31. "Huyendo del inevitable dolor"

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Los Namikaze se acostaron temprano esa noche, pero Naruto, al fin acompañándolo en la habitación, le dijo que debían esperar un rato hasta que sus padres se durmieran.

Sasuke se sentía un intruso en esa casa, como si estuviera cometiendo un delito, pero quería con todas sus fuerzas ver a su madre. Su estómago estaba tan apretado, que apenas pudo ingerir la comida que Naruto le había traído, y sus manos temblaban sobre sus rodillas, pues los dos se habían sentado en el suelo, delante de la cama de Namikaze, a esperar.

Cuando suspiró otra vez, el rubio tomó su mano y la apretó. Solo él podía apoyarlo y calmarlo en un momento así, y la angustiosa espera provocó que se le aguaran los ojos.

—¿Qué le dirás cuando la veas?— preguntó Naruto, para romper el silencio. Sasuke sonrió y limpió su mejilla.

—Que la amo, y que la he extrañado demasiado todos éstos años... Le contaré todo lo que he estudiado, y le preguntaré si está orgullosa— murmuró.

—Claro que lo estará— mencionó el rubio —¿Cómo es?

—Muy hermosa, tiene el cabello largo y oscuro, y su piel demasiado blanca. Recuerdo como odiaba colocarse maquillaje, pero si solía peinarse mucho. Su ropa solía ser... no estoy seguro, pero... Recuerdo que siempre traía vestidos muy sencillos y femeninos.

—Suena como una mujer muy dulce.

—Sí, lo es... Siempre tuve miedo de que después de tanto tiempo, se me olvidara como lucía— Naruto notó como la sonrisa triste se borró por completo.

Sasuke había recordado el inevitable hechizo que borraría la memoria de todos los muggles que conocieran la comunidad mágica, y aunque quería reconfortarlo, no encontró palabras para hacerlo, así que solo volvió al silencio.

Casi a las doce, Namikaze abrió un poco la puerta de su habitación y luego regresó, asintiendo y avisando al fin que era hora. Se ocupó de buscar otro abrigo para darle a Sasuke y luego se puso uno él. También le prestó unos zapatos y una bufanda, colocándosela personalmente y luego mirándolo a los ojos.

—Vamos...— dijo en voz baja, Sasuke dió un paso y besó otra vez sus labios, abrió un poco su boca y Naruto agarró su nuca cuando su lengua se rozaron levemente —Por Merlin...— murmuró apenas, con la respiración toda estancada en su pecho.

—Solo te doy las gracias— justificó el Ravenclaw, bastante apenado.

—No he hecho nada aún.

—Sí lo has hecho, has hecho por mí más de lo que crees— mencionó con sentimiento y lo abrazó, siendo encerrado inmediatamente por sus brazos.

Después de estar listos, Naruto abrió la ventana y llamó una lechuza. Sasuke escribió el nombre de su madre en un papel y se la dió, luego lanzó un conjuro que haría que el animal comprendiera que debía buscar a la persona que le habían asignado, y así la vieron despegar. Segundos después, Naruto subió al alféizar y apuntó su varita al aire.

Accio escoba— pronunció, y pronto la vieron aparecer. Era magnífica, con unos estribos dorados que permitían al que la montaba sentarse con comodidad. Naruto saltó y se acomodó, un poco más adelante de lo que acostumbraba, y luego le tendió una mano a Sasuke, sonriendo al ver sus dudas —No temas, estarás seguro conmigo.

El Uchiha asintió y se apoyó en su agarre para sentarse detrás de él. Namikaze colocó su mano alrededor de su cintura y luego rió cuando Sasuke hizo lo mismo con la otra, apretándolo demasiado. Alzó vuelo, buscando a la lechuza con la vista, luego comenzó a seguirla.

—Más despacio...— rogó Sasuke, al ver pasar rápidamente el suelo, muchos metros más abajo.

—No podemos perderla de vista— explicó Naruto —Mira hacia adelante o arriba— aconsejó.

No sabían con seguridad cuan lejos irían, pero esparaban que no fuese demasiado o serían descubiertos por sus padres. Una hora después, en un pequeño poblado a las afueras de Londres, la lechuza se detuvo en un complejo de apartamentos de solo tres pisos, frente a una puerta que estaba rodeada por plantas en macetas, que debido al clima invernal, se encontraban mustias.

Bajaron y rápidamente Sasuke se acercó a la puerta, pero detuvo su mano antes de tocar, volteando a ver a Naruto, quien se había quedado atrás dándole espacio. Éste asintió y tras morder su labio, el pelinegro tocó. Estuvo insistiendo por unos pocos minutos, desesperando cada vez más, pero entonces unos pasos a su costado izquierdo los hizo mirar a ambos al lugar. Los labios de Sasuke se abrieron de manera inconsciente y su barbilla tembló, su madre estaba frente a él, después de nueve años, y casi no había cambiado nada. Traía un abrigo rosa muy sueve y compras en sus manos, su cabello largo recogido en un moño elegante y lentes... Eso era nuevo.

—¿Puedo ayudarlos en algo?— preguntó con amabilidad, y al Sasuke no reaccionar, fué Naruto quien se acercó.

—Buenas noches— dijo —¿Usted vive en ésta casa?

—Sí...— respondió intrigada —¿Me buscaban?— observó a ambos chicos detenidamente, y luego fijó su vista en el Uchiha —¿Estás... estás bien, cariño?

Naruto no entendía lo que ocurría, pero al ver a Sasuke llorar, sus alarmas saltaron.

—No me recuerda...— murmuró apenas.

—¿Son de la facultad?— insistió la mujer.

—Perdone, es que pensamos que aquí vivía otra persona. Nos equivocamos— se apresuró Namikaze y tiró de la mano de Sasuke, pasando junto a la mujer.

El Uchiha no miró atrás, y Naruto lo guió hasta bajar las escaleras y detenerse en un callejón junto al edificio.

—¿Por qué no...?— preguntó, pero sus palabras se quedaron a medias cuando escuchó a Sasuke sollozar.

Lo abrazó con fuerza, y no le importó que comenzara a lloviznar, que sus ropas se empaparan o que la lluvia se convirtiera en nieve. No resistió el llorar con él, en intentar aliviarlo a pesar de la confusión.

—Volvamos...— pidió simplemente y Naruto obedeció, otra vez montando su escoba y haciendo el trayecto en silencio hasta su casa, en medio del bosque.

—¿Sasuke...?— preguntó al verlo caminar en su habitación y comenzar a quitarse de espaldas la ropa mojada, sin impotarle que estuviese mirando. Naruto volteó por simple respeto, y escuchó como abría su armario y tomaba más prendas prestadas —Oye...— volvió a insistir, cuando ya estuvo vestido —¿Qué fué lo que ocurrió? ¿Por qué no te reconoció?

—Porque borraron su memoria... Tiene que ser, porque es la única explicación que hayo para que una madre no reconozca a su propio hijo. No cambié tanto... Yo no cambié...— otra vez rompió en llanto y como una especie de protección y para esconder su sufrimiento, su cuerpo, incluyendo la ropa, se transformó en un gato negro, casi invisible en la oscura habitación.

Naruto se asustó y se acercó con rapidez; Sasuke estaba tan afectado, que buscó su forma animaga para intentar sentir un poco menos, en una especie de autodefensa. Le había pasado una vez, en la única ocasión en la que sus padres pelearon y pensó que Minato se marcharía de la casa.

El gato estaba acurrucado, hecho una bola en el duro suelo de madera, cuando Naruto lo tomó en sus manos y llevó a la cama, acomodándolo sobre una almohada y acostándose a su lado. Acarició su pelaje por largo rato, pero Sasuke solo se movía para respirar, con sus orejas caídas.

—No estás solo— se encontró diciendo, porque su instinto le indicó que eran palabras que necesitaba escuchar. Como respuesta, Sasuke hundió el hocico en la almohada y emitió un maullido tan lastimero, que apretó los dientes con impotencia y también se transformó, rodeándolo entonces con su pelaje rojo, intentando protegerlo de todo.

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