Capitulo cuarenta y tres: ¿Bebé?

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Un sabor ácido en la garganta me saca del placido sueño, abro los ojos encontrándome en una habitación en la que no solía ser la mía, una contracción en mi estómago hace que me de vueltas la cabeza, mareo y náuseas, miro al lado y Joe está boca ab...

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Un sabor ácido en la garganta me saca del placido sueño, abro los ojos encontrándome en una habitación en la que no solía ser la mía, una contracción en mi estómago hace que me de vueltas la cabeza, mareo y náuseas, miro al lado y Joe está boca abajo con los brazos bajo la almohada y su boca entreabierta.

—Realmente deseo que se parezca a ti. —murmuró.

Una nueva contracción me hace correr al baño, mi cena es arrojada al escusado junto a un montón de saliva. Las arcadas no se detienen durante varios minutos, tiro de la cadena del baño ya que la vista es asquerosa.

—Debes ser bueno con mamá—acaricio mi pequeña panza de embarazada.

Otra arcada. Las lagrimas en mis ojos se acumulan hasta no poder más y corren por mi rostro.

Una mano acaricia mi espalda y levantó la vista, me encuentro a un somnoliento Joseph con los ojos hinchados del sueño.

—¿Mala mañana?

—Alguien está haciendo estragos en mi estómago— termino la frase y en segundos tengo una nueva arcada.

Cuando por fin he terminado Joe limpia mi rostro con una toallita húmeda, quitando todo rastro de cama, saliva y lagrimas.

—Haré el desayuno, cariño. —tira la toallita al cesto de basura y me sonríe.

Asiento. Me quedo sola en el baño y acaricio mi estómago.

—Pequeñito debes portarte bien conmigo, no puedes hacerme vomitar todas las mañanas —dejo mi mano en mi vientre— prometo darte cosas que te gusten, papá y yo compraremos todo lo que se te antoje pero no me hagas pasar por eso —le pido. —¿Es un trato?

Joseph se aclara la garganta desde el marco de la puerta.

—Así que están teniendo una conversación sin mi.

—Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas Joseph —Lo reprendo.

Él ríe—Venía a preguntar si querías que pidiera de la farmacia unas pastillas para las náuseas.

Niego—Nada fuera de lo que recomendó el médico—Me pongo de pie y camino al lavamanos— Mamá me dijo que debería comer algunas galletas saladas.

Joe frunce el ceño.

—¿Saladas?

Asiento.

—De acuerdo las iré a comprar—asiente y lleva la mano derecha a su nuca —Cariño, deberíamos decirles a mi madre.

Escupo la pasta dental que tenía en la boca mientras enjuago mi cepillo dental. Repaso la lengua por la hilera de mis dientes para después mirarlo, dejo todo en su lugar y camino hacia él.

—¿Cómo deseas decirle? —pasó mis manos por sus hombros hasta su nuca donde enlazo mis dedos.

Joe me sonríe en grande, planta un beso en mis labios y sale corriendo del lugar tomando una chaqueta en el proceso.

Contigo siempre      Joseph Quinn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora