33. "La curiosa varita de cerezo"

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Sasuke miraba en silencio como Naruto sonreía, mientras ayudaba a su mamá a secar los platos. El increíble enojo de Kushina había pasado, y ahora sin dudas se mostraba feliz de tenerlo en casa. Ella era bajita, incluso más que su hijo, quien lucía como todo un hombre a su lado. Al parecer una sonrisa triste e inconsciente escapó de sus labios, cuando lo vió rodear los hombros de la señora Namikaze en un cálido y rápido abrazo, pues Minato, quien seguía a la cabeza de la mesa, volvió a darle otra palmada en la espalda.

Quizás ese gesto era algo que Naruto había heredado de sus costumbres, pues recordaba al rubio haberlo hecho en más de una ocasión cuando empezaron su amistad en el colegio de magia. El Ravenclaw, entonces algo avergonzado, miró el vaso de jugo que aún tenía entre las dos manos y luego suspiró, no sabiendo como sentirse exactamente después de todo lo que había ocurrido o que pasos dar a continuación.

—Papá, ¿sabes que Sasuke tiene una varita de cerezo?— preguntó Naruto entusiasmado, rompiendo el silencio y regresando a la mesa. Minato abrió grande sus ojos azules de la sorpresa.

—¿En serio?— exclamó —Eso es un gran logro, incluso entre los magos japoneses.

—Muéstrale, Sasuke. Mi papá sabe mucho de ellas— insistió el rubio.

—No me adules— rió el señor Namikaze, quitándole importancia.

Sasuke asintió y levantó su mano en el aire.

Accio varita— llamó y la mencionada llegó volando hasta su agarre a los pocos segundos, desde el piso superior. Con las dos manos se la ofreció al mayor, quien para su sopresa la tomó de la misma forma y con mucho respeto.

La expresión de Minato era de fascinación, pero pronto un ceño fruncido alarmó a Sasuke y a Naruto a la par.

—¿Ocurre algo?— preguntó el rubio.

—Es idéntica...— murmuró el fabricante, deslizando un dedo por los brocados de plata y luego por la lacada madera —¿Será?

—¿Está todo bien con ella?— insistió Sasuke, algo preocupado y hasta Kushina se unió a la observación.

—Sí, pero...— el mayor se puso de pie y les hizo una seña a ambos chicos para que lo siguieran —Hace años reparé una varita tan parecida a esta que me dan escalofríos— rió.

—¿Es la misma?— inquirió Naruto, asombrado y recordando el relato de su padre. Los dos caminaron tras Minato hasta el final de un pasillo donde supuestamente debía terminar la casa, pero tras abrir una puerta, un gran taller lleno de materiales y herramientas se mostró.

—No lo creo— murmuró el señor Namikaze —A los alumnos se les suele dar su primera varita virgen. A no ser que sea heredada...— giró a mirar a Sasuke, pero este negó.

—Mi mamá la compró en una tienda de varitas, allá en Kanto. Ella me escogió.

—Ya veo ¿Me permites examinarla más a fondo?— preguntó, señalando una especie de concurrido escritorio con un círculo de runas marcado en la madera del centro. Sasuke sabía que era magia avanzada para descubrir hechizos y encantamientos.

—Tranquilo, papá es un experto— aseguró Naruto y el Uchiha al final asintió, dando el permiso.

Minato se sentó delante de la mesa, poniendo la varita en el círculo de runas mientras ellos ocupaban cada uno un lado, atentos y curiosos a lo que sucedería.

Revelio...— dijo el mayor, apuntando con su propia varita, una blanca al igual que la de Naruto, a la de Sasuke. El círculo brilló y las runas pasaron rápidas por delante de sus ojos, provocando a medida que sucedía tanto risitas como suspiros de asombro y ceños fruncidos en el señor Namikaze. Minutos después, la magia cesó y Minato suspiró, observando la varita por última vez antes de girar y dársela a Sasuke —Nunca dejan de asombrarme, que curioso— admitió.

—¿Descubriste algo? ¿Es la misma que reparaste?— preguntó Naruto en tropel.

—No, no es la misma. Aunque es casi tan vieja como aquella. Suelo ponerle un hechizo de protección muy particular a la madera, escrito por mí, y esta no lo tiene. Pero es de un árbol muy antiguo de material tanto valioso como caprichoso— sonrió —Eres el primer dueño de la varita, pero no el único.

—¿Qué? ¿Cómo puede tener dos dueños?— preguntó Sasuke, muy confundido y algo asustado, pues el señor Namikaze le acababa de decir que su más preciado recuerdo no le pertenecía a él solamente.

—No lo sé.

—¿Y quién es el otro mago?— insistió Naruto.

—Tampoco lo sé— repitió el mayor —Pero no debes preocuparte por eso, su fidelidad está contigo, y la pluma de thunderbird que tiene de centro no cambia fácilmente de opinión una vez que elige amo— le explicó a Sasuke y este no tuvo más remedio que asentir y resignarse a quedarse con la duda.

—Si ya terminaron, vengan...— interrumpió Kushina, asomando la cabeza por la rendija de la puerta del taller —Tengo el castigo perfecto para ustedes— añadió con una sonrisa bastante retorcida que hizo temblar a su hijo —Ah, y dejen sus varitas. Sin trampas— añadió y se fué.

—Bueno, chicos, no puedo decir que no se lo ganaron. Solo les deseo suerte— dijo Minato, sacudiendo el pelo de ambos antes de salir también del taller.

—¿En serio? ¡¿Tenía que ser esto?!— protestó Naruto mientras ambos subían con paños, cubos y plumeros hasta lo más alto de la casa Namikaze

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—¿En serio? ¡¿Tenía que ser esto?!— protestó Naruto mientras ambos subían con paños, cubos y plumeros hasta lo más alto de la casa Namikaze.

—Solo es limpiar un desván— señaló Sasuke.

—Es que no has visto nuestro desván— advirtió el rubio e hizo una mueca de desagrado al abrir la trampilla y encontrar el estrecho lugar aún peor que antes.

Sasuke levantó sus cejas finas y oscuras. La estancia apestaba a humedad y tenía una infinidad tan grande de objetos raros y diversos, que no sabía ni hacia donde mirar. Cajas, muebles, cachivaches de todo tipo, sin contar la gran cantidad de telarañas en las vigas y alimañas que pululaban por el suelo de madera.

—Por Merlín...— murmuró.

—Te dije— suspiró Naruto y entraron ambos. El rubio se movió como pudo entre los tarecos hasta alcanzar una pequeña y redonda ventana al final para poder abrirla. Con la brisa invernal que entró, una nube de polvo se levantó y los hizo toser a ambos —Mamá no se mide con los castigos. Y ni siquiera podemos usar magia para terminar rápido— se quejó con amargura.

—Está bien, nos lo merecemos— admitió Sasuke —Ahora veo que fué una gran locura pedirte que hicieras todo eso. Poniendo hasta tu vida en riesgo y la felicidad de tu familia... Ni siquiera valió la pena— el tono arrepentido del Ravenclaw, estrujó el corazón de Naruto hasta el punto que no pudo resistir atravesar otra vez la selva de objetos para abrazarlo.

—Y lo haría mil veces— aseguró el Gryffindor con convicción. Apretando más su cuerpo cuando Sasuke correspondió el abrazo.

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