VII. How many names?

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El oficial Jeon vio las nubes arremolinarse fuera de la terraza de los Gray pero no le dio importancia. Para él tenían más peso las nerviosas palabras de la señora de la casa que lo que podría ser una tormenta en potencia. Aun cuando una especie de sexto sentido le gritara que algo no andaba bien.

—Es por aquí. El estudio de mi hija...

La puerta color alabastro se dejó ver tras un cortina que Jeon sospechaba habían colocado a fin de enmascarar aquel sitio.

—¿Por qué no le entregó esta información al cadete Kai?

Preguntó atendiendo al desaliñado rostro de Amelie. Ella suspiró dramáticamente hasta apoyar su delicada mano en el hombro del oficial.

—Usted me inspira confianza...

Jeon solo atinó a fruncir el ceño. La mujer le observó el rostro. La nariz recta, la mandíbula firme o esos labios de un color rosáceo. El oficial Jeon era un cóctel fuerte y varonil que despertaba viejos sentimientos en una mujer demasiado acostumbrada a existir únicamente.

—¿Está consciente de que puede ser presentada una demanda contra ustedes por obstrucción a la investigación?

El tono oscuro del hombre solo alimentó más las fantasías de aquella mujer que sin pudor alguno sonrió antes de relamerse los labios.

—Después de lo que voy a confiarle dudo que tenga deseos de incriminarme. Solo acompáñeme ¿sí?

Jeon tenía ganas de interrogarle de veras. Por qué si a su marido le había costado tanto convertir la muerte de su hija adolescente en una historia sin pies ni cabeza y cerrarles el caso, ahora su mujer se ofrecía voluntariamente en una especie de conspiración.

Le sonaba demasiado sospechoso que precisamente ahora Amelie quisiera colaborar, pero aun así la siguió dentro de la habitación que parecía más un sótano que un "estudio".

Amelie presionó el interruptor y por unos instantes el oficial Jeon quedó encandilado con la potencia de la única bombilla en la estancia. Aun cuando los muebles estaban cubiertos por empolvadas lonas pudo reconocer un dibujo que presidía el muro de Jimin desde meses atrás.

La gran mariposa escarlata que reinaba sobre la serie de extraños homicidios en Nueva York estaba estampada en la pared solo que en tonos púrpuras. Amelie la observaba con una clase de emoción que hacía a sus pupilas dilatarse descomunalmente.

La lluvia ya repiqueteaba contra los ventanales de la mansión, convirtiendo el ambiente en una especie de reducto fantasmagórico que lograba alzarle los vellos de los brazos y la nuca al oficial Jeon.

La belleza en medio de la oscuridad. El psiquiatra de Sara le sugirió que encontrara un hobbie antes de que todo se saliera de control. Aún recuerdo su entusiasmo cuando sacó las viejas acuarelas que le regalaba cada cumpleaños. Si aun estuviera viva, quizás...

La voz de Amelie fue disminuyendo gradualmente, en contraposición a cómo la tormenta arreciaba fuera de los dominios de la mansión. Jeon estuvo a punto de confortarla con alguna palabra cuando la mujer se giró a su encuentro con una sonrisa forzada.

—Pero dónde sea que esté encontró su liberación. Esa fue la mejor opción. No quiero que siga tropezando con las prohibiciones de mi marido. Tome, le confío los pensamientos de mi hija. Sé que a ella le hubiera gustado que un joven como usted los tuviera.

La mujer extendía un cuaderno cuyas tapas parecían garabateadas con rotulador. Jeon vaciló solo un poco antes de tomarlo y descubrir la pequeña cerradura de la que colgaba una llave con forma de corazón.

•DOPPELGAÄNGER•ym#PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora