Capítulo 8

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Capítulo 8

Maia

Ya tenía nuevo nombre, una que por más que era de mujer no me desagradaba, ni me hacía sentir incómodo. Debía aceptar esta nueva realidad que me estaba tocando vivir. No sabía cuánto duraría, y mientras más rápido lo admitiera mejor sería para mí.

Una parte importante de esa nueva realidad era mi cuerpo y ya era hora de que lo enfrentara. Me disculpé con Ulises y mi mamá, y subí las escaleras como si fuera al baño, pero a último momento me metí, intentando hacer el menor ruido posible, en mi habitación. Me paré de frente al espejo y respiré hondo.

La imagen que me devolvía era similar a la de la mañana, una chica envuelta en ropas de hombre. Comencé por lo que pensé era más fácil: mi rostro. Era el mismo, pero con un aspecto femenil y delicado. Me pasé la mano por él, la piel áspera había dado paso a una más suave. Continué con el cabello, había crecido hasta los hombros, era más sedoso y fino. Me quité las zapatillas y miré mis pies, eran más pequeños y delicados sin el más mínimo rastro de vello. Lo que venía era más difícil, esta vez me despojé de mi buzo dejando al descubierto mi torso, que ahora era adornado con dos redondos senos. Los contemplé unos segundos, y cuando estuve listo los toqué: primero los pezones y luego el resto, los encontré blandos, aunque sentí algo de molestia al apretarlos con fuerza. Continué con mi abdomen que también se había modificado, era plano y como toda mi piel suave. Tomé el mayor de los corajes y de un solo tirón me quité los pantalones y los calzoncillos. Por primera vez vi mi nuevo cuerpo completamente desnudo. Allí donde debía estar mi pene solo había una fina ranurita que continuaba entre mis piernas, adornado con un leve vello púbico. Mi cintura había disminuido su volumen, pero en contrapartida mis caderas habían aumentado, dándole una simetría y una belleza al cuerpo que me era difícil negar. Todo esto se coronaba con unas largas piernas con muslos más gruesos. Me miré por detrás, mi espalda se había vuelto más esbelta. La cola era mucho más grande y redonda que la anterior. Me miré las axilas y luego las piernas, no tenía bello en ninguna parte. En breve palabras era una jovencita bella y con un cuerpo armonioso. Me costaba reconocer todo aquello como propio, pero supuse que me tomaría un tiempo adaptarme y aceptarlo. Al menos de momento había dado un gran paso, ver mi cuerpo totalmente desnudo.

* * *

De vuelta en el living de mi casa, Ulises aún permanecía allí. Me senté de frente a él con la esperanza de retomar la charla sobre encontrar una solución a mi "problema". Pero él no paraba de mirarme.

–¿Qué? –inquirí un poco molesto.

–Decime, ¿qué se siente tener... –Con un ligero movimiento de la cabeza indicó mis pechos.

–Bueno, no sé. Es raro –Los tomé por debajo –. Es como tener un peso extra en la parte de adelante.

–Entiendo. Y ¿te traspiran?

–¡¡¡¿Qué?!!!

–Siempre tuve esas dudas, pero nunca me animé a preguntárselo a una chica por miedo a que se ofenda.

–Y lo bien que hiciste.

–Bueno, pero al menos respóndeme esto.

–Sí, traspiran como cualquier otra parte del cuerpo ¿contento?

–Gracias –asintió con la cabeza.

–Pero deja de mirarlos, es muy molesto.

–Perdón, pero realmente son grandes.

–Es muy incómodo... muy incómodo –repetí más para mí mismo y permanecí en silencio pensativo.

–¿Qué sucede?

Maia miaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora