23. "Cartas"

1.1K 278 114
                                    

Los días pasaban demasiado lentos, tal parecía que el reloj se había congelado y las manecillas apenas avanzaban. Estar en la mansión era muy aburrido, al menos en la academia, aunque siempre estuvo solo, habían ocasiones en las que escuchaba las conversaciones a su alrededor o se entretenía buscando respuestas a sus dudas con los profesores; pero en esa casa nadie le hablaba.

Su hermano mayor venía a cenar pocas veces debido al trabajo, y a Sasuke tampoco le agradaba tratar con él. El elfo doméstico solo lo hacía por obligación y con desprecio, ¿y qué decir de su padre? Si fuese borrado del mapa en ese preciso instante, a Fugaku no le importaría.

A veces, cuando ya de tanto leer, las letras se hacían borrosas, descendía desde el ático hasta el jardín trasero de la mansión. Habían rosales sin flores, y en los años que llevaba ahí, nunca vió ninguno florecer; eran las espinas amenazantes las que adornaban las lúgubres plantas. En el centro, una fuente mohosa y vieja, con agua estancada y llena de renacuajos. Allí se agachaba a observarlos nadar de un lado a otro, y acercarse a veces a la superficie en busca de oxígeno.

Sacando su varita del bolsillo, recitó un conjuro y formó una esfera de agua, atrapando a uno de ellos, que comenzó a nadar en círculos intentando salir en vano.

—No es divertido, ¿verdad?— murmuró —Lo siento, ranita— añadió y deshizo la esfera, liberándolo con el resto de sus hermanos.

Se sentó en el muro, entonces a mirar el cielo. Ese azul tan apagado no era como sus ojos, esos que recordaba cada día junto con la silenciosa promesa de algo más, en cuanto septiembre arribara ¿Qué pasaría? Sasuke no estaba seguro, pero lo que si sabía era que lo daría todo por poder permanecer a su lado, a pesar de lo que las malas lenguas pudieran decir.

Entonces un ave llamó su atención, al ésta acercarse, notó que era una lechuza, pero no la de los Uchiha. Pensó que quizás había llegado un mensaje para su padre, pero cuando el emplumado animal se posó justo a su lado en el muro para dejar un sobre e irse, rió nervioso al darse cuenta de que era una carta de Naruto.

—¿Te llamé con el pensamiento?— preguntó, mientras de manera apresurada sacaba el escrito, teniendo cuidado de no romper el sobre.

Allí estaba su letra, pero Sasuke no la leyó inmediatamente, sinó que corrió de regreso a su habitación y después de hechizar la puerta, se arrojó a la cama, dejó el papel sobre el colchón y lo tocó con la punta de su varita negra.

Vox scriptor— conjuró y el texto comenzó a leerse solo, con la voz de Naruto. Entonces cerró los ojos y escuchó.

"Intenté esperar un poco para escribirte, porque sería extraño hacerlo al día siguiente de habernos despedido, pero ya no pude aguantar otra semana ¿Recuerdas el regalo del que hablaba mi madre? Resultó ser una Saeta de Fuego, la escoba más rápida. Estoy muy entusiasmado con ella, y pensé, si te animas, podrías visitarme alguna vez y dar un paseo conmigo, aunque sé que no te gusta mucho volar..."

—Sí iría...— murmuró.

"También estoy ayudando a mi padre en la tienda de vez en cuando, quizás esperando que algún día necesites algo de Diagon Alley y pueda verte aunque sea unos minutos, porque decir que te extraño, es poca cosa. Siempre disfruté la escuela, a pesar de mis malas notas, pero éste curso que pasó fué el mejor de todos, porque al fin pude ser tu amigo y verte reír en más de una ocasión ¿Estás cuidando mi snitch? ¿Te acuerdas de mí aunque sea un poco? Quisiera saber todo lo que haces, si también quieres ya regresar y si me darías otro abrazo como el último, pero la próxima vez, que sea de bienvenida. Estaré esperando tu carta."

Sasuke suspiró y volvió a lanzar el hechizo para escuchar todo de nuevo, después de un rato, se dió cuenta de que lo había hecho unas cinco veces y ya podía repetir las palabras de Naruto. Entonces tomó la carta y la dobló con cuidado ¿Qué podría escribirle él, si nunca hacía nada? ¿Mentiras?

"Estoy feliz también por tu regalo, quisiera haber visto tu cara de bobo al recibirlo. Yo estoy bien, así que no te preocupes por mí, solo sígueme contando lo que haces cada día, si no te molesta. No olvides los estudios, continúa ayudando a tu padre. Sigue siendo el mismo de siempre, porque es a quien quiero ver cuando regrese en sexto año a Hogwarts"

"¿Por qué tu carta es tan corta? Apenas me dejaste disfrutarla. Incluso al escribir eres escueto. Le he hablado tanto a mamá de tí, que ya quiere conocerte y prometió darme una enorme caja de dulces para llevarte en septiembre (...)"

Así las cartas se volvieron habituales cada tres días, y esas pequeñas alegrías hicieron su estancia en la mansión, mucho más amena. Le molestaba menos la indiferencia de su padre, y a veces incluso no bajaba a comer simplemente para que no le arruinara su buen humor. En las noches escuchaba cada uno de los textos, e incluso imaginaba su rostro y expresiones mientras las escribía.

El día de su cumpleaños, además de una nota, recibió un paquete que contenía un marco con una foto de su grupo. En los segundos que la imagen se movía, todos sonreían alegres, incluso él; quizás porque Naruto estaba a su lado, con el brazo sobre sus hombros.

Una tarde de jueves, después de soltar una lechuza con la respuesta a la última carta de Namikaze, Sasuke entró a la mansión y se encontró con Fugaku e Itachi en uno de los salones que atravesó. Hizo una leve inclinación de cabeza dispuesto a seguir su camino, pero el mayor de los Uchiha, para su incomodidad, le ordenó que tomara asiento.

No lo requería para nada en especial, simplemente le gustaba mandar a todos a su alrededor y disponer del tiempo de las demás personas. Itachi estaba leyendo el diario "El profeta" y Sasuke tuvo también la intención de buscar una lectura, pero al levantar la mano para llamar un libro, su padre lo miró severo, así que la bajó.

—¿A quién le mandas tantos mensajes?— preguntó serio e Itachi levantó la vista.

—A un amigo del colegio— respondió sin emoción en su voz.

—No sabía que tenías amigos— señaló.

—¿Por qué no va a tenerlos, padre?— preguntó Itachi.

—No lo sé, quizás por antipático— se encongió de hombros el mayor —¿Cómo se llama ese amigo?

—Naruto...

—¿Naruto, qué...? ¿Aún no aprendes que el apellido es importante?

—Namikaze— añadió y Fugaku hizo una mueca.

—Ah, el hijo de Minato. Es cierto que tiene tu edad.

—Es el mejor fabricante de varitas, sin dudas— dijo Itachi —Hizo toda una cadena comercial después de la muerte de Garrick Ollivander.

—Un hippie con talento. No estoy de acuerdo para nada en denigrar el apellido de su familia trabajando como un obrero— observó Fugaku —Seguro que su hijo es igual de extraño.

—¡No digas eso!— exclamó Sasuke, ganando atención de los dos y el ceño fruncido de Fugaku —¿Cómo puedes juzgar a personas que no conoces?

—Ven...— dijo el mayor y señaló el suelo delante de él. Sasuke apretó sus puños al ponerse de pie, se acercó y frunció los labios al recibir una sonora cachetada —Lo que yo diga, no se rebate. Parece que sigues siendo un mocoso malagradecido.

—Yo nunca te he pedido nada... yo no quice venir ni dejar a mamá...— con otro golpe en la mejilla, el nudo en su garganta creció hasta hacerlo llorar.

—No hables de sucios muggles en ésta casa, ya tengo suficiente con que seas mestizo y un inútil que ni siquiera pudo llegar a ser un Slytherin. Te falta ambición, clase; si no tuvieses parecido con tu abuelo, ni siquiera pensaría que eres mi hijo— Sasuke miró de reojo a Itachi, pero éste otra vez ignoraba todo, mientras seguía leyendo su diario —Estarás el resto del verano encerrado en tu habitación, y se acabaron los privilegios. Ya no recibirás ni enviaras cartas a nadie.

OBLIVIATE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora