La amada del Gran Caos [AiLu]

12. La Gran "Mía"

Después de aquel encuentro con la chica más hermosa que había visto en sus cortos 16 años, Aida regresó a su casa.
Sin borrar la sonrisa que había dejado Lucia, entro y se dirigió hacia su cuarto.

Iba tan concentrada en sus pensamientos sobre la chica de ojos verdes, que no se percató que sus padres estaban sentados viendo la televisión.... Ignoró sus saludos y preguntas.

- Lucia.- Se acostó en la cama, puso sus brazos detrás de su cabeza y contempló el techo de su habitación. Veía los hermosos ojos de aquella chica. - Mía.

- ¿Quién es "Lucia" Aida?.- Su madre, quien la había seguido hasta su cuarto, se quedó parada en la puerta escuchando, ante la pregunta, Aida pegó un salto.

- Ostia mamá, no te vi. ¿que pasa?.- Se sentó en la cama para concentrarse en su madre.

- Paso que nos ignoraste hija.- Cerro la puerta y se sentó al lado de su hija.- ¿Quién es Lucia?.

- Mm... es una chica que conocí en el partido de Ten.... JODER AROA, LA E OLVIDADO.- se levantó para salir de su cuarto pero la otra mujer la sujeto del brazo.- Mamá debo ir a buscarla, ese tal Carlos la invitó a comer.

- La invitó a tomar café. Me llamó hace poco y me lo contó. Me dijo que lo más probable es que llegarás a casa sin ella porque te habías enamorado a primera vista de una chavala.

- Joder, debes castigarla. La acompañé porque me dijo que tú no la dejarías ir a ver a su crush sola.

- Lo se y lo haré, pero ¿Quién es esa tal Lucia?.

Aida volvió a sentarse al lado de su madre y al recordar a aquella chica su sonrisa volvió y sus ojitos brillaron como nunca.

- Lucia es la perfección andante mami, es una puta ama en el Tenis y cuando acompañé a Aroa a la cancha para que saludara a ese pavo, la vi. - Soltó un suspiro y miró tímidamente sus manos.- Mi corazón salto y comenzó a latir a mil por horas, me sentí completa, llena, fuerte... no se como explicarlo bien, aun estoy flipando. Sus padres son muy estrictos al parecer, se la llevaron a rastras de mí, ni siquiera me miraron. Solo alcancé a decirle mi nombre.- Unas lágrimas comenzaron a caer de sus ojos.- No se que haré si no la vuelvo a ver mamá, no me puedo sacar su mirada de mi cabeza.

- Hija.- Tomó su mentón y lo giró hacia ella para mirar a su primogénita a los ojos.

"Madre mía Aida, esos ojitos de enamorada".

- El primer amor siempre se siente así, a tu edad las hormonas andan locas. No pasa nada, ya veras que la volverás a ver y sino, bueno aparecerá alguien que te haga sentir igual o mucho más. Eres muy joven aun para tener penas de amor.

- Ella no es como cualquiera madre, es... es... es una Diosa.- Soltó otro suspiro.- Mia, mi Diosa.

- Tenías que salir a tu padre, igual de posesiva que ese capullo.

- ¡OYE ¿CÓMO QUE CAPULLO?!.- Se escuchó la voz del hombre desde la puerta del cuarto.- Te escuche eh.

- Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas, estoy teniendo un momento de madre e hija.

- Pero yo soy su papá y quiero saber que le pasa a esta pava que entro sin saludar.

- Lo siento papá.- Se levanto y abrazo a Pedro, así se llamaba aquel hombre que le había dado la vida a la futura reina del cosmos.

- No pasa nada hija, así es el amor.

Aida le contó todo a su papá. Tenía mucha confianza con ambos: Ana, una mujer bajita de estatura, ojos castaños, pelo corto de color café y muy risueña, trabajaba en una peluquería en el centro de la ciudad de Madrid. Se había casado a los 17 años con Pedro, un hombre alto, fornido, ojos color miel y pelo negro que tenía su pequeña empresa de ropa. De aquel matrimonio nacieron dos niñas: Aroa quien ahora tenía 15 años y Aida de 16 años, aunque dentro de unas semanas cumpliría 17.
Eran una familia muy feliz y amada por sus vecinos, los Redruejo eran los que siempre animaban las fiestas o empezaban colectas para ayudar a las personas que más lo necesitaban. No tenían mucho dinero, pero aun así realizaban obras de caridad, sobre todo en las festividades que se acercaban: Navidad, Noche vieja y Los reyes.