VIII. Proof

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Aun le punzaba la cabeza mientras el eco de las voces en sus pensamientos remitía solo gracias a otro coctel de analgésicos. Era increíble cómo las cosas se habían torcido en un abrir y cerrar de ojos.

El plan de acorralar al sospechoso número uno se había convertido en un encerrona para el frágil chico que fue en el pasado. Jimin intentaba enfocar con dificultad las letras corroídas por el tiempo en el diario que Jeon había llevado a su despacho.

Escapar de la figura fantasmagórica que era Long Island le había tomado tres horas, contando el sobresalto en su pecho y la infinidad de escenarios que vinieron a acosarle, había sido toda una proeza.

Ir a casa no era una solución, por eso tomó la vieja ruta de tranvías hasta Cuántico y los dormitorios que se convertirían en su lugar seguro le recibieron con una ducha de agua casi hirviendo.

Aun así no podía dejar de temblar y cuando Jeon le preguntó qué le había ocurrido en la frente y el deshecho labio inferior, solo improvisó una sonrisa torcida y algo que descolocó más aún al oficial.

"Me peleé con un gato."

Fue su escueta respuesta para un confundido Jeon que negó mientras procedía a notificar a su superior del cateo en la mansión Gray. El gato con el que se había peleado Jimin estaba fuera de los terrenos de la UCH desde tiempo atrás, seguido por un sonriente Taehyun que no tenía idea de la profundidad que tomaba ese simple "" para formar parte del equipo de investigación del afamado catedrático.

—La madre de Sara resultó ser una Caja de Pandora ambulante. Si llegas a ver el lugar tétrico donde me llevó. Creo que me daba más repelús el hecho de que quisiera meterse en mis calzones a que tuviera una habitación tipo "la llorona" para guardar los recuerdos de su hija ¿Hyung, me estás escuchando?

Jungkook tuvo que zarandear por el hombro a un ensimismado Jimin que solo recordaba el rostro rubicundo de Min Yoongi antes de que su campo visual se redujera a bultos y sus oídos escucharan el sonido apagado del motor de un coche.

—Que la señora Gray tiene predilección por los jovencitos...

—¡Hyung!

Jimin aprovechó la fina brecha que dejaba el giro en la conversación y peinando los rebeldes mechones de su cabellera castaña clara volvió a observar el muro de su despacho.

Las tomas realizadas tanto en el homicidio de Sara como en el de Eddie le infligían una clase de calma, que para una persona normal hubiera sido demasiado grotesca.

Al menos habían conseguido ese diario, donde el nombre de Min se repetía con asiduidad como una especie de salvador del que ya Jimin intuía debía andarse con cuidado.

—¿Y el consultorio de Min?¿Lograron entrar esta vez?

Jungkook casi escupe el café que recién saboreaba.

El consultorio de Min.

No había entendido cómo aquel hombre tuvo la habilidad de estar en todas partes. Supuestamente estaba impartiendo una conferencia en el Paraninfo de la UCH cuando ellos habían abandonado la casa de los Gray para ocupar su propiedad.

Aun seguían cavilando cómo fue que al final el hombre apareció con una sonrisa cordial y casi les pidió que agendaran una cita con él, pues evidentemente la orden de cateo no tenía ni pies ni cabeza.

—El doctor colaboró cuando casi nos retirábamos. Se puede decir que llegó en el justo momento antes de ingresar a la oficina de su despacho... No sé hyung, pero ese tipo tiene la habilidad de ponerle los pelos de punta a cualquiera.

Jimin asintió con otra mueca que le endureció la mandíbula. Los ansiolíticos que aun se movían en su torrente sanguíneo no parecían tener efecto ante la mención del repelente médico que horas atrás por poco le condena a otra visita a urgencias después de aquel lejano recuerdo de su pasado.

—Aun así estamos esperando por el informe completo de Patología sobre la muerte de Eddie, eso y que Namjoon hyung se reúna con la División Federal. Por lo visto se ha encontrado a un narcotraficante que expende LSD con motivos de mariposas... muy similares a las de nuestros casos...

Ese nuevo dato pareció encender la alarma en la adormecida mente de Jimin. Para él las imágenes de Long Island seguían girando como una especie de tornado de recuerdos. A la edad de diecinueve años había sufrido un accidente.

No lo recordaba muy bien puesto que meses después despertaría en medio de un agitado sueño en una sala de hospital justo frente a los ojos de una preocupada Sally que hasta sus últimos días antes de ser independiente se comportó como la madre que alguna vez pudo tener.

Fue como si volviera a nacer y a excepción de la cicatriz en sus costillas y la amnesia que por años tuvo que ir combatiendo, bien se podría pensar que todo estaba en orden en su vida.

Sally le contó que desde los cinco años su existencia había transcurrido a cargo del cuidado de los trabajadores en el Orfanato de Long Island, siempre albergando la esperanza de ser adoptado y recibiendo una respuesta que con el paso del tiempo se hizo manida y rancia como el mohoso pan que en sus inicios recibían en aquella instalación.

El accidente había sido producto de una excursión en yate con unos amigos de Sung Woon. El otro chico que tiempo después fuera reclutado para ser parte de un programa de becas en Londres y que hasta la fecha solo se comunicaba con el castaño mediante llamadas telefónicas y correos electrónicos.

Una excursión de verano que terminó con Jimin flotando a más de diez pies bajo el agua del Atlántico en un descenso que a veces aparecía en sus más febriles pesadillas.

—¡Hyung! En serio ya me preocupas, llevas más de diez minutos mirando a la nada. Mejor vete a chequear esa ansiedad.

Nuevamente la voz de Jungkook le conectó con el presente y la nube de recuerdos oscuros pareció aplacarse solo unos segundos mientras una idea un poco deforme crecía en su intelecto.

—Dile a Namjoon que me incorporaré a la reunión más tarde. Aún tengo que comprobar algo y si estoy en lo cierto, pues...ya tendremos la punta del iceberg para empezar con la investigación en serio...

—¡Pero hyung...!

Nuevamente el más joven se encontraba en el umbral de su despacho con la taza de café en la mano y un montón de preguntas. Jimin, por su parte se cerraba el grueso gabán antes de encontrar la gastada cajetilla de cigarrillos Marlboro en su bolsillo derecho.

La nube de humo exhalado desde sus pulmones y fosas nasales le supo a gloria mientras localizaba el desvencijado Ford aparcado en el mismo sitio donde confrontara a Min.

—Tengo el triste presentimiento de que nos volveremos a ver muy pronto.

Fue su sentencia antes de traer el motor a la vida e incorporarse al tráfico de una ciudad acariciada por la humedad de una noche de finales de mayo, donde las sombras y las almas apostaban millones y el nombre de su antigua protectora en el hogar de Long Island se unía a los ruidos de la radio.

"Los horrores más grandes tienen el aspecto de un etéreo ángel."

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DOPPELGÄNGER

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