38. "Enemigos cerca"

535 135 11
                                    

Naruto se levantó muy tarde esa mañana, las heridas de las sanguijuelas le picaban por más ungüento que su madre le puso. Aún no podía creer que hubiese sido capaz de hacerle algo así. Todo un balde de esos bichos sobre él cuando intentó cruzar el pasillo para ver a Sasuke. Era cierto que sus intenciones eran muy poco decentes, pero tampoco tenía su madre que tratarlo como un criminal.

Habían muchas cosas que deseaba hacer con él, a las cuales el pelinegro no era ajeno. Naruto sabía que el Ravenclaw intuía sus deseos, aunque sus escasos encuentros no llegaron más allá de unos ardientes besos y aquella mano atrevida con la que apretó su muslo durante su conversación en el barranco la noche anterior. ¿Hasta donde serían capaz de llegar? Quería averiguarlo, pero como estaban las cosas con su madre, dudaba que pudiera besarlo otra vez antes de volver a Hogwarts dentro de dos días.

Con un gruñido se levantó de la cama, su cuerpo aún débil por la perdida de sangre y algo adolorido. Necesitaba comer para recuperar fuerzas, así que sin perder tiempo se aseó y cambió antes de tocar en el cuarto de Sasuke para bajar a desayunar, pero este no le respondió. Naruto abrió la puerta y notó que la habitación estaba arreglada y vacía. Tenía que estarlo si era tan tarde, se cercioró de eso cuando notó el sol ya bien alto por la ventana. En la cocina tampoco había nadie, su padre debía de haber ido a trabajar, ¿pero dónde estaban su madre y su novio?

Con una mueca de disgusto se asomó por la puerta trasera y por fin los encontró, allá a lo lejos, en la entrada del bosque. No podía escuchar lo que hablaban, pero parecía que Kushina le mostraba unos movimientos con las manos bastante conocidos.

—Ravenclaws... —rodó los ojos con una risita. Sasuke no podía ocultar su sed de aprender.

Por eso a Naruto le dolió demasiado ver como arrojaba su varita. Él amaba ser mago, a pesar de todas las penurias que esto le pudo haber traído. Prueba de ello fué pedirle a su madre que le enseñara a dejar fluir la energía sin varita, como los encontró en ese momento.

Sin otro remedio, buscó algo simple para desayunar en la cocina y se sentó a la mesa. Ellos entraron al poco rato, conversando como si se hubiesen conocido de toda la vida. Sasuke le sonrió al verlo y ocupó un lugar a su lado después de que Kushina le diera los buenos días con un beso en la frente.

—¿Estudiando? —preguntó después de tragar su bocado de pan.

—No todos los días se tiene la oportunidad de aprender de un mago de otra academia —respondió. Parecía extrañamente más animado que el día anterior. Sin embargo, su sonrisa murió un poco al ver una de las marcas de las sanguijuelas en el dorso de la mano derecha del Gryffindor —¿Te duele?

La pregunta fué tan dulce, que a Naruto se le apretó el corazón, junto con el gesto de Sasuke al acariciar la marca con su dedo pulgar. Él esperaba con esos hermosos ojos rasgados y negros a que le respondiera, pero Naruto solo soltó un suspiro.

—Me derrites —confesó, logrando colorear sus mejillas —¡Por Merlin!, que bien se siente poder verte tan de cerca.

—¿Por qué dices esas cosas...? —recriminó avergonzado, buscando la mirada de Kushina, quien los observaba desde la encimera.

—Ese hijo mío es bueno con las palabras, al igual que su padre —resopló— No le hagas mucho caso, Sasuke, o te tendrá comiendo de la palma de su mano el zalamero —Sasuke rió junto a ella, pero luego ambos chicos la miraron extrañados cuando la atención de Kushina fué hacia el bosque.

De su cabeza roja salieron dos orejas de zorro, una transformación incompleta que Sasuke nunca había visto en ningún animago, y que provocó que Naruto a su lado gruñera entre dientes.

—Guarden silencio —murmuró la mujer y se dirigió hacia la puerta.

—Mamá... —el tono de Naruto fué una advertencia, pero ella solo levantó una mano y salió.

Ambos, por la tensión del ambiente, permanecieron nerviosos hasta que ella regresó y cerró la puerta con lentitud. Después de un gesto de su mano, todos los sonidos de la casa, incluyendo un antiguo reloj de péndulo, cesaron, pudiéndose escuchar al fin los pasos de un grupo de hombres crujiendo sobre la nieve.

—¿Muggles? —susurró Sasuke, apenas una respiración. Apretó la mano de Naruto cuando pasaron delante de la ventana y notó armas de fuego en sus brazos. Vestían como tramperos, pero un surtido de varitas en sus cinturones mostraban verdaderamente lo que estaban buscando.

—Los cazadores —murmuró Kushina y sus garras se hundieron en la piedra de la encimera.

Sasuke se estremeció cuando miraron directamente hacia la casa, pero no parecieron ver nada y siguieron su camino poco después. No era de extrañar que buenos magos como los Namikaze, tuvieran barreras para resguardar su hogar, sobre todo con los sucesos recientes.

—¿Qué hacen aquí? Los muggles no llegan tan lejos —exclamó Naruto, caminando con rapidez junto a su madre, quien para entonces ya había recuperado su estado natural.

—Lo siento, chicos, pero ya no es seguro que salgan al bosque —anunció sentida, dejando notar ahora su conmoción—. Le enviaré un mensaje urgente a tu padre.

Los dos la vieron alejarse y luego subir las escaleras.

...

—¿Qué lees? —Sasuke levantó la vista de su libro para ver a Naruto sentarse a sus pies en el largo sofá frente a la chimenea de la sala de estar. El rubio leyó sorprendido el título—. Es bastante lúgubre leer sobre fantasmas.

—Lo encontré en mi habitación. ¿Sabías que los fantasmas pueden incluso recordar cosas tras su muerte que olvidaron en vida?

—Claramente no —rió Naruto y colocó un pie de Sasuke sobre sus muslos, apretándolo en un suave masaje que este se esforzó en vano por ignorar.

—Pues... aquí dice que no importa que pierdan su cuerpo, el alma guarda todo el conocimiento.

—¿Y qué con eso? —Sasuke apretó los labios ante la relajante sensación en sus pies.

—¿No es obvio?

—Ayúdame un poco —pidió Naruto risueño, su mano ahora acariciando la rodilla del Ravenclaw.

—No me concentro si haces eso —reclamó—. Tu madre te arrojará otro balde de sanguijuelas.

—No caigo en el mismo truco dos veces. Esta vez espérame por la ventana.

—¿De qué hablas? —preguntó, haciéndose el desentendido.

—Cuando te pones nervioso finges no saber nada. Se nota bastante si viene de un sabelotodo como tú —Naruto se arrodilló sobre el mueble y se inclinó sobre él, provocando que el pelinegro mirara ansioso hacia la entrada del salón, cerciorándose de estar solos.

—Ya he pasado suficiente vergüenza con tu familia —advirtió bajo, pero Naruto ya estaba tan cerca, que su vista fué hacia los labios cálidos del rubio.

—¿No quieres?

—Quiero muchas cosas —el Gryffindor sonrió ante el atrevimiento— Muchas cosas... contigo —la última palabra fué poco más de un murmullo sobre sus labios—. Pero no es el lugar ni el momento.

—De acuerdo —se retiró, dejando un aire frío en donde antes estaba su cuerpo—. Seguiré esperando entonces. De todas formas ya te tengo en mis manos, y hasta obtuve tu adorable confesión de amor.

—Puedes seguir masajeando mis pies mientras esperas —indicó el Ravenclaw, moviendo los dedos dentro de las medias sobre el regazo del rubio, quien sonrió y gustoso continuó con sus caricias hasta que el fuego de la chimenea se tornó verde y apareció su padre, cargado de paquetes en sus brazos.

OBLIVIATE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora