30. "La casa Namikaze"

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El gato negro que tenía en sus brazos, se había calmado ya. Naruto se encontró sentado en el suelo de una habitación solo iluminada por el resplandor de una hoguera. Estaba medianamente aliviado por como habían salido las cosas, pero no se quedaría tranquilo hasta ver a Sasuke regresar a su forma humana.

Acarició otra vez detrás de su oreja y luego lo miró con semblante cariñoso, todo acurrucado en la tela húmeda de su túnica.

—¿Estás cómodo?— preguntó divertido, recibiendo un débil maullido como toda respuesta —Podría estar así contigo toda la noche, pero ahora necesito que regreses, para serciorarnos por completo de que la transmutación salió bien— Sasuke levantó la cabeza y le prestó atención —Imagina tu cuerpo, con todos los detalles que puedas, cierra los ojos y camina hacia él— explicó, dejándolo en el suelo y apartándose un poco.

El gato hizo lo ordenado, agachándose sobre sus patas, pero nada sucedió. Naruto vió como comenzaba a inquietarse nuevamente y volvió a acariciar su cabeza.

—Es normal fallar la primera vez, solo sigue intentando y trata de no ponerte nervioso, ¿de acuerdo?— aconsejó.

Sasuke pasó una de sus patas delanteras por el hocico y luego volvió a agacharse. Bajo los ojos azules del Gryffindor, el pelaje negro comenzó a ser sustituido por una blanquícima piel, y en solo dos segundos dejó de ser un gato, regresando a su cuerpo humano, y completamente desnudo.

Uchiha respiraba agitado y aún sobre sus rodillas, cuando Naruto lo volvió a cubrir con una frazada y luego se agachó a su lado, encontrando su mirada.

—Eso fué aterrador— confesó, dejando caer la frente en su hombro —Todo se hizo tan confuso y simple... de alguna manera.

—Te acostumbras— rió Namikaze —Y también con la práctica lograrás conservar tu ropa.

—Eso sería útil— murmuró Sasuke, con un sonrojo bastante evidente y cubriéndose bien, pero una ceja levantada del rubio lo hizo resoplar —Ya sé que viste todo, pero sigo queriendo mantener mi privacidad.

—Yo no he dicho nada— se excusó Naruto —Acordamos no hablar de eso. Yo respeté tu cuerpo, y tú el mío, ¿verdad?— se encogió de hombros, pero miró de reojo la reacción de Sasuke, quien solo escondió la mitad de su rostro en la frazada y asintió —Y por ahora me bastan tus besos— dijo en voz baja

—¿Qué quieres decir?— indagó el pelinegro.

—Nada— se puso de pie y le tendió la mano para ayudarlo —Será mejor que volvamos, el tren sale temprano. Encontrémonos aquí para que te vuelvas a transformar.

—Sí— acordó, inclinándose para tomar su pijama del suelo —¿Puedes... darte la vuelta?— preguntó.

—Claro...— sonrió Naruto y giró sobre su eje, dedicado entonces a apagar la hoguera antes de dejar la cabaña.

— sonrió Naruto y giró sobre su eje, dedicado entonces a apagar la hoguera antes de dejar la cabaña

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