Capítulo 6

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Capítulo 6

Ulises

Me costaba creer lo que oía, por eso tuve que pedirle a la hermosa chica que estaba frente a mí, que me lo explicara tres veces. Ella aseguraba ser Nadir, mi mejor amigo. El parecido físico era innegable, salvo que por una única diferencia: esta persona era una mujer.

–Sé que es difícil de creer, yo mismo aún no lo creo, pero... es la realidad– concluyó.

–De verdad que es difícil –exclamé mirándolo fijo – ¿Simplemente despertaste... así? –me asintió con la cabeza como si ya no tuviera fuerzas para hablar –. Increíble.

–Lo sé.

–Eres una mujer... entera.

–Sí.

–Por debajo... ¿también?

–Si, por debajo de la ropa soy una mujer.

–Me refería a más abajo, más abajo de... tu cintura.

–No tuve valor para mirar –me explicó luego de unos segundos y mirando a los costados para que nadie esté escuchando –. Pero digamos que toque algo que antes no estaba.

–Entiendo, entiendo –dije sin necesidad de más detalles intentando visualizar en aquella chica a mi mejor amigo.

Pero era difícil. El rostro era similar al de Nadir, pero con rasgos más suaves y agraciados, el pelo castaño claro estaba sujeto desprolijamente, aunque imaginé que suelto hubiera resaltado más el ovalado rostro, sus ojos color miel ahora estaban más tapados por largas pestañas. Su altura había disminuido en unos pocos centímetros. Lo que había cambiado era su cuerpo, a pesar de la ropa abultada podía verse un cuerpo bello y de gentiles curvas.

–Ey –me dijo acercándose a mí un poco por encima de la mesa del bar.

–¿Q...qué? –exclamé como saliendo de un trance.

–Mírame a los ojos y deja de mirarme las tetas –susurró.

–No te estaba... bueno no me podes culpar, son realmente grandes ¿te las vistes?

–No importa eso, porque se van a ir. En cuanto encuentre la forma de volver a la normalidad. Para eso te conté la verdad, no para que te babees.

–Nad, de verdad que te quiero ayudar, pero... no sé ni que decir.

Se recostó sobre la silla con expresión de cansancio y se tomó la cabeza.

–Nadie puede ayudarme, porque a nadie jamás le pasó algo así.

Esas palabras me iluminaron.

–¿Tu madre te vio así? –pregunté.

–No, me escabullí.

–Bien, entonces si tengo una idea –me incorporé en mi silla y apoyé los codos en la pequeña mesa frente a mí–. Sé que vas a decir que no. Pero escucha todo mi plan. Hay que hablar con ella.

–¡¡¡NO!!!

–Te dije que me escuches: ella puede ayudar, quizás sea algo... genético.

–¿Algo genético? -inquirió confundido.

–Sí, quizás hasta cierta edad ella era de otra forma y le paso algo similar que a vos.

–Es lo más estúpido que oí en mi vida.

–Puede ser, pero ¿tenés una mejor idea?

–No, la verdad es que no –admitió.

–¿Entonces?

–Supongo... supongo que es lo mejor que podemos intentar –Se encogió de hombros.

No perdimos ni un segundo de tiempo, pagamos la cuenta y salimos directo a la casa de Nadir. En el camino se le notaba el nerviosismo, miraba hacia el suelo con la vista perdida, tan distraído iba que no advertía la cantidad de miradas de hombres que captaba a medida que avanzábamos. Cuando arribamos a su casa se colocó a mi lado, pero no frente a la puerta, esa posición me la delegó a mí.

–Toca vos, por favor –pidió.

–Seguro.

Toqué el timbre y aguardamos unos minutos hasta que apareció una mujer en la puerta. La mamá de Nadir guardaba aún la belleza de su juventud a pesar de los años y las vivencias que tuvo que afrontar. Me di cuenta que en su juventud ella debía de verse muy parecida a como se veía Nadir en aquel momento.

–Ulises, ¿no deberías estar en la escuela? –me regañó.

–Señora créame que eso es lo de menos.

–¡Ay, no! ¿Le paso algo a Nadir? –se preocupó tomándose el pecho.

–Bueno sí, en cierta forma, es una forma de decir –divagué nervioso.

–¡¡¡Por dios Ulises, decime que sucedió!!!

–Es complicado. No sé por dónde empezar.

–Tranquilízala tonto –me susurró Nadir.

–¿Con quién estás? –preguntó ella asomando más la cabeza, pero sin lograr ver a su hijo.

–Señora él está bien, por decirlo de alguna manera. Pero le sucedió algo... raro, que pensamos que quizás usted podría explicar.

–Ulises, no entiendo nada.

–Quizás lo mejor sea que lo vea por sí misma.

Me hice a un lado para que Nadir ocupara mi lugar frente a la puerta, lo cual hizo después de mucho dudarlo. Su madre lo miró extrañada y con desconcierto.

–¿Quién es ella...? –preguntó, pero se interrumpió para volver a examinar a la extraña que no lo era tanto – ¡No puede ser! –reaccionó.

–Sí, ma. Soy yo, soy Nadir.

–Pero que... ¡¡¡ay dios!!! –exclamó por último antes de desmayarse.

–De acuerdo, esto demuestra que mi teoría de que a ella le pudo pasar algo igual, estaba equivocada– dije mirando hacia el suelo.

–Sin duda –me respondió mi viejo y a la vez nueva mejor amiga.

Maia miaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora