Capitulo doce: Londres (Parte 2)

154 13 6
                                    

Parte 2

No sabía lo que quería Quinn, sin embargo yo le di permiso, bien podría lanzarme por alguna ventana y yo le habría dado mi consentimiento.

Mi corazón se acelera y conforme su rostro se acerca a mi, por un momento mi mente viaja a su cuarto de hotel en México, por un momento el miedo e inseguridad llega a mi, me obligo a alejarlo, realmente quiero que suceda, no me importa lo demás, quiero entregarme a esta aventura que el hombre frente a mi ofrece.

No me retiro y una de mis manos viaja a su cuello mientas que la otra la dejo descansar sobre su hombro. Lo haré.

Me pongo de puntillas mientras el agacha su rostro hasta que sucede, sus labios se pegan a los mios.

Sus labios son suaves y tienen la temperatura ideal, mis ojos están cerrados, su agarre a mi cintura se afianza aún más como si buscará terminar con el espacio inexistente entre nosotros como si buscará hacernos uno mismo.

Suspiro.

No es brusco durante el beso, sus movimientos son tranquilos y lentos, como si buscará que el beso nunca terminara, succiona mi labio inferior entre los suyos para regresar al ritmo anterior, no era apasionado, era dulce.

Detenemos el movimiento de nuestros labios, los pulmones me ardían y pedían a gritos aire.

No me atrevía a abrir mis ojos, junto su frente a la mía.

No hay fuegos artificiales, no hay mariposas en el estómago, pero si hay una extraña sensación de paz, de compañía, de cariño, no más soledad, como si algo se hubiera roto pero no algo malo, como si hubiera roto ese caparazón en el que mi corazón y mis sentimientos estaban resguardados.

¿Cómo era posible? ¿Podría estar enamorada?

Sentía el latir de mi corazón en mis oídos, un sonido abrumador, como si se fuera a salir de mi.

No, estaba segura de algo, mi corazón no se saldría por si solo y saltaría a sus manos, ya le pertenecía solo que no me había dado cuenta, ya se lo había entregado desde el momento en que puse un pie en el avión que me trajo hasta aquí.

Aceptaría las consecuencias de intentarlo, incluso si salía lastimada, incluso si todo funcionaba.

Esta era mi luz al final de la tormenta. Él era los colores que necesitaba en mi vida, ese arcoíris lleno de vida.

—¿Está todo bien? —pregunta separándose un poco.

—Más que bien— le sonrió. Mi mano recorre su cuello hasta su mejilla.

—¿Puedo besarte de nuevo? —me pide.

—Siempre.

Me sonríe para besarnos de nuevo, no hay más ocaso, las luces de la cabina se encienden y el movimiento de la misma nos obliga a separarnos.

Al salir del London eye nos damos cuenta que las calles están más solas, lo atribuyó a que la lluvia se avecina y el aire golpea algo fuerte.

Caminamos libremente por las calles, sostiene mi mano todo el tiempo, su tacto es suave y cálido.

Paseamos por las calles sin ser interrumpidos con nuestras manos entrelazadas todo el tiempo, su tacto es suave y cálido. Transitamos entre risas y anécdotas que él me cuenta de cada uno de los sitios por los que pasamos, anécdotas de su infancia.

—¿Fuiste feliz? —le pregunto.

Sus ojos marrones me miran. Nos detenemos frente a un parque que tiene un pequeño estanque. Me obliga a quedar frente a él.

Contigo siempre      Joseph Quinn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora