Capítulo 7 (2da parte)

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Capítulo 7

Wendy

Lo vi. Vi el mensaje y sabía quién era. Incluso varias veces amagué a responderle, pensé en respuestas distintas, pero ninguna la escribí.

Así que simplemente apagué mi celular y aunque estuve tentada de volver a encenderlo varias veces, no lo hice. Quería saber que necesitaba, pero no pude. Los últimos acontecimientos eran demasiado para mí. Cuando cerraba los ojos no venía a mi mente la imagen de mi amigo, sino esa forma distorsionada de lo que él era ahora: maquillado, femenina, la imagen de una mujer, y no era lo que quería ver, no era... lo que quería.

Muchas veces me pregunté por qué, por qué justo a él, y por qué no puede verme.

"Quizás hay algo mal en mí" pensé "¿Será mi rostro?" me pasé la mano por él. "O ¿quizás mi cuerpo? que no es tan exuberante como el de Florencia".

–No –sentencié en voz alta –. Nadir no es superficial. El problema –exclamé mirando el techo y con tristeza –, es que no me ve como una mujer.

Me acerqué a la ventana de mi habitación y observé el cielo iluminado por las estrellas. Deseaba con todas mis fuerzas ver una estrella fugaz. Pero si la viera: ¿Qué debería hacer? Nadie, mucho menos yo, parecía tener la respuesta ya.

Me acosté en la cama, pero supe que sería una noche de insomnio como tantas noches antes.

Al día siguiente Florencia tampoco fue a la escuela. Ya era algo raro puesto que la había visto concurrir aun estando enferma. No es que me preocupara, pero estaba segura que entre ella y Nadir algo había sucedido. Él tampoco estaba bien. No necesitaba hablarle para darme cuenta, con solo mirarlo me alcanzaba. Su mirada perdida y más distraído que de costumbre me lo indicaban. En otra situación me hubiera acercado, lo hubiera aconsejado e intentar hacerlo sentir bien. Pero no podía, su aspecto simplemente me alejaba.

Finalizadas las clases, regresé caminando a mi casa. No había hecho ni dos cuadras cuando escuché una voz de mujer, chillona y aflautada, que me llamaba.

–¿Qué? –pregunté sin mirarlo al ver que se acercaba corriendo.

–Yo... ah... –respiraba entrecortado.

–¿Aún no te acostumbras a hacer esfuerzos en ese cuerpo?

–No tengo tanta resistencia como antes.

–Desde luego que no, tenés menos músculos.

–Sí, ya lo sé –se agachó hacia abajo para recuperar el aliento –. Anoche te mandé un mensaje.

–Estaba durmiendo –mentí –. Lo vi hoy a la mañana.

–Y...no me hablaste ¿seguís enojada?

Respiré hondo y luego solté un suspiro.

–No es que esté enojada Nad –me volteé, y al observarlo me di cuenta de que aún no me acostumbraba a su imagen –. Pero la verdad es que ya no te reconozco, no se quien sos.

–Soy yo, el mismo.

–No, no lo sos, hace tiempo que ya no. Y ese es el problema. Yo... siento que Nadir ya no existe, solo queda Maia.

–Soy Nadir –exclamó con firmeza –. Todo lo que ves es una simulación, simulación de la vos formaste parte.

–Sí, porque pensé que te hacía un bien resguardando tu verdadera personalidad.

–Y lo hiciste.

–Ya no estoy tan segura, Nad.

Ambos nos quedamos mirándonos, en mi cabeza había una gran confusión e imagino que en la de él también.

–Yo comenzó –a decir, pero se detuvo.

–¿Qué? –quise saber.

–Nada. Lamento haberte molestado, nos vemos –se disculpó pasando a mi lado sin mirarme.

–Abrí los ojos, por favor –exclamé con lágrimas cuando ya estaba lejos.

Maia miaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora