27. "Un triste cumpleaños"

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Definitivamente Hogwarts había dejado de ser la escuela de siempre. Muchos alumnos afectados por la nueva ley, ni siquiera bajaron durante toda una semana a tomar clases, en forma de protesta por obligarlos a separarse de sus seres queridos. Entre ellos se encontraba Sasuke. Pocos estaban en la situación de Sakura, donde sus dos padres olvidaría por siempre que hubiesen tenido una hija; pero la mayoría eran mestizos, los cuales serían obligados a separarse de uno de sus progenitores y el matrimonio de éstos quedaría disuelto permanentemente.

El Ravenclaws había esperado casi nueve años con la esperanza de reencontrarse con su madre, y ese anhelo se borró cuando, aunque pudiese verla, ella ni siquiera lo recordaría. A su hermano no pareció impotarle al él confrontarlo, y sabía que su padre se alegraba de lo sucedido. Otra vez se sintió apartado del mundo, hundido, sin nada que pudiera alegrarlo, pues también los deseos de enfrentar a Naruto eran realmente nulos. Su desinterés por la vida creció a tal grado, que volvió a negarse a entablar conversaciones con sus compañeros de cuarto, quienes respetaban su dolor y solo lo dejaban ser.

El director Obito, al no poder controlar la situación, le impuso a los alumnos faltantes que bajaran a tomar sus clases bajo castigo de expulsión si no lo hacían, y fué entonces como después de días, Namikaze logró encontrarse con Sasuke otra vez.

Lo llamó, incluso tiró de su brazo al ver que no lo escuchaba, pero el pelinegro solamente se deshizo del agarre y siguió su camino.

¿Hasta ahí había llegado todo? Sasuke no veía como podía seguir adelante cuando su mayor deseo había sido destruido, cuando lo condenaron a estar separado para siempre de su madre. Sin embargo, durante su pena, la rabia no le permitió soltar una sola lágrima, solo regresó a su máscara fría.

Un viernes, después del atardecer y cuando todos menos él, habían bajado para cenar dejándolo solo, levantó la vista sorprendido al ver a Hinata entrar en la habitación, pues las chicas tenían prohibido subir a los cuartos de los varones. Ella caminó hasta su cama con el ceño fruncido y cruzó los brazos.

—Lo olvidaste, ¿verdad? —inquirió.

—¿Qué haces aquí? Te van a regañar —señaló sin ganas.

—Sasuke, sé que duele. Por Merlín, todos estamos destruidos con la noticia, pero no hagas a un lado a los que te queremos —aconsejó severa, sin embargo él, solo volteó la cara— Hoy es el cumpleaños de Naruto —Sasuke apretó sus puños a un lado y cerró los ojos fuertemente, intentando esconder su vergüenza—. ¿Ni siquiera le dirigirás la palabra?

Viendo que no respondía, Hinata suspiró y salió de la habitación dando un portazo.

¿Qué estaba haciendo? Maldijo al sentir el nudo en su garganta y luego estiró la mano para buscar la snitch dorada en una gaveta de su mesita. No había tenido una oportunidad para devolverla, debido a todos los acontecimientos, porque sabía que cuando lo hiciera, se vería obligado a confesarse y no era el momento, no quería marcar ese día como una fecha triste, aunque ahora no sabía si Naruto seguiría interesado después de haberlo rechazado tan fríamente.

Al fin se atrevió a envíale un mensaje, y lo citó en un pasillo elevado de la torre Ravenclaw que casi nadie visitaba, el cual tenía vista al bosque. Se colocó su bufanda, no sin antes frotar inconscientemente su nuca, donde el Namikaze había dejado equel beso fugaz; entonces bajó las escaleras, atravesó la puerta del águila y caminó por lo corredor hasta aquel lugar apartado. Esperó por un rato bastante largo, incluso comenzando a pensar que él no vendría, y apretando su pecho ante la punzada de decepción.

—No deberías estar solo... —una voz femenina y aterciopeda lo hizo mirar a un lado, encontrando al fantasma de la Dama Gris, al final del balcón, flotando junto a una columna.

—¿Disculpe? —raspó curioso, pues el fantasma rara vez hablaba con los alumnos.

—Él está aquí —murmuró.

—¿Él, quién?

—El asesino...

Sasuke no tuvo tiempo de reaccionar a aquella advertencia, la Dama desapareció y entonces escuchó pasos que lo hicieron voltear para encontrarse a Naruto acercándose, serio y con las manos en los bolsillos de su pantalón.

Las suyas empezaron a temblar al tener que encararlo, y más porque el Namikaze se veía realmente enojado.

—¿Para qué me llamaste? —preguntó con voz severa.

—Es tu cumpleaños, aunque no tengo... un regalo —murmuró lo último.

—¿Te acordaste? —indagó con sarcasmo. Sasuke nunca había escuchado ese tono en él.

—En realidad... Hinata... —dejó de hablar cuando Naruto resopló una risita de impotencia— ¿Por qué haces eso? —preguntó sin pesar.

—¿Qué harías tú, Sasuke? —inquirió— Dime, ¿qué harías tú si una persona que quieres un día te da la espalda sin más? —el pelinegro dejó de respirar al escucharlo— Llevo semanas intentando hablarte, apoyarte, y solo me has hecho a un lado. Y lo más jodido de todo es que ni siquiera te puedo reclamar, por lo que estás pasando; ¡pero duele! —exclamó alzando la voz.

—¡Naruto, mi mamá...! —gritó, pero calló al verlo negar.

—Y los de Sakura, y la de Temari... —enumeró— ¡No eres el maldito ombligo del mundo, Uchiha! —Naruto cerró los ojos para evitar llorar y luego se apoyó en baranda, dándole la espalda— Luzco como un verdadero imbécil reclamándote —raspó dolido— Perdóname... Perdóname... es que... —balbuceó arrepentido y entonces se volteó rápidamente al escuchar un sollozo.

Sasuke estaba llorando. Al fin, después de semanas de aguantar, se deshizo en lágrimas y pronto se vió envuelto en un fuerte abrazo. Naruto lo apretó contra su pecho y lloró con él, no pudiendo resistir al ver como el chico que amaba sollozaba como un niño pequeño.

—Mi mamá...

—Lo siento, Sasuke. En verdad lo siento mucho —bramó.

Lo balanceó ligeramente en su brazos por largo rato, hasta que las lágrimas comenzaron a secarse en el rostro del pelinegro, dejando sus mejillas frías, pero no se soltaron aún así.

—No me apartes... Te amo... —rogó Naruto. Sintió a Sasuke negar y apretar su ropa—. Lo he hecho desde hace tres años, y daría cualquier cosa por tí, con tal de no verte triste. Lo que sea... Solo, no te vuelvas a alejar.

—No... —raspó con voz muy baja—. Quiero verla... antes de... Aunque sea una vez.

—Hallaremos la forma —se apresuró a decir y sostuvo sus hombros para mirarlo a la cara— Te ayudaré —Sasuke asintió con la cabeza baja y luego sus orejas se pusieron rojas cuando Naruto acomodó uno de sus mechones oscuros.

—Yo también —habló en voz muy baja y el Gryffindor sonrió levemente, entendiendo su penosa confesión.

—Lo sé, pero... — suspiró— ahora, con todo lo que está pasando, mi felicidad por ello es amarga —raspó dolido y otra vez lo abrazó con fuerza.

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