Capítulo 15

1.5K 90 3
                                    

Henry bajó las escaleras, olía rico. Su madre había hecho el desayuno. No podía admitir que echaba de menos sus preparados, se sentiría débil, no quería que ellos pensaran que los necesitaba cuando en realidad lo que necesitaba era seguir manteniéndolos a distancia.

―Buenos días mamá―saludó mientras caminaba hacia la cocina, pudo ver a su padre en el patio junto a la piscina, habían preparado la mesa allí.

―Buenos días cariño. ―dijo la madre con un plato cargado de creps llenos de miel y frutas en la mano, los estaba llevando fuera―Menos mal que sales de la habitación a tiempo.

Él la siguió fuera de la casa.

―Hola papá ¿Desayunamos juntos? ―preguntó fijándose en todo lo que había sobre la mesa, todo se veía realmente apetitoso. Tostadas, huevos duros y las tortillas que a él le gustaba. Se sirvió una taza de café.

―Buenos días hijo. De hecho, tu madre y yo hemos desayunado ya.

―Así es. ―contestó la mujer una vez depositó el plato de creps sobre la mesa. ―Ya sabes que de aquí a Conwy son tres horas, cuanto antes emprendamos el viaje, mejor.

Por supuesto que lo sabía, había pasado gran parte de su infancia viviendo en aquel poblado. Les habría hecho viajar en su helicóptero, pero no era una opción, su padre tuvo que renunciar a ciertas cosas cuando se casó con su madre, y entre ellas estaba viajar en avión. Su madre no se subía a los aviones, le daba pánico montarse en uno de aquellos artefactos como los llamaba ella. Se preguntaba si él también estaría dispuesto a sacrificar cosas por su esposa, si alguna vez se le ocurrirán casarse de verdad. A demás, le venía bien que se fueran cuanto antes, así acabaría con su falso matrimonio cuanto antes.

―Gracias por el desayuno. No teníais que molestaros.

―No tienes que agradecerle a tu madre por darte de comer. Considéralo nuestra disculpa por habernos presentado de esta manera en tu casa―la mujer miró por la puerta de la casa, parecía buscar algo―Por cierto, ¿dónde está tu novia? ¿No bajará a desayunar?

―Ella… ―él también miró hacia la puerta―sigue descansando, en cualquier momento bajará―contestó y le dio un sorbo a su café.
―No estará embarazada ¿verdad? ―soltó sin más consiguiendo que Henry escupiera parte del café que se acababa de beber.
―¡Mamá! ―la regañó.
―¿Acaso he dicho algo malo? Es algo normal, algún día deberéis tener hijos. No entiendo por qué lo dramatizas, me hace pensar que tendré que seguir esperando hasta que te dignes a darnos un nieto.

Henry depositó la taza sobre la mesa, eso era lo que le faltaba, tener que escuchar a su madre hablándole de nietos y embarazos, no iba a tratar de ese tema con ellos. Afortunadamente sonó el timbre de la reja. Miró el reloj, daban las ocho y media de la mañana.

Mario apareció por la reja.
―Cariño, no me digas que también le haces trabajar al pobre en un fin de semana. ―dijo Shara mirando al chico con pena.
―Buenos días señor y señora Wells―saludó el chico con educación y con una sonrisa en el rostro.

Cuando los padres se hubieron marchado, Henry y Mario estuvieron conversando un rato, su asistente le estaba poniendo al tanto sobre todo lo que había ordenado hasta entonces, de pronto se detuvo, tenía la vista puesta en algo, por encima del hombro de su jefe. Henry lo miró interrogativo y siguió su mirada hasta la puerta de la casa donde pudo ver a la chica de pie, observándolos.
―¿A qué es bellísima? ―escuchó a su asistente leyéndole el pensamiento―¿Se imagina cómo se vería si se arreglara?

Ella acaba de levantarse, todavía llevaba la ropa del día anterior puesto. Parecía nerviosa, y parecía evitar que sus ojos se cruzaran, lo cual hizo que Henry se preguntara si el motivo era porque se había dado cuenta de que él tuvo que tomarla en brazos para depositarla en la cama. Se acordó de sus mechones, ahora estaban quietos sobre su rostro, mientras el resto de su cabello seguía recogido en una cola ya pasada.
La hizo señas con la mano para que se acercara. La chica obedeció caminando hacia ellos.
―Buenos días―saludó tímidamente una vez los alcanzó.
―Buenos días señorita―Mario contestó de inmediato haciendo que su jefe se volteara a verlo por un instante, luego regresó a la chica.
―¿Has dormido bien? ―le preguntó.
―Sí, gracias.

Él le acercó una silla y la instó a que se sentara. Ella obedeció y se sentó a la mesa con la vista fija en los cubiertos. Alzó la mirada para verle, éste le estaba sirviendo un vaso de jugo de naranja.
―¿Ha preparado usted el desayuno?
―Mis padres. ―de pronto ella viajó la mirada por los alrededores, ahora se daba cuenta de que no los había visto, sin embargo, su auto ya no se encontraba en el patio. ―Regresaron a Conwy―contestó a su duda ofreciéndole el vaso de jugo, lo cual ella aceptó agradeciéndoselo. Él igualmente tomó asiento y le servía los creps en un plato.
―¿Puedo tomarles una foto? ―preguntó Mario dejando ver su móvil. Los dos lo miraron. ―Ya saben, como prueba, por si alguien duda de vuestra relación.
―No tenemos que demostrarle nada a nadie―dijo Henry. ―Así que baja eso.
―De acuerdo. ―el chico regresó su móvil. ―En todo caso, hacen buena pareja. ―soltó sin más, como si lo que hubiera dicho no fuera la gran cosa. La pareja se miró por un instante.
―¿Por qué no desayuna con nosotros? ―le preguntó Emma, Mario observó a su jefe, si los ojos pudieran asesinar a uno él probablemente ya estaría muerto. Seguramente no le había gustado para nada su comentario.
―Es muy amable, gracias―decidió que lo mejor era no fijarse en su jefe, sino en la hermosa chica que le ofrecía desayunar. Su jefe ni se había molestado en preguntarle si había probado algo desde que amaneció, cuando lo cierto era que en lo único que se había preocupado era en tener en orden todo lo que necesitaba aun cuando no estaba en la obligación de trabajar en un fin de semana como lo había dicho su madre.

Mientras desayunaban, llamaron al timbre. Mario miró la hora y supo de qué se trataba. Se limpió la boca y se levantó en seguida para recibir a los llegados.
Emma miró confusa al equipo que estaba entrando en el patio, se trataba de un grupo de cinco personas y llevaban cajas en las manos. Entre ellos había una maquilladora, podía detectarlos porque había crecido siendo atendida por ellos la mayor parte de su vida.
―¿Y esos? ―preguntó, aun cuando ya podía imaginarse la respuesta.
―Harán unos pequeños arreglos solo para que sea posible la celebración. En cuanto a ella―acercó a la estilista, ésta los saludó con una sonrisa en los labios―es la señorita Margie, es una maquilladora experta, la ayudará con su imagen.
―Será un honor. Es evidente que tiene una piel bien cuidada, un pelo precioso y es increíblemente hermosa, será sencillo tratarla.
La chica se puso roja, estaba nerviosa por los halagos, ¿por qué la gente siempre la consideraba hermosa? Acaba de salir de la cama, ¿cómo podían pensar que lo era? ¿Henry pensaría lo mismo? Se preguntó, pero no se atrevía a mirarlo para ver su expresión.
―Gracias. ―dijo la chica, la mujer le sonrió.
―Empezamos cuando quiera.
Esta vez miró Emma a Henry, éste le guiñó un ojo, era su manera de darle su bendición o algo así. La chica se puso en pie y le pidió a la mujer que la acompañara hacia su cuarto.

El resto del equipo se encargó de montar un espacio para la boda; una mesa bien ordenada con un arco de flores encima.

Una hora después, Henry Wells y Emma Hale estaban firmando la confirmación de su matrimonio después de que se lo pidiera el notario. Mario firmó como testigo, y la estilista, a quien le pidieron quedarse, también firmó como testigo. Tomaron unas cuantas fotos y se despidieron.
―Espero estar equivocado, pero ¿podrías explicarme qué hacía un falso notorio con un libro y unos sellos que parecían legales? ―le preguntó Henry a su asistente aparte.
―¿Falso? ¿Por qué tendría que ser falso? Es legal.
Henry lo miró en silencio por un rato mentalizando la información.
―Espera, ¿me estás diciendo que hemos montado una boda falsa con un notario legal?
―Oh…por su expresión me imagino que no debió ser cualquiera excepto uno legal. Pero no pasa nada, podrán divorciarse al concluir el contrato.

Henry cerró los ojos y llevó los dedos a la frente y empezó a acariciarla mientras soltaba un suspiro. Era estupendo, ahora ¿cómo le explicaba a la mujer que no creía en los divorcios que estaba legalmente casada con él hasta que la muerte los separase?

La protegida del CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora