43. "La advertencia"

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Sentado en la camilla de la enfermería con las manos unidas sobre el regazo, estaba inmóvil y calmado mientras la enfermera, la profesora Tsunade y Kakashi lo examinaban. Se había bañado como pudo, pero su espalda no la había tocado.

—¡Por Merlin, Kakashi! —exclamó la directora de Hufflepuff al ver el estado de su piel.

Sasuke sabía que estaba marcado, pero nunca pensó que tan grave. Quizás la adrenalina del momento le había impedido sentir tanto dolor. Ahora, tranquilo y a salvo, la verdad era que le resultaba una proeza moverse. Volteó un poco para ver sus caras, y la enfermera lo miró con una expresión que solo se podía interpretar como lástima.

—Redactaré un reporte de esto inmediatamente para enviarlo al ministerio. Me temo que vendrán a interrogarte, Sasuke. ¿Estás de acuerdo? —preguntó el profesor.

—Sí... —murmuró el Ravenclaw, bastante bajo.

—No te preocupes, cariño. Te pondré unas hierbas en esas marcas horribles y con un buen hechizo curativo mañana no quedará ni rastro de ellas —Sasuke agradeció con un asentimiento las palabras de la enfermera y luego se quedó a solas con ella.

Lo hizo tomar un gran bol de sopa y un jarabe. Tras acostarlo bocabajo le puso los emplastos y cerró la cortina que rodeaba su camilla para darle privacidad. No sabía de qué era el jarabe, pero pronto y debido también al cansancio, cayó rendido profundamente, con su cuerpo tan pesado que ni siquiera se movió en sueños.

Durmió por horas, tanto que para cuando despertó ya era de noche, pero no se encontraba solo. Sentado en un sillón al lado de la cama estaba Naruto. Su rostro muy serio como nunca lo había visto, el ceño fruncido mientras miraba a la nada, sin darse cuenta de que Sasuke había abierto los ojos. Le alegró tanto verlo, que aún medio adormilado y a pesar de todo lo ocurrido, sonrió de alegría y carraspeó para llamar su atención.

Los ojos azules lo enfocaron con rapidez, se notaba cansado debido a las ojeras y en medio de sus cejas había una línea roja, quizás de juntarlas por demasiado tiempo. Naruto no dijo nada, solo miró su espalda desnuda cubierta de medicamento y luego se acercó para colocar su barbilla sobre el colchón. Sasuke se movió un poco para acariciar su rostro, pero el Gryffindor atrapó su mano antes de que lo hiciera y la sostuvo. Disimuló sus ojos aguados al cerrarlos y rozar su mejilla con la nariz, pero Sasuke se dió cuenta y sintió como el nudo de angustia creció en su garganta.

—Quería hacer el viaje en tren contigo —confezó. Naruto soltó un suspiro entrecortado como toda respuesta—. Sabía que si lograba llegar aquí, me estarías esperando.

Con dulzura, el Gryffindor rozó el dorso de su mano con la punta de sus dedos, todavía callado. Sasuke lo conocía lo suficiente para notar que la culpa lo estaba devorando. Aún sin tenerla, Naruto se haría responsable de todo el mal que le ocurriera. Esa era su forma de ser, por eso estaba tan destruido y ni siquiera podía pronunciar palabra. No iba a expresar lo mal que se sentía mientras él estuviera allí acostado con su espalda marcada. Por eso Sasuke soltó el agarre y sujetó su corbata roja para tirar de él y besarlo, aprovechando la soledad.

Sus labios estaban suaves y cálidos. No sabía que necesitaba tanto ese contacto hasta que lo tuvo, después de eso, pareció que todo mal se alejó y a pesar de que Naruto no le respondió de la misma manera, Sasuke le ofreció una ligera sonrisa al separarse.

—Supe que tus padres pusieron una denuncia...

—Sí —murmuró Naruto, sujetando su mano de vuelta, ahora con veneración—. Mi padre me dijo que podría no funcionar si no hay testigos.  La única manera... sería que tú también denunciaras...

—Lo haré —aseguró.

—Nunca me contaste que era tan... cruel.

—Creo que pasé tanto tiempo viviendo así que me acostumbré. Nunca quise que vieras esa parte de mi vida... Solo quería mostrarte lo mejor, aunque al final has cargado con todos mis problemas —Naruto volvió a suspirar y besó sus dedos, bastante fríos.

—Llevaría al mundo sobre mi espalda por tí —al fin lloró, no pudiendo resistir más. Sasuke observó como las saladas y silenciosas lágrimas rodaban por sus mejillas y luego mojaba su propia mano, pues Naruto aún la sostenía sobre sus labios—. Sufriste tanto, atravesaste todo ese camino hasta aquí y yo solo pude quedarme sentado esperando alguna noticia. Tenía miedo de no volver a verte.

—Estoy aquí gracias a tí. Me diste el medio para huir y tantas cosas por las que vale la pena luchar... Por eso pude enfrentarlo. Yo no iba a rendirme y renunciar a todo lo que obtuve a tu lado. Hace un año no hubiese podido siquiera mirarlo a los ojos.

Sus palabras parecieron tranquilizarlo un poco, pues se acercó y después de darle un leve beso sobre los labios, se quedó largo rato en silencio acariciando ahora su cabello oscuro con lentitud.

Se despidió con el murmullo de un "te amo" cuando la enfermera entró para avisar que la visita había terminado, dejando a Sasuke satisfecho y mucho más relajado que antes. No veía la hora de salir de allí y pasar tiempo juntos. Después de lo ocurrido en su habitación, ni siquiera habían tenido oportunidad de hablar con calma.

Ella revisó sus heridas y al fin quitó los emplastos y colocó unas vendas alrededor de su torso, indicándole que si iba a acostarse sobre su espalda lo hiciera con mucho cuidado. Sasuke obedeció, y a pesar del ardor se volteó, pues estaba entumecido de mantener por horas la misma posición.

Otra dosis del jarabe lo hizo dormir tranquilamente, o al menos hasta altas horas de la madrugada, donde otra vez abrió los ojos y se encontró acompañado. Sin embargo, no era Naruto quien lo miraba desde la esquina oscura de la enfermería, sinó el espectro gris de una mujer antigua. Primero se tensó ante la sorpresa y la intensidad de sus ojos, pero luego se quedó quieto esperando lo que el fantasma de la casa Ravenclaw haría, pues nunca la había visto bajar de la torre en los más de cinco años que llevaba en Hogwarts.

Apretó las sábanas cuando la vió flotar rápidamente hacia él e inclinarse sobre la cama con ese aspecto lúgubre.

—No debiste volver, pequeña águila. El asesino regresó.

—¿El asesino de quién? ¿Qué quiere? ¿Por qué me adviertes a mí? —preguntó en tropel.

—Tienes algo que necesita y cuando se de cuenta...

—¡Dime quién es! —exigió nervioso.

—Solo el de cabello de plata lo vió. Me pidió que te advirtiera —murmuró angustiada y comenzó a alejarse.

—¡Espera! —exclamó Sasuke y se incorporó con un quejido de dolor.

—El reparador hizo un buen trabajo, pero no bastará. Tú serás su remplazo cuando llegue el momento —con ese último mal presagio, Helena Ravenclaw se elevó hasta atravesar el tejado y desapareció, dejándolo hecho un mar de nervios.

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