14: Aquel ruido

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Ron estaba tumbado en la cama horas después de aquel suceso, allí sobre el mullido colchón y la confortable almohada de plumas, Ron no podía por más que lo intentaba, el sacarse de la cabeza lo que había sucedido.

Más específicamente, aquel beso.

Lo que más le costaba reconocer en aquel momento, era que Blaise lo había desarmado, le había quitado las fuerzas incluso antes de pensar en resistirse.

Lo había dejado débil y deseoso mientras Zabini se habría pasó por su boca con la lengua y recorría su cavidad con desesperada demanda.

Blaise lo había abrazado, rodeando su cuerpo con sus musculosos brazos, su piel color chocolate se había pegado a la suya y ese olor a bronceador costoso le inundó las fosas nasales.

Se odiaba a si mismo por haber permitido que lo besara y peor aún, por haber dejado que recorriera su boca sin ningún tipo de consideración.

Allí, acostado en la oscuridad de su habitación, no podía dejar de pensar en ese beso, sentía un calor reververando en lo más profundo de su interior.

Tratando de controlar la excitación de su entrepierna abultada, su pantalón manchado por el líquido preseminal y esas ganas enloquecedoras de masturbarse pensando en él.

Llevaba demasiado rato dando vueltas en esa cama, tratando de convencerse de que podía dormir y conciliar el sueño.

Después de tres horas, se dio por vencido, miró el reloj de su mesita de noche y vio que ya pasaba de la media noche.

Se levantó sudando y fue casi corriendo al baño a darse una ducha fría, una hora después seguía con el mismo calor de antes.

Fue entonces que se dio cuenta que su calor era más sexual que cualquier otra cosa.

Frustrado bajó a la cocina y se preparó un bocadillo de media noche, un sándwich de pavo y vaso de leche.

Al menos Harry le había dicho que los muggles usaban leche tibia para poder dormir.

Realmente esperaba que funcionara.

Sin embargo y en medio de su letargo de pensamientos, Gregory Goyle, llegó a su mente de forma imprevista.

Y casi como si de un hechizo mágico se tratara, su erección comenzó a descender.

Su temperatura corporal comenzó a bajar y se sintió más tranquilo.

¿Qué significaba eso exactamente?

¿Por qué al pensar en él y en su rostro, no pensaba nada sexual si no mas bien, agradable?

Rememoró ese momento en la cafetería de Seamus, sólo estuvieron conversando por un corto tiempo, pero fue agradable.

Incluso antes cuando él estuvo a punto de caer en el resbalozo piso y el había sujeto su cintura con tanta facilidad, en ese momento no le resultó desagradable que lo tocara.

-¡Por Merlín!... ¿Qué me está pasando?... ¿Qué hago yo aquí en mitad de la noche pensando en dos Slytherin?... Si Harry estuviera aquí se estaría burlando de mí.

Negó con la cabeza, se pasó el índice y el pulgar por los párpados en señal de ligera frustración.

Se terminó su vaso de leche y con un rápido movimiento de su varita, anunció un "Fregotego" y tanto el vaso como el plato donde había estado su sándwich comenzaron a lavarse solos.

Sólo un segundo antes de tocar el interruptor de la luz, escuchó un crujido afuera y todos sus sentidos de ex auror y de cuidador de bestias mágicas se pusieron en alerta.

¿Cuándo había sido la última vez que había pasado algo terrible en Grinmaud Place?

Nunca, Grinmaud Place ya pertenecía practicamente a los magos y casi se estaba convirtiendo en el Hogsmade 2.0.

Si había un lugar seguro para magos en Inglaterra, era ese... ¿Entonces porque sus sentidos se alertaron con aquel ruido?... ¿Por que su instinto le decía que algo andaba mal y que no debía soltar la varita en ningún momento?

Decidió seguir como si nada y apagó la luz, pero en lugar de dirigirse a su habitación en el segundo piso, se dirigio tranquila y sigilosamente a la sala en búsqueda del teléfono muggle que hace tantos años, Harry le enseñó a usar.

Marcó el número de Harry y marcó, se sentía estúpido porque pensaba que seguramente estaba haciendo un escándalo por nada, podía ser tal vez algún animal o el mismo viento moviendo algo.

Pero no había sobrevivido a siete años junto a Harry y sus locas aventuras, a ser auror por años y cuidador de criaturas magicas peligrosas desconfiando de su instinto.

Algo dentro de si le dijo que algo estaba mal afuera.

Harry no respondió a pesar de que lo llamó cuatro veces, o estaba profundamente dormido o Draco lo estaba haciendo muy feliz a esa hora y no tenían pensado contestar ninguna llamada.

Fuera como fuera, el resultado era el mismo.

Lo pensó sólo por un momento y decidió llamar al cuerpos de aurores del pueblo, era pequeño, su oficina principal estaba en el centro, pero desde que Grinmaud Place se había convertido prácticamente en un pueblo magos, el Ministerio había decidido poner allí una base de operaciones como lo había hecho desde sus inicios en Hogsmade.

Marcó el número que ya conocía porque su madre le había obligado a memorizarselo cuando se quedaba sólo en la cabaña y esperó.

-Cuerpo de aurores de Grinmaud Place en que puedo servirle.

-Necesito que envíe a un par de aurores a revisar los alrededores de mi casa... vivo en la cabaña Wesley, al lado del lago Alcasheik, e escuchado ruidos muy raros y creo que hay alguien afuera.

-Enviaré a alguien de inmediato... ¿En que parte de la cabaña se encuentra ahora?

-En la sala, estoy...

Pero el sonido, ese sonido que Ron reconoció lo hizo congelarse, era el sonido de una puerta abriéndose después de un "Alohomora" pronunciado.

Dejó el teléfono y de un salto, corrió hacia su habitación, pero antes de pisar el primer escalón, las luces de encendieron.

Ron se quedó estático, congelado de miedo.

Frente a él, en el segundo piso, había un hombre, de unos cincuenta años, con barba espesa que variaba entre las canas y el pelo negro, alto y fornido con una mirada negra enloquecida.

-Buenas noches señor Wesley - pronunció... Alguien detrás de él.

Se giró lentamente y vio a otro hombre mucho más alto que el primero, con cuerpo musculoso, que apenas era contenido por su uniforme negro azabache, detrás de él habían dos hombres más, un poco más pequeños que él pero igual de amenazantes, uno de ellos tenía una cicatriz cruzandole el ojo izquierdo, el cual era completamente blanco.

-¡¿Quién demonios son ustedes?! - les preguntó Ron tratando de no mostrar ninguna debilidad o nerviosismo en au tono de voz, pero sinceramente no sabía si había funcionado.

-¡Oh, no se preocupe si no nos conoce!... Nosotros nos vamos a encargar de que no se olvide de nosotros jamás... ¿Cierto chicos?

Todos fueron antes aquello que parecía ser un chiste para ellos, pero para Ron, podía talvez significar su fin.

-Nosotros somos, algunos de los que tú y tu hermano Charlie han estado jodiendo desde hace mucho - le dijo el hombre que venía bajando por las escaleras desde el segundo piso - y hoy, vamos a comenzar a vengarnos.

Ron apretó la varita con fuerza.

El retorno de Ronald (Trilogía mágica 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora