Capítulo 11 (3ra parte)

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Capítulo 11

Maia

Florencia se encontraba en mi habitación, estaba en un rincón, agachada eligiendo que cd de música poner. Yo estaba desplomado en la cama tratando de poner en orden mi mente. Pese a que lo intentaba no podía quitarme de la cabeza el beso y las palabras de Wendy, y aunque me resistía a admitirlo por momentos sentía que era con ella con quien quería estar.

–¿Qué tal éste? –exclamó mi novia con una sonrisa y mostrándome un cd.

–Sí, es perfecto –respondí sin siquiera mirar.

–De acuerdo –no pareció notar mi desinterés o lo paso por alto.

Solo recuerdo que oí el equipo de audio prenderse y que empezó a sonar música, pero no recuerdo a que banda pertenecía, mucho menos que canción era.

Sin imprevisto, Florencia se tiró arriba mío y comenzó a besarme.

–¿Qué pasa? –respondí sorprendido.

–Me doy cuenta de que estás mal, quiero cambiar eso y ponerte de mejor humor.

Mientras me besaba con delicadeza, me acarició el cuerpo. En ese momento vino a mi cabeza la imagen de Wendy. Eso me hizo detenerles las manos.

–¿Qué sucede? ¿No querés? –preguntó sorprendida.

–Sí... claro que sí. Pero... no puedo –exclamé casi sin pensar.

–¿Estas... indispuesta?

–¿Qué? Ah... sí –por gracia divina ella me había dado la excusa perfecta.

–Ups perdón –Sacó la lengua de forma picara –. A mí todavía me faltan una semana, deberíamos intentar sincronizar nuestros períodos, para que esto no suceda –rio.

Apenas esbocé una sonrisa frente a la ocurrencia de mi compañera.

–¿Estas bien? –me preguntó notando mi estado de ánimo.

–Sí, es que estoy un poco molesta –Me tomé el vientre fingiendo un cólico.

–¿Queres alguna pastilla? Puedo ir a comprarla –Revisó su cartera en busca de la billetera.

–No, no es necesario –me apresuré a asegurar –. No soy de tomar medicamentos, no te preocupes ya me va a pasar.

–Ok –Sonrió con dulzura.

Era tan linda, tan perfecta una flor, y era mía como siempre había deseado. Pero el hecho de que no me hiciera feliz en ese instante, me hizo sentir mal, como la peor de las basuras. Mientras ella se preocupaba por mí en todo sentido, yo no podía decidir si estaba enamorado de ella o si lo estaba de Wendy.

–Flor –exclamé después de un rato.

–Hum –había puesto su atención nuevamente en mis cds.

–¿Vos qué pensás de las mentiras?

–¿Mentiras? –volteó para mirarme preocupada – ¿Vos me estas mintiendo en algo?

–¿Qué? No –justamente mentí –. Solo es un tema de conversación.

–Ok. Te respondo a mí me desagradan las mentiras. Sean de quien sean.

–Y si fuera una mentira piadosa, porque la verdad es peor.

Florencia se acercó y se arrodilló ante mí ya que me encontraba sentado en el borde de la cama, apoyó sus manos sobre los muslos de mi pierna y me observó directo a los ojos.

–Nunca una mentira puede ser mejor que la verdad, sin importar que tan dura sea. Y yo siempre voy a preferir eso en nuestra relación, sinceridad entre ambas –me explicó con la dulzura que la caracterizaba.

–De acuerdo –respondí sin mucha emoción.

* * *

La tarde se presentaba fría y gris, lego de acompañar a Florencia a tomarse el colectivo y me desvié un poco del camino para comprar algo para la cena.

"Acá tienes el cambio, bonita", era siempre la frase que usaba el dueño del negocio, un hombre de unos cincuenta años gordo y de bigotes. No es que fuera malo u ordinario, pero siempre que usaba esa palabra: "bonita", me sonaba ajena a mí y me sentía incómodo, aun así, intentaba responder con la mejor de las sonrisas y educación.

Esas trivialidades, pensaba cuando me crucé con Wendy de casualidad.

Ambas nos mantuvimos a cierta distancia observándonos. Pero ninguna parecía querer hablar, o es que teníamos tanto para decir que se nos hacía difícil saber por dónde empezar.

–Lo siento, sé que debí haberte llamado... decir algo, pero... –empecé por disculparme.

–No –se apresuró a decir –. Fui yo quien estuvo mal, vos no tenés nada que ver. No tenía derecho a hacer lo que hice.

–Wendy yo...

–Por favor Nad no digas nada, solo... déjalo así.

–Es que no puedo.

Wendy se acercó hasta mí y quedó a corta distancia.

–Todo fue un error, yo estaba mal –dijo con voz dulce –. Si pudieras olvidarlo...

–No, no puedo –la interrumpí –. Por más que intento no puedo olvidarlo, no puedo sacarte de mi cabeza.

Con delicadeza le acaricié el rostro y acorté la distancia.

–Nad, por favor no lo hagas.

–Lo siento –me alejé.

–Vos estás con Florencia, y está bien, porque siempre quisiste estar con ella –bajó la mirada.

La tomé del mentón y la hice mirarme.

–Ese es el problema, que no se con quiero estar.

–¿A qué te referís?

–Creo que estoy enamorado de vos.

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Lo prometido es deuda, un capítulo largo como Dios manda, disfruten. 

Maia miaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora