Capítulo veintiocho: Cambios

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En el camino de vuelta me dirijo hacia la escuela de Zac, esto se ha vuelto una rutina, y ya que es normal que la lluvia esté presente en cualquier momento aquí en Londres debo plantearme comprar un carro pues no siempre puedo depender de mi novio...

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En el camino de vuelta me dirijo hacia la escuela de Zac, esto se ha vuelto una rutina, y ya que es normal que la lluvia esté presente en cualquier momento aquí en Londres debo plantearme comprar un carro pues no siempre puedo depender de mi novio o amigos.

Durante el trayecto no puedo evitar pensar en lo que me ha dicho la ginecóloga. Es algo que en absoluto estaba en mis planes.

Una vez llegando me encuentro con Joe esperando a un lado de su carro, parece estar tecleando algo en su móvil.

—Hola tú —lo saludo deteniéndome a su lado, da un pequeño brinco y rápido guarda su teléfono.

Lleva puestos sus clásicos lentes de sol y una gorra cubriendo sus chinos, viste una camisa blanca con líneas delgadas turquesa, unos jeans gris y sus botines negros.

—¡Hola! —me sonríe y se acerca a plantarme un beso en los labios.

—¿Creí que estarías en grabaciones?—enredo mis brazos en su cuello.

Niega— Tengo llamado hasta por la noche.

La campana de la escuela suena anunciando el final de las clases y sus puertas se abren, Joe y yo nos acercamos de la mano para cuando salga Zac.

Joe se coloca detrás mío y cruza sus brazos por mi pecho hasta colocar sus manos entrelazadas por mi estómago. Algo en mi me hace cerrar los ojos con fuerza.

Comienza a dar besos sobre mi hombro recorriendo hasta mi cuello.

—Nos imagino dentro de unos años, esperando a un pequeño Quinn saliendo de la escuela mientras ambos lo esperamos con otro pequeño Quinn en brazos, listos para ir por Zac e ir por un helado.

—¿Cuantos pequeños Quinn tienes en mente?—me burlo de él.

—¿Dos? —se pregunta a si mismo—Quizá tres.

—¿No son muchos?

—Sueño con una familia grande. —continua abrazando mi cuerpo —Crecí siendo hijo único—hace un puchero —Quiero al menos dos para que se tengan el uno al otro.

Sonrió mientras lo imagino, es cierto que quizá ser hijo único es difícil, no tienes la oportunidad de desarrollar ese vínculo con un hermano, podrás amar a tus primos o amigos pero la conexión nunca será como con un hermano, claro, siempre y cuando se lleven bien. Ese pensamiento me lleva a recordar a Víctor.

Entre la multitud la cabellera rubia de Zac me busca entre todos los padres hasta que da con nosotros y corre abrazando a la altura de mi abdomen.

Estoy siendo abrazada por los dos chicos que conforman mi vida en los últimos meses. Joe propone ir a comer fuera y juntos como una familia los tres nos encontramos comiendo en un lugar de pollo frito. Para el atardecer vamos de regreso al departamento de Joe.

Contigo siempre      Joseph Quinn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora