Maratón...
Emma no conseguía pegar ojo, pensaba en lo que había sucedido en el cuarto de Henry, ¿y si lo había malentendido? Pero ¿cómo podía saberlo? Él la había acariciado de aquella manera, sintió mariposas al recordarlo, podía sentirle todavía acariciándola. Tal vez la culpa era de ella, ¿cómo se le había ocurrido ofrecerse a hacerle la maleta a esas horas de la noche? No era su esposa, al menos no su verdadera esposa.
Se dio cuenta de que había logrado dormir cuando escuchó el sonido del despertador de su móvil sobre la cama, abrió los ojos y alargó la mano para apagarlo, miró la hora, daban las seis de la mañana y entonces se acordó.
―¡Henry!
Se incorporó de inmediato y se bajó de la cama, se puso la bata encima y caminó hacia la puerta, pero mientras lo hacía se acordó de lo ocurrido la noche anterior y se detuvo. ¿Con qué cara lo vería? Se sentía algo avergonzada, pero él se estaba yendo de viaje, ¿lo que pasaba iba a impedir que se despidiera de él?
Abrió la puerta y caminó rápido hacia las escaleras. Una vez abajo se acercó a la puerta principal y la abrió, el aire frio de la mañana le golpeó la frente haciéndola abrazarse a sí misma.
Escuchó la voz de Henry, se giró para verlo, estaba hablando por teléfono mientras introducía su poco equipaje en la parte trasera del auto. Mientras lo cerraba la vio, se la quedó mirando mientras concluía la llamada. Parecía inexpresivo, ¿o es que estaba enfadado con ella? Pensó dolorida la chica, no quería que se molestara con ella, sería lo peor.
―¿Estás despierta a esta hora? ―le preguntó él.
―Eh, sí. Puse el despertador. ―él frunció el ceño confuso. ―Quería…despedirte antes de que te fueras.
Otra sorpresa para él, la verdad es que ya no sabía qué pensar de ella, a veces sentía que lo rechazaba y otras que le importaba, ¿qué debería pensar? Tal vez debería dejar las cosas tal y como estaban, solo tenían un trato y debía quitarse aquellas ideas estúpidas que se había hecho y ceñirse al plan.
Él también había pensado en despedirse, de hecho, había abierto la puerta de su cuarto y la había encontrado durmiendo, se había acercado a verla de cerca, dormía tranquilamente y no podía interrumpir su sueño, mucho menos después de lo que había sucedido anoche cuando lo había rechazado sin siquiera darle la oportunidad de expresar su deseo de ser una pareja real.
―No deberías haberte molestado por eso, pasado mañana estaré de vuelta. ―caminó hacia la puerta del conductor.
―¿Me avisarás?―él se volteó a verla―cuando llegues a Alemania.
―Por supuesto, y ya sabes, nadie puede entrar en la casa, excepto la asistente. Mario estará pasando a asegurarse de que estás bien. ¿De acuerdo? ―ella asintió, le dolía notarlo distinto, a parte de que se iba. ―Ahora quiero que entres, hace mucho frio aquí fuera.
Ella lo vio subirse al auto y salir del patio, debería obedecerle y entrar en la casa. Podía confirmar sus sospechas, había metido la pata y había hecho algo que lo estaba alejando. Cuando llegó Diana a las ocho, la encontró sentada en el sofá con el camisón todavía puesto y con la mirada pensativa.
A Henry pasó a recogerlo un auto en el aeropuerto cuando llegó a Berlín. El conductor lo llevó al hotel donde se iba a realizar la conferencia que comenzaría en una hora y media. Le mostraron la habitación en la que se quedaría y se instaló, debía asegurarse de que lo tenía todo listo. ¿Le llamaba a Emma? Soltó un suspiró.
La conferencia comenzó a la hora, daban las diez de la mañana y le hicieron sentarse en uno de los asientos que se encontraban al frente junto a otros ejecutivos de la empresa. Pasó el moderador a introducir la reunión. La sucursal de la compañía cumplía cinco años en el país e iban a presentar el informe anual de los ingresos durante el año.
Durante el descanso, salieron a tenderle la mano y darle la bienvenida. Intercambió palabras con los líderes de la compañía y hablaron de trabajo, sobre todo. Como era de esperar, algunas mujeres comenzaron a desfilar frente a él con sonrisas coquetas, sin embargo, él solo las ignoraba y seguía con la conversación.
―Por cierto―decía el subdirector de la empresa, un hombre de no más de cuarenta años. ―Nos enteramos que se casó. Nuestras máximas felicitaciones.
Claro, él estaba casado, ahora se estaba acordando, si hasta tenía un anillo que lo confirmaba en el dedo.
―¿Es cierto que se casó con la hija del difunto presidente de la compañía? ―le preguntó el director―Nos enteramos que se ha hecho cargo de la empresa, ocupando así la posición de su padre.
―Es cierto que las noticias vuelan. ―dijo él forzando una sonrisa. ―Pero no son extraños, es normal que estén al tanto, es una pena que noticias iguales no se puedan presentar de manera oficial porque siempre llegan antes ¿no creen?
Los señores soltaron unas risitas.
―Es afortunado. Hemos visto fotos de la joven y aparte de preciosa, se nota que es especial.
Especial, pensó él, pero ¿qué estaba haciendo? Prometió que le avisaría cuando llegara ¿estaría preocupada? No sería inteligente de su parte molestarse con ella.
―¿Van a tomar algo? ―se había acercado una joven a preguntarles, sin embargo su interés estaba en él, no podían ni fingirlo.
―Señores, si me disculpan, necesito hablar con mi esposa. ―dijo levantándose de la mesa donde estaban sentados los cuatro.
―En absoluto―le contestaron.
Sacó el móvil del bolsillo de su chaqueta y mientras caminaba hacia la salida para más privacidad, decidió revisar las cámaras de su patio para asegurarse primero de que ella estaba a salvo. La vio, estaba sentada en el borde de la piscina con los pies jugueteando con el agua mientras conversaba con la asistenta con quien parecía llevarse muy bien. Se colocó el auricular para saber de qué estaban hablando.
―…ya me lo dijo Fiona, su antigua criada―hablaba Emma―no se fía de las mujeres, siempre tengo miedo de meter la pata y darle mala impresión de mí. Es frustrante, no sé lo que piensa y siempre pienso que he metido la pata…como ayer.
―¿Qué sucedió ayer?
―Nada―contestó de inmediato. ―cosas mías.
―Me contaste lo mucho que te gustaba el tipo ese de Canadá, ¿ya no sientes nada por él?
―Diana, Féodal era el primer hombre del que me enamoraba de verdad, por lo tanto intentaba pasar por alto todos sus defectos, lo cuales cuando los recuerdo ahora me enojo conmigo misma por haberme dejado guiar por lo superficial, su mirada, sonrisa…hasta sus besos. Henry en cambio es muy distinto, entiendo que todas se vuelvan locas por él, enamora desde un principio, no sé si las trata a todas como lo hace conmigo, pero es muy atento, tierno, se preocupa hasta por lo mínimo, y si vamos a por lo superficial no creo que haga falta que diga todo lo que tiene de bueno.
―Déjeme hacerla una pregunta. ¿La gustaría convertir este matrimonio en realidad?
―¿Pero qué dices? No es algo con lo que sueño, he aprendido que lo sueños lastiman mucho más cuando no se hacen realidad, no puedo permitirme soñar por algo imposible. No creo ser lo que él necesita. Ni siquiera…me ha escrito para decirme que había llegado como le pedí.
Henry apagó móvil ante tal descubrimiento que lo dejó totalmente descolocado, ella no lo estaba rechazando, sino temía que pensara que ella era una facilona y la descartara. Se acordó de todos los momentos en que ella se apartó de él, y no era solo por lo que temía que pensara él de ella, sino porque no se creía que fuera lo suficientemente buena para él. Esta chica estaba loca, ¿quién en su sano juicio no se fijaría en ella? ¿es que no sabía lo que era capaz de provocar en un hombre? Y él no era ningún robot.
Lo importante era que ahora tenía la información que necesitaba e iba a actuar según eso, esa mujer iba a ser suya y nada lo impediría.
Después de la pausa regresaron a la sala de conferencias y esta vez le tocaba el turno, esperaba que aquello acabara de una vez, quería salir y hablar con su esposa.

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La protegida del CEO [COMPLETA]
Romantik¿Suerte o destino? Emma Hale tan solo necesitaba de alguien que la librara de sus perseguidores, sin embargo, encontró algo más. Encontró a alguien que no solo estaba dispuesto a librarla de ellos, sino que también estaba dispuesto a protegerla de t...