naruto y resopló una risita apenada cuando mostró su mano temblorosa en el aire.

—¿No que los Gryffindors eran muy valientes? —inquirió Sasuke con diversión, acercándose un poco más y acariciando su pecho con la mano que había dejado sobre su corazón—. ¿Arrojados y atrevidos...?

—Creo que ese sombrero se equivocó de casa, porque ahora mismo estoy muriendo de miedo —suspiró para aliviar la tensión de su pecho mientras observaba la mano de Sasuke.

—¿Por qué? —preguntó el pelinegro y no apartó la mirada de esos ojos azules que lo observaron con adoración. Retuvo el aliento cuando Naruto agarró su cintura y lo atrajo hacia él con algo de rudeza.

—Porque no sé si mi falta de experiencia me permita hacerte sentir con caricias lo loco que estoy por tí —bramó sobre sus labios—. Lo mucho que te amo... que me tienes completamente a tus pies, Sasuke Uchiha; que siempre ha sido así desde que ví tu rostro por primera vez.

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