Capitulo trenta y seis: Avanzar

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Avanzar

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Avanzar.

No paraba de darle vueltas ha esa palabra desde aquel día, el último en el que lo había visto.

Debía escuchar mis propias palabras y consejos, debía avanzar, ese día en la bañera por fin pude soltar a Dylan, tan fácil y complicado a la vez, tan fácil porque basto con un pensamiento, complicado por lo que se tuvo que vivir.

Dos semanas.

Todo había cambiado, de repente debía pasar la última noche en Londres, en el departamento de Maca, el que solía ser mi departamento ahora estaba vacío, las fotos, lienzos, juguetes, recuerdos y sueños estaban guardados en un baúl, un baúl que atesoro como lo más preciado.

—Promete que vas a cuidarlo— le pido a Zac entregándole la pequeña cuerda.

—Lo prometo— me regala una sonrisa de dientes completos y me percató que tiene algunos huecos.

No podía llevar a mi compañero de aventuras, al peludo de cuatro patas, mi promesa para Zac es que volvería por él, mientras tanto debería cuidarlo por mi.

El rubio corre dentro de la casa junto al animal que lo sigue feliz.

—¿Estas segura?— la dulce voz de Anne llama mi atención.

—Lo estoy—confirmo— Debe odiarme por nuestro último encuentro.

—No sé lo que pasó querida... Pero no creo que te odie.

—¿Sabes algo de él?— le cuestiono.

Suspiro cuando me da una respuesta negativa.

—Pero no creo que tarde mucho en aparecer.

—Solo dile que lo siento —le pido.

Ella asiente— Pero volverás ¿Cierto?

Rio un poco, era la pregunta que más he respondido la última semana.

—Volvere Anne, dentro de unos meses, debo hacer este viaje...—tomo su mano y le sonrió —No solo es trabajo debo reencontrarme, saber quién soy y a dónde voy.

—Es solo que me he acostumbrado tanto a ti — sus ojos comienzan a contener algunas lágrimas, no puedo no abrazarla.

—Prometo hablar siempre que pueda.

Al final de un par de días malos lejos de Zac, Chad había conseguido que le dieran a tutela provisional a Anne mientras el proceso de adopción avanzaba, ella tenía todas las de ganar. Estaba segura que Joseph pronto tendría un pequeño hermano.

No me molestaba, en realidad estaba contento de ello, en mi egoísmo me había aferrado a la idea de que lo único que me mantenía cuerda era Za , que cuando me lo arrebataba yo no encontraba camino.

Ahora el tendría la estabilidad que merece. Claro que esto no significa que lo dejara que querer o que mi cariño por ese niño rubio disminuyera, lo quiero como el primer día que envolvió sus pequeños y delgados brazos hasta tirarme al suelo en la cima de ese enorme edificio.

Contigo siempre      Joseph Quinn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora