En el número 224 de la calle Mayfair se alza orgullosa la Casa Min. El apellido evidentemente oriental parece un anacronismo en un sitio tan cosmopolita como el Nueva York de 1985. Sin embargo, la trasnacional de comercio de opio con raíces en China y Corea del Sur invadió el Chinatown y cualquier sitio que le hiciera honor al pulpo monopolista.Así que ya no era tan raro pensar en que los asiáticos tomarían la corona del negocio en las próximas décadas y eso había aprovechado el patriarca de esta familia. Años de inversiones y algún que otro negocio a oscuras había dado sus frutos.
Todo habría ido de perlas si la adorable señora Min no fuera incapaz de concebir un heredero para semejante imperio y ahí era donde entraban los servicios sociales de Estados Unidos para ofrecer soluciones que en su país natal el señor Min hubiera desechado sin siquiera pensarlo.
América el país soñado. Tiempos de cambios y decisiones. Una generación se estaba gestando, agazapada bajo las luces del Chinatown. Sedienta de potencial y sangre a partes iguales. Casi medio kilómetro lejos de la propiedad Min, un destartalado sitio servía de hogar a aquellas almas que la suerte dejaba en el camino por el simple hecho de no tener un apellido.
Parecía que Dios se había olvidado de ellos, cuando realmente se le podría llamar misericordia. Servicios Sociales era una burda mentira la mayoría de la veces y de eso el pequeño Jimin era una prueba.
Sus inocentes cinco años no parecían suficiente para tolerar el régimen de aquel siniestro internado donde habitaban monstruos mayores que los que solían atormentarlo en la casa de su tía.
Aun con una edad donde la comprensión se escapaba de sus manos la mayoría de las veces, ya sabía reconocer lo verdadero de lo falso y no pudo evitar romper en llanto cuando la mueca deforme en el rostro de su tía se convertía en sonrisa mientras la asistente social lo urgía a subirse aquella camioneta y ver desaparecer lo único que conocía en el mundo. Su mundo...
Ah... ya no habría más tardes en el jardín trasero o aquellos dulces empalagosos que le dejaban las mejillas llenas de churretes. Tampoco habría castigos de dos horas sobre un solo pie por no tener modales en la mesa. Pero eso era lo de menos.
Comparado con lo que sería el Hogar de Long Island, su tía había sido piadosa. Aquel niño pequeño y escuálido había sido recibido por una señora rechoncha que lejos de ser toda bondad y compresión como dictaba su edad, apreciación de cualquier niño, solo se contentaba con gritarle las normas que regirían su vida en lo adelante.
Compartiría habitación con diez chicos más. Diez chicos que desde el primer día se declararon sus enemigos.
"Los más pequeños cederán su alimento a los mayores. Los más pequeños no pueden quejarse ante ninguna tarea. Y tú..."
Aquella sonrisa donde faltaban dos dientes lo hizo temblar. Aun siendo inocente Jimin era capaz de reconocer el mal. Quizás el haber perdido a su madre a la temprana edad de tres años y de tener una memoria un tanto prodigiosa para recordar los detalles, lo hacían una presa fácil para el miedo y la desesperación.
ESTÁS LEYENDO
•DOPPELGAÄNGER•ym#PGP2024
FanficEl Dr. Min posee los más altos calificativos en la esfera académica, una esposa digna de su sangre azul y un prestigio digno de su apellido. Sería tentador describirlo al frente del equipo de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la UCH siend...