Capítulo 6

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Cuando ella se despertó le latía fuerte el corazón, se incorporó sobre la cama de golpe, parecía que acababa de correr una maratón, su mirada se dirigió hacia la puerta, seguía apoyada. Se llevó la mano al pecho y respiró tranquila. Miró alrededor y recordó que ya no se encontraba en casa de sus padres. Miró hacia el enorme ventanal, a través de las cortinas se asomaba la luz del día, había amanecido.

Apartó las sábanas y en sus pies todavía seguían las gasas puestas. Se sentó al borde la cama y se dispuso a quitarlas, se estremeció de tan solo recordar cómo aquel hombre le había untado aquella pomada ¿por qué era tan extraño? Se preguntaba, nadie se había portado tan delicadamente con ella desde que falleciera su padre. Una vez que murió, Gregorio y su hijo se mudaron en la casa con ellas y desde entonces comenzó la pesadilla. Se obligó a sí misma a no recordar aquello, había podido librarse de ello y haría cualquier cosa por que siguiera de esa manera. Si al menos tuviera sus documentos con ella y sus tarjetas de crédito, viajaría de nuevo y nunca regresaría a aquel país, pero ni ropa propia tenía. Exhaló resignada acariciando sus pies que ahora estaban desnudos, se puso de pie y sonrió al poder comprobar que ya no le dolían como lo hicieran ayer.

Escuchó que llamaban a la puerta y se dejó caer de nuevo sobre la cama mientras le palpitaba fuerte el corazón, ¿aquel hombre había ido a verla? Intentó arreglarse el pelo con las manos imaginándose lo horrible que debía verse con el pelo revuelto, pero enseguida se abrió la puerta y apareció por ella Fiona, Emma se sorprendió a sí misma sintiéndose desilusionada.

Una vez que entró la mujer, se detuvo en la puerta observándola de una manera muy curiosa. Después la miró de abajo arriba, escudriñaba su vestimenta y Emma empezaba a sentirse fuera de lugar, preguntándose qué estaría pensando de ella.

―Buenos días. ―dijo al fin entrando por completo en el cuarto.

―Hola. ―contestó tímidamente. La mujer le sonrió.

―Me da gusto saber que sí hablas. Venga arréglate, vamos a salir―Emma la miró con las cejas juntas.

―¿Sa...salir? ―el corazón empezó a bombardearle de nuevo. ―No...no puedo.

―Claro que puedes. Venga, ponte de pie―la tomó de las manos y la ayudó a ponerse en pie. La observó de abajo arriba, si quería salir con ella no podía ser de esa manera. Miró por la habitación a ver si se le ocurría algo. ―Espérame aquí.

Salió un rato de la habitación mientras la chica se quedaba de pie preocupada, si salía podían encontrarla, tenía miedo de que la encontraran, ¿por qué tenía que salir? ¿Dónde estaba el dueño de la casa?

La mujer apareció pocos minutos después, llevaba un cinturón en la mano, debía haberlo sacado del cuarto de su jefe. Emma la miraba confusa ¿qué pensaba hacer con eso? La mujer se acercó a ella y rodeó el objeto por su cintura.

―Esto sujetará la ropa en tu cuerpo, así los que te vean pensarán que solo es una moda más. ―después de hacerlo la observó y sonrió satisfecha―Perfecto. ―tomó los tacones blancos que la chica traía y se los acercó para que se los pusiera, la chica la miraba asustada.

―¿Dónde quiere llevarme? ―la mujer la miró por un rato y le sonrió.

―Tranquila, todo estará bien. Solo quiero llevarte de compras.

―¿D-de compras?

―Por supuesto. No querrás pasarte los días así vestida―la chica se miró a sí misma y luego miró a la mujer.

―No necesito nada, por favor, estoy bien así. No me haga salir. ―la mujer se dio cuenta de que no iba a resultarle tan fácil convencerla y se puso a pensar en alguna excusa― A demás, no sé qué piensa el dueño de la casa de esto.

―¡El dueño! ―pareció llegarle una idea―Por supuesto que está al tanto, todo lo que se hace en esta casa es con su consentimiento.

―¿Qué? ―preguntó casi sin voz.

―Sí, él me mandó llevarte de compras y yo siempre cumplo sus órdenes. Estoy segura de que no querrás defraudarlo.

―No...no, por supuesto que no―la mujer suspiró aliviada.

―Entonces démonos prisa antes de que regrese. Debe encontrarte ya con una ropa decente puesta. ―la tomó de la mano y la guio al cuarto de baño―Puedes lavarte la cara, encontrará un cepillo de dientes nuevo y todo lo que haga falta. Por favor, no tardes. Debemos regresar pronto, ya sabes, tengo que organizar la casa.

La chica entró en el cuarto de baño completamente confusa, debía seguir las órdenes de Fiona porque se lo había pedido su jefe y no quería disgustarle, tenía que hacer todo lo que quisiera entre tanto que recibía su protección. Se miró en el espejo, tenía el pelo un poco alborotado. Abrió el grifo del lavabo y se mojó las manos para luego pasarlas por su cabello y ordenarlo con los dedos. Abrió el cajón que había debajo y allí encontró los cepillos nuevos y algunas toallitas. Tomó un cepillo, le quitó el envoltorio, lo aclaró y le puso pasta dental para luego cepillarse los dientes.

Cuanto estuvo lista, regresó al cuarto. La mujer estaba dando vueltas de un lugar para otro, parecía inquieta. Cuando la vio se detuvo y le sonrió despreocupada, ¿por qué no se fiaba de esa mujer? Desde que la vio sentía eso, quizás solo fuera porque no podía confiar en nadie, su madre se había encargado de ello.

―Estás lista. ―habló la mujer―Vayámonos.

Salieron de la habitación y bajaron hacia el salón donde Fiona tomó su bolso que se encontraba sobre la encimera. Salieron al patio y caminaron hacia fuera del recinto. Una vez fuera, había un taxi esperándolos. La mujer la hizo subirse primero y luego la siguió ella. Emma se abrazó a sí misma, se sentía incómoda con lo que llevaba puesto, y estaba muy asustada por tener que salir a la calle, si la encontraban no iba a librarse, ¿quién la protegería, Fiona?

El conductor puso el auto en marcha y se puso a conducir, enseguida sonó el móvil de la mujer. Lo sacó de su bolso y no parecía agradarle la llamada que estaba recibiendo, sin embargo, parecía obligada a contestarla. Llevó el móvil al oído.

―Sí, señor. ―miró a la chica con una sonrisa disimulada. ―Estamos bien...nada importante, la rutina de todos los días...así es...que tenga un buen día, señor...―Se colgó la llamada y la mirada de la chica parecía preguntarla qué quería Henry. ―Solo quería saber si estamos bien, ya ves qué atento es. ―le mantuvo la mirada a la chica―Eres una niña muy linda, no te conozco, pero creo que necesitas ayuda. ¿Puedes contarme ahora qué fue lo que te pasó? ―Emma apartó inmediatamente la mirada de ella y la dirigió hacia fuera―Ya te lo dije, solo quiero ayudar. Dime ¿Mi jefe te tiene amenazada de alguna manera? ―La chica la observó confusa, ¿es que el hombre que la había rescatado era horrible?

―¿Por qué piensa eso?

―Conozco a mi jefe, no es de los que traen a mujercitas en su casa, no se sabe exactamente por qué, pero se comenta que despidió a su antigua asistente porque se le ofreció. Ahora tiene a un chico de asistente, opina que todas las chicas son iguales de alguna manera.

Emma se la quedó mirando atónita, aquello era lo primero que sabía de aquel hombre aparte de que era raro. Pero si no le gustaban las mujeres ¿por qué la estaba ayudando? Porque eres un ser humano tonta, él solo te está ayudando porque se lo pediste, ya te lo dijo. Se reprochó a sí misma, ¿eso quería decir que, si hacía cualquier estupidez que le hiciera pensar que ella era como aquellas chicas, entonces la mandaría a la calle y allí nadie podría ayudarla? Apartó de nuevo la mirada de la mujer y la dirigió al frente

Fiona mientras tanto se preguntaba por qué aquella chica no pedía por ayuda, Henry la había traído y era obvio que no estaba bien, que necesitaba ayuda. ¿Por qué su jefe la habría raptado? Había podido presenciar los noticieros la tarde de ayer donde descubrió que su familia la estaba buscando, era obvio que era hija de gente importante, su jefe debía tener algún conflicto con ellos para haberles raptado a la chica y convencido de que no se escapara. Pero no podía quedarse de brazos cruzados sin ayudar a la muchacha, él la había decepcionado y por una vez no iba a dejarle salir con la suya. Debería agradecer que no llamara a la policía o peor aún, que la familia de la chica conociera su casa, la cual mantenía como un tesoro impenetrable.

La protegida del CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora