V. Abraxas: Behind the Mask

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El muro del detective Park volvía a cubrirse con imágenes de una mariposa. Jimin quién había entregado la conclusión del caso de Sara Gray semanas atrás no se creía que sus futuros pupilos tuvieran una experiencia tan desagradable como aquella solo a horas de ser anunciada su aplicación. Los primos Choi habían declarado con la flama de la frustración en sus ojos.

Él conocía ese sentimiento a la perfección. Si tan solo hubiera hecho más, si tan solo hubiera medido mejor los pasos, hoy el resultado sería diferente. Pero el tiempo no regresa ni un solo segundo atrás.

Aquellos muchachos habían tenido la suerte y la desgracia de presenciar otro homicidio en masa y como era de suponer un "suicidio escarlata". Ese era el epíteto que le habían puesto en el departamento de asuntos federales.

Ahora quién estaba obsesionado con cosas sin sentido. El detective chasqueó la lengua mientras se encontraba con la foto del expediente de la nueva víctima.

Edward McMillan. Ingeniero aeronáutico, veintisiete años. Nacido en Whitechapel, Londres, radicado en Nueva York dos años atrás. Soltero y con un historial amplio de consultas con el servicio de Psiquiatría desde los quince años cuando su trastorno bipolar se salió de control. Huérfano de ambos padres, desempleado en los últimos seis meses de los que se desconocía su paradero.

Jimin se masajeó las sienes. El dolor de cabeza que tenía desde que el cuerpo de Eddie fue encontrado en el estacionamiento del Empire State tenía un nombre y aquellos enigmáticos ojos verdes rondando en su mente. No podía ser una coincidencia que la imagen se repitiera con tal nivel de exactitud, su instinto se lo gritaba. Ese bastardo del doctor Min. No le hacía falta sumar dos y dos para suponer que la próxima víctima con suicidio escarlata se había consultado con él.

"No pude recibirle antes porque estaba en Londres".

Ese fragmento de conversación le sabía cáustico. Cómo demonios podría sacarle información aquel hombre cuando era evidente que una nueva forma de asesinato estaba ganando fuerza en Nueva York.

—Hyung, es macchiato, tu segundo favorito.

Jungkook dejó el café y las donas sobre el escritorio del detective. Jimin pareció volver a la vida al solo dar el primer sorbo. Él mismo se había hecho cargo del interrogatorio a los chicos Choi y a gran parte de la clientela de la discoteca de la dieciséis del Empire State. Annie fue el peor de los casos. Esa chica había salido con McMillan solo unos meses atrás. Más por cuestiones de trabajo que por otra razón.

"Algo de una sola noche. Eddie daba miedo".

Fueron sus cortas palabras mientras intentaba dejar de hipar y no atragantarse con el vaso de agua que Jimin le ofreció. Por lo visto ahora no tendrían a la aristocracia lista para limpiar las huellas de lo que ya sonaba sospechoso.

Quién se preocuparía por un inmigrante inglés con problemas mentales y una vida en el anonimato. El caso estaba vivo y aunque una parte de Jimin se afilaba los dientes por atrapar al causante de todo aquello, la otra solo se retorcía de impotencia.

—De peli de terror. No sé cómo los Choi pudieron sobrevivir sin un tic nervioso o algo por el estilo. Sobre todo Yeonjun. Por cierto, es tu nuevo aplicante.

Concluyó Jungkook mordiendo una generosa dona rellena con chocolate. Jimin le dedicó una mirada seria antes de regresar frente al muro y anotar algo debajo de la foto del estacionamiento del Empire State.

—Vamos hyung, al menos dime qué es lo que piensas de este numerito. Ahora no van a poder cerrarnos el caso como originalmente querían los bastardos de la dirección.

El de ojos azules encaró al menor. Jungkook tragó duro. El profundo ceño de Jimin solo anunciaba problemas.

—Consígueme una orden de allanamiento. Los Gray no se van a librar de mí esta vez.

•DOPPELGAÄNGER•ym#PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora