32. "Regaños"

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Como la grave situación de la noche anterior había hecho que se olvidara de cerrar la ventana, los rayos del sol entraron fuertes al amanecer, a pesar del invierno, y le pagaron justo en el rostro. Naruto abrió los ojos, confundido al verse acostado debajo de una gruesa frazada, en su forma humana y con Sasuke en los brazos. No sabía como había pasado, pues solo recordaba haberse acurrucado con él en su forma animal.

Las sutilezas de esos hechos se le pasaron por alto, pues verlo dormir, con sus ojos un poco hinchados de haber llorado y abrazado fuertemente a su cuerpo, se sentía cumpablemente bien. Sasuke batió lentamente sus pestañas largas y oscuras cuando lo sintió moverse, y esos ojos negros y lastimeros enfocaron los celestes. Naruto tragó duro, pedían ayuda y consuelo a gritos, ¿y qué podía hacer, teniendo solo diecisiete años? ¿Qué pudiera decirle para consolarlo que no se escuchara repetitivo o falso?

Él lo seguía observando en silencio, sin apartarse ni un centímetro de su lado, pero al Naruto removerse un poco inquieto, dió la casualidad que debido a sus pies enredados, una rodilla de Sasuke tocó justo entre sus piernas, haciéndole notar a ambos una vergonzosa erección matutina. El Ravenclaw abrió más los ojos y el rubio no sabía donde ocultar su rostro enrojecido, sin embargo, y para su suerte o desgracia, los toques insistentes en la puerta hicieron que ambos se separaran de un brinco.

—¡Naruto, baja ya a desayunar! ¡Mira la hora!— llamó su madre —¡Ah... y estás en problemas, jovencito! ¡Dile a tu amigo que baje también!

—¡Rayos, rayos, rayos...! ¡¿Cómo se enteró?!— maldijo el Gryffindor entre dientes, poniéndose de pie y buscando sus zapatos por el suelo.

—¿Ahora qué hacemos? Te he metido en problemas— señaló Sasuke, muy apenado y nervioso.

—Estaré bien...— resopló risueño, pero con un tono bastante falso —Recemos porque mi padre aún no se haya ido a trabajar— añadió inquieto y le tendió una mano para que saliera de la cama. Sasuke se puso de pie frente a él y aceptó gustoso el abrazo que le dió.

—¡¡Naruto!!— se escuchó el grito desde el piso inferior y obligándose a ignorar todo lo demás, dejaron la habitación con rapidez.

Sasuke lo siguió escaleras abajo, intentando peinarse un poco para estar algo presentable, pues ya era demasiado penoso haber invadido el hogar de los Namikaze y usar ropa de su hijo. Estaba acostumbrado a ser reprendido por su padre, algunos gritos no lo iban a asustar, pero sabía que los familiares de Naruto eran buenas y amables personas, y eso por alguna razón lo avergonzaba más.

Al llegar al comedor de la cocina, vió a un hombre rubio y serio leyendo el periódico al extremo de la larga mesa, servida con platos de tostadas, huevos revueltos, unos dulces que se veían bastante apetitosos y jugo de naranja. El señor Namikaze levantó la vista de su lectura y Sasuke esperó que dijera alguna cosa, pero solo suspiró cansado y luego soltó una risita de resignación.

—Buen día, papá...— murmuró Naruto y Sasuke también saludó, pero casi no se le escuchó.

—¡¿Buen día?!— gritó la señora Namikaze desde afuera y entonces entró a la cocina por la puerta del patio con un par de tomates frescos en las manos —¡¿Cómo se les ocurre a ambos salir de noche, con todos esos locos psicópatas y asesinos sueltos?! ¡¿Acaso no tienen noción del peligro?!

—Lo siento.

—Disculpe, señora, fué mi culpa. Yo le pedí a Naruto que me llevara a ver a mi madre...— justificó Sasuke apresurado, pero ella lo interrumpió levantando un dedo.

—¡Tú...!— señaló a su hijo —Lava estos tomates y sírvelos en la mesa.

—Sí, mamá— respondió Naruto. Sin esperar un segundo y con la cabeza baja, retiró los vegetales de las manos de su madre y luego se encogió cuando la mujer hizo ademán de darle un coscorrón.

—¡Este niño...!— siseó —Siéntate. Sasuke, ¿no?— preguntó, señalando un lugar en la mesa y haciendo que notara por primera vez que habían cuatro platos en ella.

—Sí...— respondió apenas y ojeando también al señor Namikaze, quien ya había dejado su diario a un lado.

—Es increíble como Minato y yo, justo hace poco hablábamos de tu situación. No es un secreto para nosotros que tu madre es muggle— el Ravenclaw miró a Naruto, de espaldas en el fregadero, pero la señora Kushina negó —No fué él quien nos dijo— señaló.

—Fugaku no puede esconder todo lo que él llama "errores"— dijo el señor Namikaze —Tu descendencia es de dominio público para cualquier padre de sexto año en Hogwarts. Al Naruto no parar de hablar de tí, nos entró la curiosidad de saber quien eras en realidad— Sasuke frunció un poco el ceño, pero solo un instante, pues aunque hablaban de su madre, ninguno de los dos tenía la expresión de desagrado o desprecio a la que estaba acostumbrado cuando ella era el tema de conversación.

—En verdad lo sentimos, cariño— dijo Kushina, estirando su mano para alcanzar la de él. Y fué aquella mirada maternal y sincera la que hizo que los sentimientos de la noche anterior regresaran y arremolinaran lágrimas en sus ojos otra vez —¿Lograste hablar con ella?— el jovencito negó.

—Por alguna razón, su madre no lo recuerda— explicó Naruto, colocando las verduras ya picadas en la mesa y sentándose a su lado.

—Pero el hechizo desmemorizante no es hasta el fin de año— señaló Minato, algo confundido.

—Fué mi padre— murmuró Sasuke y escondió sus manos debajo de la mesa cuando notó sus dedos temblar —Tiene que haber sido él, porque es imposible que ella me olvidara— repitió y levantó la vista, buscando en Kushina la veracidad de sus palabras. Una madre no olvida.

Ella cubrió su boca con una mano y se recostó en su silla, miró a su esposo y por un momento pareció que estaban hablando mentalmente, pues luego ambos suspiraron a la vez.

—Entendemos porqué hicieron esa locura, pero eso no significa que esté bien y que no vayan a recibir un castigo— señaló severa.

—¿Y cómo saliste de Hogwarts?— preguntó Minato, mordiendo luego una tostada. Sasuke miró a Naruto y este se cubrió el rostro con el plato vacío antes de contestar.

—Se convirtió a animago...— murmuró en un chillido.

—¡¿QUÉ?!— gritó su madre, dando un fuerte golpe en la mesa.

—Kushina, respira— rió el mayor

—Este niño me va a matar, Minato ¡Me va a matar de un infarto!

—También fué mi idea— protegió Sasuke, poniéndose de pie y haciendo una reverencia. No hacía el gesto desde que era pequeño. Esa simple acción de respeto que ahora los Namikaze recibían de ese niño triste, avergonzado, pero también muy agradecido —Entenderé si no quieren que seamos amigos...

—¡Oye...!— protestó Naruto asustado y miró con desesperación a su padre.

—¿Por qué no dejamos de discutir y solo comemos?— preguntó Minato y dió dos palmadas en la espalda de Sasuke de manera fraternal —Siéntate. A pesar de todo, nos alegra que nos estés visitando.

—Eso es verdad— sonrió Kushina, después de lanzarle una mirada de advertencia a su hijo —Aunque me gustaría haber sido avisada para poder atenderte mejor.

—No, no... esto es perfecto— añadió Sasuke apresurado cuando ella señaló los alimentos —En serio, es... realmente bueno— sollozó mientras comenzaba a comer.

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