15. Caja de sorpresas

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Un llanto proveniente de la habitación contigua le espantó el sueño a Beomgyu. Se trataba de Jungwon y una pesadilla fea, fea, muy fea, que había tenido. Por lo que tuvo que abandonar la comodidad que las pocas horas de sueño le habían brindado para ir a proteger a su hijo de los monstruos que aguardaban en el armario.

Estrellita dónde estás, que te quiero ver brillar —cantó suavemente mientras mecía al niño dando paseos cortos por la habitación.

Tres y cincuenta y seis de la mañana era la hora que marcaba el reloj en la habitación. Suspiró sintiéndose cansado. Porque si es cierto que rápidamente el infante volvería a dormirse unas tres horas más, para él va a ser imposible.

El llanto se convirtió en balbuceos y poco tiempo después el ritmo de la respiración de Jungwon le indicaron que ya podía dejarlo en su cama. Inconscientemente el niño abrazó al Señor Oso y se acurrucó mucho más entre las sábanas con las que había sido arropado.

—Te tengo tanta envidia —murmuró Beomgyu acariciando la pequeña cabeza de su hijo— yo también quiero volver a dormir.

Volver a la cama solo para estar ahí no era una opción si esta ya estaba fría. En otros momentos podía volver solo para disfrutar un poco de la calidez que desprendía el cuerpo ajeno y algunas veces sí pudo volver a dormir solo otro poco, pero aún si no lo hacía, estaba bien solo estar ahí. Sin embargo, esta vez solo le tocaba buscar qué hacer para aprovechar el tiempo.

Fue a la cocina y se preparó una taza de té. Puso con cuidado el recipiente en la pequeña mesa y buscó su ordenador para adelantar sus trabajos. Con eso se distrajo hasta que se hizo realmente de día y el sol se colaba por la única ventana de la cocina. El sol también trajo unos pasos somnolientos y una voz tierna.

—Buenos días, papi —saludó Jungwon subiéndose a la silla de al lado.

—Buenos días, tesoro —le sonrió acomodándole el pelo enmarañado.

Con Jungwon despierto fue a la cocina a preparar desayuno para ambos. Un par de sándwiches, y dos vasos de jugo fueron a parar a la mesa. Comieron con calma, solo unas pocas interrupciones de comentarios cortos que hacían el uno y el otro. Todo tranquilo hasta que terminaron, Jungwon ayudó a lavar los platos y volvieron a la mesa.

—¿Cuándo se fue papá?

La respuesta podía romperle el corazoncito a su hijo, pero tampoco quería mentirle descaradamente. Una verdad a medias sería suficiente si el niño no fuese tan perspicaz. Entonces le diría algo como que tenía cosas qué hacer y tuvo que irse, porque no era mentira, pero tampoco sonaba tan mal como que simplemente se fue. Cuando estuvo a punto de abrir la boca para responder el timbre sonó y ambos miraron a la puerta extrañados.

—¿Viene Kai hyung? —preguntó Jungwon haciendo reír un poco a Beomgyu.

Ser hijo único era difícil, él lo sabía más que nadie. Kai se convirtió en lo más cercano a un hermano para él. Se hacían compañía el uno al otro en sus solitarias vidas y Beomgyu estaba agradecido de eso.

Caminó hacia la puerta con el celular en mano esperando encontrar un mensaje de Soobin diciendo que estaba de pasada y no tenía las llaves. Lo que no encontró. Entonces queriendo ser precavido puso el ojo en la mirilla de la puerta, pero se sobresaltó al ver quien se encontraba a fuera.

Rápidamente se llevó las manos al cabello para acomodarlo y bufó arrepintiéndose de haberse puesto una pijama tan espantosa la noche anterior.

Abrió la puerta con algo de timidez y afuera estaba Taehyun con una caja en sus manos y vistiendo casual, pero no mal. Entonces instintivamente miró su propio atuendo avergonzado.

Todo doble | Taegyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora