XII. Inner Travel

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“El mundo de los sueños puede ser un paraíso perdido la mayoría de las veces. Una línea imaginaria entre el subconsciente y la racionalidad donde las ondas cerebrales remiten lo suficiente y nos encontramos en aquel estado donde todos los sentidos se amplifican para percibir la riqueza que nos ha robado la civilización.”

—¿Observan este pequeño conejillo de Indias?¿No se les antoja adorable mientras hace girar mecánicamente la rueda en busca de un poco de alimento?

El anfiteatro de la Facultad de Ciencias del Comportamiento y que regularmente ocupaba el plantel de Psiquiatría, observaba en total silencio como el Doctor Min exhibía a un pequeño cobayo de color blanco y patas machadas en negro para complementar su disertación sobre la importancia de las representaciones oníricas en los patrones conductuales de sus pacientes.

—Tal como este pequeño animal, nosotros buscamos alguna recompensa hasta en el acto que proclamamos más altruista. Es oportuno cuestionarse en este punto… ¿Qué tan dispuestos a dar y recibir estamos? ¿Alguien se anima a explicar cuáles serían los móviles para que este conejillo de Indias abandone la rueda?

Los ojos de Min escanearon el auditorio en busca de alguna expresión lo suficientemente inestable para lanzarle el arnés. Estaba tan acostumbrado a llevar su representación que creyó que el destino le jugaba una mala pasada al descubrir a Woosung al final de la tercera fila. Su amigo de adolescencia y juventud le observaba con una sonrisa insinuante.

—Por lo visto he de hacerle un poco más difíciles las cosas a nuestro amigo sobre la rueda… ¿Qué sucedería si retiramos el alimento?

El tono bajo de aquella voz parecía actuar de conector hacia una realidad donde las personas habían seguido paso a paso cada sílaba pronunciada por aquel hombre.

Tal como una gota de agua impactando sobre la superficie en calma de un recipiente, las ondas expansivas sobre la señal que había sembrado el doctor en las mentes ajenas pareció fracturarse cuando un chillido estridente llenó el auditorio.

El conejillo de Indias, privado de la recompensa al final de la rueda, pataleaba y arañaba las paredes del contenedor donde Min lo había encerrado, en una clara representación de lo que sería la mente humana una vez alejada de la ilusión de un final feliz.

Aquel espectáculo aparentemente inofensivo sumía a los espectadores en una espiral que el propio doctor controlaba, mientras su mente, con una precisión escalofriante acuñaba cada expresión en los rostros de los asistentes.

Desde la fascinación hasta el repudio, cuando la calma pareció regresar junto con la preciada recompensa de aquel animalillo que dejó de quejarse para poner la rueda en movimiento otra vez.

—Creo que he sido lo suficientemente ilustrativo. La humanidad es tal cual este pobre animal. Sigue moviendo la rueda aun cuando está condenado al fracaso y solo parece despertar de ese sueño cuando la recompensa es retirada. Es en esos momentos de fractura total cuando se acude al subconsciente. Un campo del que todavía solo conocemos rudimentarias puertas.

El aplauso que siguió a aquella conclusión parecía ensordecer a los presentes aun fuera del local. Min esbozó una imperceptible sonrisa antes de saludar a quienes fueran sus tutores durante el doctorado.

Con ello terminaba la primera de siete conferencias que le obligarían a permanecer en tierras sajonas por lo menos durante todo el mes de agosto. Woosung esperó a que todo aquel interludio cesara antes de estrechar la pálida mano de su antiguo cómplice en las escapadas del internado.

—Los años te tratan bien. Aunque yo diría que hoy luces ansioso, Yoon.

El aludido solo negó antes de consultar la hora en su Rolex y pedirle a Woosung que tomaran el té en el Café del Swan Palace. El hotel donde se hospedaba el doctor.

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