33. Russian roulette

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33. Russian roulette. 

– Por favor... – gimió Chay escupiendo sangre.

Sus muñecas y tobillos estaban atados a cadenas que colgaban del techo, llevaban dándole cargas eléctricas desde hace diez minutos y dolía, Chay nunca había experimentado tanto sufrimiento como ahora. Le dolía los brazos por tenerlos ajustados hacia arriba, le dolía el cuerpo en general por las descargas y su espiritu estaba a punto de romperse, él trataba pero quizá esto era demasiado para él.

– Chay, puedes evitarte el sufrimiento – dijo Korn, en frente de él – Dime ya todo lo que sabes, y todo esto, acabará.

Porchay bajó la cabeza y lloró, las lágrimas cayeron al suelo sucio y negó ligeramente, no iba a hablar, preferiría morir electrocutado. Nunca traicionaría a Porsche ni a Kim, antes muerto que dejarlos en manos de ese loco.

– ¿No?

– N-no... no diré n-nada... – sollozó Porchay, su cuerpo débil y ligero...

¿Ese era su fin? ¿así era como iba a morir? Se imaginó que el día de su muerto sería de viejo en una gran cama, quizá después de haber vivido tantas aventuras hermosas con Kim, después de haber estudiado lo que deseaba, y ser un gran artista, después de disfrutar a su mamá y a su hermano, después de verlo casado y quizá, con hijos... después de tener una hermosa casa con Kim y abrasarse después de llegar del trabajo, entonces ahí sí... desearía morir en paz por haber sido feliz durante su larga vida, pero nunca pensó, que sus últimos alientos serian en una habitación maloliente, a manos del papá de su novio...

– Que chico tan estúpido – dijo Tong mirándolo con lastima

Korn exhaló y asintió hacia los demás, otra descarga eléctrica invadió el cuerpo de Porchay, el joven se retorció, apretó las cadenas con sus débiles dedos, gritó y lloró en voz alta, puso los ojos en blanco y entonces... se desmayó, fue demasiado, su cuerpo había colapsado.

El mayor y jefe bufó – Está muy débil – comentó – Inyéctenle adrenalina.

– Si, jefe – comentó Tong.

Se marchó y volvió con un botiquín, preparó la jeringa y le inyectó en el brazo, a los dos segundos, Porchay estaba de vuelta, jadeando y asustado. Su corazón latía a toda máquina, su respiración era irregular...

Parecía que iba a darle un infarto.

– Bienvenido de nuevo – comentó Korn con una sonrisa –

Porchay se descolgó, las muñecas comenzaron a dolerle y a.... sangrar, el metal había logrado lacerar su piel delicada y ahora escurría la sangre roja por las cadenas hasta gotear en el suelo.

– ¿Intentemos de nuevo, ¿sí? – Korn ladeó la cabeza – Porchay, ¿conoces al psiquiatra de tu madre?

Porchay lo pensó... quizá ya estaba pensando ese lado del cerebro que tenía miedo, que necesitaba sobrevivir. El asintió sin poder detenerse. Dios... a duras penas podía pensar, el dolor y el ardor de su cuerpo iban a matarlo.

– Bien, ¿Ves como no es tan difícil? – Korn amplió su sonrisa – ¿Sabes dónde está Honey?

Chay está vez negó con la cabeza. Korn decidió creerle porqué sabía que el chico ya no estaba utilizando sus cinco sentidos, ahora era movido por el desespero y la angustia de sobrevivir a toda costa.

– ¿El psiquiatra les ha dicho algo más sobre el pasado de Honey? – inquirió Korn

No hables, Chay...

¿Qué pasará después? - KIMCHAY.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora