Capítulo 2 (2da parte)

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Capítulo 2

Maia

Después del gran primer acercamiento de Florencia, las cosas fueron muy diferentes. Cada día que pasaba, parecía estar más cómoda conmigo, y yo, a consecuencia de ello, comenzaba a ver con otros ojos mi nueva realidad.

La contrapartida, era el alejamiento cada vez más marcado de parte de Wendy. No importaba lo que hiciera para cambiarla de parecer. Con cada nuevo acercamiento de Florencia, ella se alejaba más y más.

Lo que no sabía es que el destino aún tenía más sorpresas para mí.

–Ah –exclamé sorprendida al salir del box del baño de la escuela y encontrarme con Florencia.

–Hola –Sonrió con dulzura.

–¿Está todo... bien? –le pregunté al ver que no dejaba de mirarme mientras me lavaba las manos.

–Bien, sí –respondió con la misma sonrisa.

En ese momento el timbre que indicaba el fin del recreo se hizo oír. Me predispuse a volver al salón, pero la voz de Florencia me detuvo.

–Y decime ¿Tenés planes para esta tarde?

–¿Planes? No –Acompañe con un movimiento de mi cabeza.

–¿No quieres salir?

–¿Salir?

–Sí, como amigas, digo.

–Sí, claro, a eso me refería.

–Siempre te veo muy sola, quizás te haga falta una amiga.

Se acercó en forma juguetona lo que me hizo retroceder unos pasos, sonrojado.

–¿Entonces? –insistió.

–D... de acuerdo –acepté.

–Hasta la tarde, entonces.

Florencia se marchó, dejándome solo, solo con mis pensamientos.

* * *

No paraba de mirar el reloj, habíamos quedado a las cinco, pero no podía dejar de sentir nerviosismo. Cada segundo que se consumía me ponía más y más ansioso. Caminaba por mi cuarto de un lado a otro, me recostaba en la cama, me volvía a levantar y me miraba en el espejo, ordenaba algunas cosas. Todo ello hizo que finalmente la hora pactada llegara.

A las cinco en punto, Florencia estuvo en la puerta de mi casa tocando timbre.

–H... hola –apenas pudo balbucear al abrir la puerta.

Era tan linda, sabía que debía tener la cara roja como un tomate puesto que sentía como ardía.

–Hola –me besó en la mejilla e ingresó a la casa con cierto, timidez.

–¿Q...querés al... algo de tomar? –intentaba no mostrar mi nerviosismo, pero me era imposible.

–No, gracias. Estoy bien. Cuando estés lista salgamos.

–Ya... lo estoy.

–¿Vas así?

–¿Estoy mal? –Me miré.

Me miré, llevaba una remera negra, que pertenecía a mi anterior cuerpo, unos pantalones pescadores y unas zapatillas.

–Bueno no... pero... –Sonrió nerviosa – ¿Puedo ver tu cuarto?

–... seguro –respondí extrañado.

Fuimos hasta mi habitación y la dejé entrar primero, miró todo con mucho detenimiento.

Maia miaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora