Capitulo dieciocho: Regalo

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No pasó mucho tiempo después de la bomba que deje caer durante la noche, despedirnos de cada uno de las personas presentes nos llevó más tiempo del que pensábamos, sobre todo cuando las pequeñas de la familia insistían en que querían jugar con su ...

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No pasó mucho tiempo después de la bomba que deje caer durante la noche, despedirnos de cada uno de las personas presentes nos llevó más tiempo del que pensábamos, sobre todo cuando las pequeñas de la familia insistían en que querían jugar con su princesa Jazmín de tamaño real.

—Prometo que la próxima vez les prestaré a mi princesa —les dijo Joe mientras se agachaba para dar un beso en la mejilla de cada una.

—¿Tu también juegas a las princesas, Joey? —le pregunto una de ellas.

Reímos y seguimos nuestro camino.

A la última que despedimos fue a Anne, la madre de Joey.

—Mi ojos de botón de chocolate, fue fantástico tenerlos aquí. —se acercó abrazando a su hijo para después pasar a mi —Val querida, ha sido un placer conocerte.

—Lo mismo digo Anne. Muchas gracias por hacerme partícipe de este divertido día.

—Creo que todos nos divertimos más contigo aquí —me sonríe— Seria encantador tenerte de nuevo por aquí.

—Yo encantada.

—Incluso si Joey no viene contigo, tú ya eres bienvenida.

Durante el camino a casa Joe no mencionó nada sobre la confesión de mi hermano, cuando cruzamos la puerta al parecer por primera vez Joe le presto atencion al único retrato que tengo en la sala.

—¿Es él? —Toma el retrato en sus manos, mientras me acerco.

—Su nombre es Víctor.

—Yo entiendo si no quieres hablar de ello.

Niego con la cabeza

—Esta bien —dejo el retrato en su lugar y tomo la mano de Joe mientras nos dirijo al sofá. —Era mayor que yo por unos minutos, siempre fuimos muy unidos, el mejor hermano que pude haber deseado.

Me toma en brazos y me sienta en su regazo abrazando mi cuerpo con mi cabeza en su pecho.

»No te voy a mentir, todo fue muy rápido, un día nos estaban avisando que había sido internado por un severo cuadro respiratorio y a los dos días se había ido, ni siquiera pude despedirme —las lagrimas comienzan a salir —Fueron días en los que no pude dormir y esa noche en específico sentía una enorme presión en mi pecho, como si algo estrujara mis pulmones y llego la llamada.

Su mano acaricia mi cabello, me escucha hablar, y deja que su camisa sea utilizada como pañuelo de lagrimas.

—Cariño, no tenía idea.

Niego. —Aún duele por eso no suelo hablar de ello.

—¿Cómo era él?

—El mejor hombre que había conocido, el mejor hermano que me pudo haber tocado. —hago una pausa —Siempre fue protector, divertido, desde niños éramos V y V contra el mundo, solía hacer las mejores fiestas en nuestros cumpleaños, él me motivaba a dibujar y pintar.

Contigo siempre      Joseph Quinn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora