Capitulo veintiséis: Shock

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3 semanas después

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3 semanas después

El cumpleaños de Joe estaba cerca, y el primero que pasábamos juntos, el primero que tenía la oportunidad de celebrar con él.

Había organizado una noche en un bar de arcade en Soho para pasar una buena noche de copas con sus amigos, Chad y Wesley habían ayudado mucho, en si la mitad de las personas que estaban en el lugar eran conocidos de Joe, algunos de sus amigos actores llegaron al lugar a los cuales mi chico me había presentado orgulloso. Verlos hablando como personas normales, sin un libreto detrás o con sus vestuarios, me hacían sentir cómoda y para nada nerviosa o en modo fan, llenando mi mente de pensamientos acerca de que también eran personas comunes que salían de fiesta, se emborrachaban y tendían a hacer el ridículo.

Cuando la mayoría estaban lo suficiente ebrios arrastre a Joe a una de las máquinas de juego que se encontraba en una esquina, tropezó un poco, al darme vuelta y enredar mis brazos en su cuello, para lo cual tuve que ponerme de puntas, él me miró con sus ojos un poco entrecerrados.

—Está usted ebrio Señor Quinn. —me burlo de él.

—Te culpo a ti.

Hago una cara de indignada ante sus palabras pero no me ofendo por ello.

—¿Por qué culpa mía?

—Porque se que tú eres la mente maestra detrás de este plan —hace un gesto de extender uno de sus brazos señalando todo el revuelo detrás de él.

—Me declaro culpable.

—¿Tendré que castigarte como aquella tarde en tu oficina? —susurra en mi oído aquello mientras enreda su manos en mi cintura pegándome a él. —¿O como en el baño de aquel restaurante? ¿Quizá como aquel amanecer en el balcón?

Me sonrojo ante el recuerdo de aquellos escenarios, ambos jadeantes pero intentando mantener el ruido al mínimo para no ser descubiertos.

—Dejemos eso para cuando estemos solos ¿De acuerdo? —le doy una sonrisa que me regresa asintiendo ligeramente — Ahora quiero que me enseñes a jugar esto.

—Escogiste al mejor maestro.

Minutos después ambos nos encontramos muy entretenidos ante la máquina del juego, los gritos y risas reinaban en el lugar, la mayoría de estaba divirtiendo, lo cual me hizo sentir orgullosa, rememorar a la gente a su niño interior lleno de felicidad era de mis pasatiempos favoritos. Y ver a Joe disfrutar no solo de las bebidas, sino de la compañía y el lugar, me llenaba el corazón de satisfacción.

Llegando al departamento me toma con rapidez pegándome a la puerta y comenzando a besarme de una forma voraz y pasional. El alcohol en su sangre parecía haber desaparecido.

—Es hora de tu castigo, nena.

Sonrió al percatarme que solo cuando estábamos teniendo sexo o estábamos en los preliminares él solía cambiar su apodo hacia mi.

Contigo siempre      Joseph Quinn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora