Capitulo diez: Suerte

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Por la mañana sentía un horrible dolor de cabeza, como si alguien estuviera taladrando desde dentro de mi craneo, ahora recuerdo el porque esa botella tenía meses guardada.

Ya no tengo 18 años cuando podía perderme en alcohol durante las reuniones y al día siguiente estar más fresca que una lechuga recién cortada.

La alarma sonaba, sostuve la almohada contra mi rostro dando un pequeño grito ahogado.

—¡Ya escuché! —grite.

Claro como si el tonto aparato pudiera escucharme y dejar de hacer ruido con solo mi grito.

Estiré mi brazo para tomar el teléfono móvil y apagar la alarma, quite la almohada de mi cabeza y me gire para quedar boca arriba, suspiré.

Una pequeña línea de luz se filtraba por las persianas del ventanal y caía directo a mi rostro.

Me levanté y camine con pasos perezoso hasta el baño hice mis necesidades y lavo mi rostro, tome los lentes que uso por las mañanas ya que sin ellos no puedo ver más que manchas borrosas.

Hoy no pongo música, me dedico hacer mi rutina de las mañanas en silencio, preparo un rico té y lo sirvo en mi taza, hoy solo tengo trabajo desde casa. Camino de regreso a mi cuarto y abro el gran ventanal que da a un balcón.

Tomo una gran bocanada de aire fresco, las ventajas de vivir en esta parte de la ciudad es que los edificios y rascacielos comienzan a ser más ecológicos y sus áreas verdes son más grandes, lo que se traduce a más aire fresco y una bonita vista.

El aire entra por mis fosas nasales hasta mis pulmones mientras mis ojos se mantienen cerrados, un enorme sentimiento de paz me inunda, tomo un poco de te de mi taza que sostengo con ambas manos.

—Buenos días vecina— abro mis ojos ante el saludo de una voz que reconozco.

Lo veo en el balcón frente al mío. Su cabello despeinado, con un pantalón de pijama a cuadros, típico, con el torso desnudo una sonrisa que haría caer a cualquier adolescente.

—Vecino — lo saludé, para dar otro sorbo al líquido en mi taza.

Parecía que iba hablar pero el fuerte sonido de mi teléfono móvil llegó hasta el balcón.

Prácticamente corrí para tomar el pequeño aparato en mis manos, dejando al castaño solo. El nombre del británico brillaba en la pantalla.

Mi corazón late con fuerza. Contesto.

—Buenos días —Saluda Quinn del otro lado.

—Hola —respondo —lamento lo de anoche yo no la envié, no quiero que pienses mal, los acabo de conocer y el chico de la foto no es nadie.

Hablo tan rápido que no me sorprendería haberme equivocado en algunas palabras o pensar si Quinn realmente me entendió.

Ríe.

Esa risa.

—No tienes porque darme explicaciones, tranquila, no espero que solo hables conmigo, estoy muy seguro que tienes demasiados amigos. —hace una pausa, su voz suena tan tranquila y serena que me tranquiliza a mi — no puedo ponerme celoso por cada hombre con el que hables o se te acerque.

Por un momento mi mente me grita a que dirá algo así como que "no somos nada" o "no somos exclusivos".

Pero no, Joe no es así.

—Yo, lo lamento — me disculpo y bajo un poco la mirada —la costumbre supongo.

Él frunce el ceño.

—No sé como fue con tus exes, pero yo no soy así —se abre paso una linda sonrisa entre sus labios — Además apuesto a que soy más atractivo que el chico de la foto.

Contigo siempre      Joseph Quinn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora