Capítulo 19

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Debería poder concentrarse, pero no lo conseguía. Le había sugerido a Emma que se quedara en su despacho con él. Ella estaba ojeando los libros que tenía él ordenados en una estantería y él se distraía observándola de reojo, a parte de lo evidentemente hermosa que era, había algo más que lo estaba atrayendo y no podía definir exactamente qué era, ¿había hecho mal en dejarla quedarse allí? No quería que estuviera fuera de su alcance, quería tenerla cerca para así estar seguro de que no le pasaba nada, pero estaban en la compañía, había cámaras por todos lados, ¿quién se arriesgaría a hacer algo?

Intentó de nuevo concentrarse en su computadora donde estaba trabajando, tenía que simplemente olvidarse de su presencia, si es que era posible.

―Las 48 leyes del poder. ―leyó ella y él levantó la mirada para verla con el libro en la mano. ―¿Es la primera edición?

―Así es. ―dejó él de hacer lo que hacía para concentrarse en ella. ― Es uno de mis libros favoritos. ¿Ya lo leíste? ―ella sonrió. Se acercó a sentarse en la silla frente a él con la mirada fija en el libro.

―Mi padre me lo regaló en mi cumpleaños número doce. Al cumplir los dieciocho me regaló El arte de la guerra. Siempre me regalaba libros de grandes pensadores o de educación financiera en cada cumpleaños. ―ahora él la escucha más interesado. Ella lo miró―Supongo que es lo que pasa cuando eres hija única de un gran empresario.

―Y, ¿qué pensabas al respecto?

―Bueno, la verdad es que no me importaba. De todas formas, no era nada malo tener todos esos conocimientos. Aunque creo que debería releer esos libros, ya se me han olvidado muchos conceptos―miró de nuevo el libro abierto entre sus brazos. Una triste sonrisa se asomó en el rostro de Henry, ahora parecía entenderlo, ella al tener un padre como Peter Hale había crecido distinta a otras mujeres, su padre la conocía muy bien y por eso le advirtió que ella no sería ningún problema para él y tenía toda la razón, será que era eso lo que le atraía o el hecho de saber que no podía fijarse en él porque estaba enamorada de un tipo que no parecía importarle estar con ella. Pensar en eso volvió a ponerlo tenso, ¿dónde demonios estaba Mario?

Como si éste le hubiera leído la mente, apareció por la puerta con unos papeles en la mano.

―Señor, aquí tiene lo que me pidió. ―miró discretamente a la chica y se aseguró que de no viera nada de lo que había el documento. ―Se ha confirmado la fecha de su viaje, es en dos días.

Henry cogió los papeles.

―Gracias Mario.

―¿V-viajarás? ―preguntó la chica, sonaba algo mustia. Henry la miró sorprendido, él había notado esa voz y se reflejaba en su rostro, por un momento le conmovió, pero entonces se preguntó si era porque lo echaría de menos o simplemente porque se sentiría desprotegida.

―Es un viaje de negocios, solo será por un día. Ahora que formas parte de la compañía, estarás participando siempre que haga falta.

―Ah...de acuerdo.

―Señorita Hale...

―Por favor, llámame Emma. ―él miró a su jefe y luego miró a la chica.

―De acuerdo. ¿Te apetece venir conmigo y visitar las instalaciones?

―Me parece una gran idea. ―contestó enseguida. Miró a Henry que los observaba en silencio―Si no te importa, claro.

―Por mí está bien, creo que es bueno que te conozcan por aquí. ―ella sonrió y se puso en pie. ―Te la encargo. ―le dijo a su asistente, éste sabía que no era una simple petición.

La chica regresó el libro en su lugar y luego le siguió a Mario hacia la puerta. Henry les mantuvo la mirada todo el tiempo hasta que se hubieron alejado.

Abrió la carpetilla con los documentos que contenían la información sobre el tal Féodal. Y allí estaba la foto. Se trataba de un joven de descendencia afro de unos veintisiete años y originario de Sudáfrica. En la foto llevaba puesto una chaqueta de color azul oscuro y tenía la mirada a un lado. Siendo sinceros, no estaba nada mal el tipo. Su verdadero nombre era Féodal Leom Ayedji, era cofundador de dos empresas y director de márquetin, entre otras cosas, parecía inteligente el tipo, ¿era eso lo que le había atraído a Emma, o había sido simplemente aspecto? Se preguntaba. Estaba soltero, ¿por qué no estaban juntos? Suspiró frustrado evitando hacerse la otra pregunta ¿ella estaba enamorada de él en secreto?

Sin embargo, había otra foto, estaban los dos pegados mientras les tomaban una foto, parecían ir a una excursión, había otros estudiantes alrededor, en cambio estaban ellos juntos, ella tenía su mirada tímida, nerviosa, pero se veía feliz, enamorada, ¿entonces sí habían estado juntos? ¿qué había pasado entre ellos?
Podía pedir que indagarán más al respecto, pero él no era ese tipo de persona, si quería saber más, la única opción era preguntárselo a ella misma.

Dejó los documentos sobre la mesa se apoyó pensativo contra su silla mientras su mirada volvía a posarse sobre la fotografía del hombre. "Si hubieras escuchado las cosas hermosas que ha dicho de ti, te enamorarías aún más de ella, seguramente."

Recordar aquellas palabras hizo que se pusiera de pie inmediatamente. Cerró la carpeta y caminó por el despacho. Se detuvo frente al cristal que dejaba ver la ciudad. Se quedó de pie observándola quietamente mientras soltaba aliento.

Emma, ¿estaba bien? ¿Se sentiría incómoda? ¿Mario estaría cuidándola bien? Se encontraba preguntando preocupado por ella aun cuando sabía que estaba enamorada de otro, debía ir y asegurarse de que estaba fuera de peligro.

Salió de su oficina y caminó por el pasillo en busca de su protegida. Llegó junto a la cafetería, parecía estar abarrotado, había gente junto a la puerta ¿qué tanto estaban observando? Cuando llegó junto a ellos, se apartaron de inmediato con respeto, normalmente nunca se acercaba a esos lugares a menos que hubiera algún problema que solucionar, su único cometido era luchar por que la empresa funcionara bien, para eso necesitaba el respeto de todos en la compañía, algo que no lograría mezclándose con los empleados, pero al parecer Emma no compartía su misma visión, o era porque era nueva.

Ella estaba frente al mostrador donde cada uno se servía el café o té, todas las miradas estaban embobadas sobre ella, parecían moscas oliendo la miel. Ella les estaba sonriendo mientras probaba el té que le acababan de ofrecer, hablaba con ellos y les pedía que le preparan otra copa. ¿Ahora resultaba que también era una buena persona? ¿Había por casualidad algo malo en ella? Algo que dejara de atraerlo de aquella, por ejemplo. Entendía que esos hombres estuvieran embobados por ella, es que se lo ponía fácil. El que la había servido otro vaso de té era el jefe del departamento de publicidad, ¿por qué pedía ella tanto té? Quería que esas moscas se alejaran de su esposa, eso, ella era su esposa, aunque no lo sabía todavía. Decidió entrar en la cafetería para alejarlos con su presencia, no tenía que pronunciar palabra para conseguirlo.

Emma se sorprendió de que todos empezaran a alejarse de ella ¿había hecho algo mal? Solo intentaba que la vieran como a una presidenta asequible con quien podían contar siempre que quisieran, y de paso ir conociendo al personal de su empresa como una buena jefa. Se giró para preguntarle a Mario, pero entonces lo vio, vio a su protector allí de pie todo imponente junto a ella, ese hombre era verdaderamente bello aun cuando parecía estar enojado, espera ¿estaba enojado? Se preguntó, miró de nuevo a su alrededor, era evidente que le tenían algo de miedo, se habían apartado por él. Lo miró de nuevo, le sonrió y estrechó la mano ofreciéndole el nuevo vaso de té.

―Lo he pedido para ti, tiene miel como a ti te gusta.

Henry frunció el ceño realmente sorprendido, ¿en todo esto había pensado ella en él? Si seguía comportándose de aquella manera le iba a resultar imposible descartar la idea de hacerla suya. Ahora lo tenía un poco claro, por qué en lugar de convencerla del divorcio no la hacía enamorarse de él y olvidarse por completo del tal Féodal. Claro, eso debía hacer, pero primero tenía que aceptar el vaso, alzó la mano y lo aceptó.

―Gracias.

La protegida del CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora