La chica lo miraba horrorizada, todo ese tiempo había estado durmiendo en la cama de un desconocido, quería morirse, ¿por qué le pasaban esas cosas precisamente a ella? Miró por la habitación, no había señal clara que le indicara que el cuarto pertenecía a un hombre, tenía armarios altos y todos ellos estaban cerrados, un sofá junto al gran ventanal y una mesita con una pila de libros bien ordenados.
―Me disculpo―dijo avergonzada con la cabeza baja.
―No pasa nada, no es culpa tuya. Fue un error de mi criada. Ven conmigo, te mostraré un cuarto en el que sí puedes quedarte.
Ella levantó de nuevo la mirada para verlo, ¿había dicho que podía quedarse? O solo se refería a ese día, no había motivo alguno por el que tendría que hacerse cargo de ella.
Se levantó el vestido y comenzó a caminar, estaba casi cojeando, tuvo que acordarse del dolor en sus pies, aunque el dolor había remitido un poco.
―Déjame ayudarte―intentó él ayudarla, pero ella se detuvo.
―No...no es necesario, puedo sola, gracias. ―susurró ella evitando mantenerle la mirada.
―Está bien.
Caminaron hacia fuera de la habitación, ella iba delante mientras él le indicaba el camino, solo tenían que cruzar el pasillo no tan largo, al otro lado se encontraba la habitación. Él se fijó en el vestido, no podía llevarlo siempre a todas partes, debía ser incómodo.
―Es aquí―dijo él adelantándola para abrirle la puerta. Entró primero y mantuvo el pomo de la puerta para que entrara ella. La chica entró y se quedó en medio de la estancia. ―Por allí está el cuarto de baño―dijo señalando una puerta. Buscaré algo para que te pongas, supongo que querrás deshacerte de ese vestido.
Ella se miró a sí misma, si fuese por ella misma hacía tiempo que lo había quemado, pero no podía quedarse desnuda, guardó silencio. Henry salió de la habitación y cerró la puerta dejándola sola. Cuando se hubo marchado, ella se acercó a la cama y se sentó sobre ella. Viajó la vista por el cuarto no tan grande como el que se había quedado dormida. Llevó las manos a la cara, volvía a sentir la vergüenza, ella se había quedado dormida en la cama de aquel hombre, y cuando lo había visto al despertarse pensó que intentaría algo con ella, ¿qué habría pasado si hubiese sido así? Después de lo que había vivido sabía que era difícil confiar en un hombre, pero ¿por qué sentía que aquel hombre que la había salvado podía ser distinto? En cualquier momento podría mostrar sus verdaderas intenciones.
Pasó su mano por su espalda con la intención de bajarse la cremallera, pero descubrió con desesperación que le resultaba imposible, ¿qué iba a hacer? Se levantó de la cama y caminó hacia el espejo que había en una esquina, se veía horrorosa con el pelo desordenado y el maquillaje corrido, pero eso qué importaba con la situación en la que se encontraba, quizás de esa manera evitara llamar la atención de su salvador. Intentó de nuevo bajarse la cremallera, pero seguía siendo imposible y se le estaba cansando la mano, ¿qué podía hacer?
Se sobresaltó al escuchar que tocaban suavemente la puerta y ésta se abría. Henry entró en la habitación y sus ojos fueron primero hacia la cama vacía y luego viajaron hacia la esquina donde estaba ella. La escudriñó con algo de confusión en su rostro. A esa distancia y frente al ventanal de donde se transmitía luz, podía apreciar lo magnífico que le quedaba el vestido.
Caminó hacia ella sin apartarle la mirada, dejó sobre la cama la camiseta que le había traído. Cuando llegó junto a ella, Emma bajó tímidamente la mirada.
―Déjame ayudarte―lo escuchó decir en una voz suave, lo miró, pero de inmediato apartó la mirada de él. ―Prometo ser discreto.
Lentamente Emma se dio la vuelta hasta quedarse otra vez frente al espejo. Estaba temblando y no sabía cómo controlarlo. Miró hacia el espejo, los ojos verdes de él la estaban mirando y se mantuvieron así mientras le deslizaba la cremallera del vestido con delicadeza, en ningún momento había bajado la mirada para verla, estaba cumpliendo su palabra. Ella tuvo que agarrar la parte delantera del vestido para que éste no se cayera y luego se dio la vuelta.
―Listo. ―le dijo apartándose de ella. ―Saldré un rato, vuelvo en unos minutos. Por favor, siéntete libre, ¿está bien? ―ella se limitó a asentir realmente agradecida.
Cuando él hubo abandonado el cuarto, ella soltó un suspiro de alivio, ¿qué otra prueba necesitaba para confiar en aquel hombre? Dejó caer el vestido quedándose de esa manera en ropa interior, quería echar aquel vestido caro que le había obsequiado Félix. Recordó el día en que llamaron a su cuarto para entregárselo, traía una nota de él en la que se mostraba contento porque dentro de poco iba a serla suya 'Desgraciado' pensó ella protegiéndose a sí misma con sus brazos. Miró hacia la puerta del baño y caminó, aunque con dificultad hacia allí. La abrió y entró, había una bañera muy moderna y una ducha. Volvió a verse en el espejo que había encima del lavabo, necesitaba darse un baño. Se quitó los adornos de su cabello y los echó en el cubo de basura. Su cabello castaño calló sobre sus hombros como una cascada.
Aseguró la puerta del baño y se deshizo lentamente de la ropa interior. Se metió en la ducha y la prendió, en seguida brotaron chorros de agua caliente sobre su cuerpo, cerró los ojos y enseguida llegó a su mente el rostro de su madre haciendo que los abriera en seguida. Se preguntaba si ella estaría preocupada por su desaparición, "seguramente no", pensó con tristeza. Había dejado de importarse por ella desde que permitió que George y su hijo entraran en sus vidas. No era la madre que ella conocía. No quería pensar más en ellos, hacerlo dañaba su corazón.
Se enjuagó con jabón y se frotó el cuerpo con las manos. Se aclaró y cerró la ducha. Tomó una de las toallas limpias que había colgada y se secó con ella. Decidió ponerse de nuevo su ropa interior, regresó otra vez a la habitación y se acercó a la cama. Tomó la camisa que le habían traído y lo alzó ¿de verdad iba a ponerse eso? No le quedaba de otra, o era eso o se ponía de nuevo el odioso vestido de boda. Le dolía mantenerse en pie, así que se sentó al borde de la cama mientras desabrochaba los botones de la camisa. Una vez que lo consiguió, lo deslizó por sus brazos colocándoselo, comenzó a abotonar cada botón de uno en uno sin mucha prisa.
Una vez hubo acabado se puso en pie para ver la longitud de la ropa, al menos le llegaba por encima de la rodilla, era muy grande para ella, no marcaba su cuerpo y eso de alguna manera ayudaría. Decidió que tenía que salir de la habitación y así lo hizo. Bajó las escaleras de hierro apoyándose en la barandilla reprimiendo el dolor que se producía bajo sus pies. Una vez en el salón miró alrededor, no había nadie, él no había llegado de donde se fue.
Caminó hacia el sofá y se sentó en él. Elevó una de sus piernas colocándolas sobre la otra rodilla para poder ver las ampollas que le producían dolor bajo sus pies, estaban rojas, "Ha valido la pena. Gracias a eso no estoy ahora casada." Se consoló así misma.
Bajó de nuevo la pierna y se quedó quieta en el sofá, empezaba a notar el hambre que tenía, no sabía qué hora era, pero en todo el día no había probado nada. Miró hacia la cocina americana que se podía ver a lo lejos, se mordió el labio inferior, no podía abusar de la ayuda que la estaban brindando. Apartó la mirada de allí y se apoyó contra el respaldo del sofá cruzándose de brazos por si así se olvidaba del hambre.
Le pareció escuchar que entraba un auto en el patio, o solo eran sus imaginaciones, desde dentro de aquella casa era complicado escuchar sonidos de fuera. ¿Debía levantarse para ir a recibirlo si es que había llegado? No, no debería, sería raro, pensó y se quedó donde estaba, sintiendo cómo le volvía a palpitar fuerte el corazón. Se estaba oscureciendo y podía apreciar cómo las luces empezaban a alumbrar el patio y la piscina. Era realmente maravilloso cuando oscurecía.
Minutos después vio que se abría la puerta, era él, podía verle incluso antes de que entrara en la casa. Cuando entró en la casa ella se puso de pie automáticamente. A Henry le tomó por sorpresa encontrarla allí, pero entonces su mirada se quedó clavada en ella, la escudriñó desde los pies que ahora estaban descubiertos hasta su rostro donde reposaba su cabello húmedo, fue después cuando se dio cuenta de que había dejado de respirar ¿qué demonios le estaba pasando?
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La protegida del CEO [COMPLETA]
Romantizm¿Suerte o destino? Emma Hale tan solo necesitaba de alguien que la librara de sus perseguidores, sin embargo, encontró algo más. Encontró a alguien que no solo estaba dispuesto a librarla de ellos, sino que también estaba dispuesto a protegerla de t...