Henry había salido primero del cuarto para dejarla hacer sus cosas cómodamente. Abajo se encontró con que su madre estaba organizando una mesa repleta de alimentos de desayuno, le recordaba a lo que hizo en su casa cuando llegaron sin avisar.
Su madre nunca controlaba sus emociones, las dejaba a relucir con las acciones que tomaba.―¿Has dormido bien? ―le preguntaba ella con una sonrisa. ―Perdona que haya entrado de aquella manera en la habitación, no se me ocurrió que estarías allí, temía que te hubieras rendido y decidieras marcharte, me alegro que fuera todo lo contrario.
―Está bien, mamá. Confiemos en que no volverá a pasar.
―No volverá a pasar, lo prometo.
―¿Y cuál es el plan? ―preguntó Tomás quien obviamente estaba al tanto de la reciente noticia―¿La llevarás contigo?
Henry los miró alternativamente pensando en su pregunta. Obviamente querría llevarla de inmediato y tenerla con él, pero tenía algunos detalles que realizar. Sin embargo, obviando sus planes, primero tendría que saber qué quería hacer la chica.
―¿Hablamos de eso después, por favor?
―Por supuesto, tienes razón. Es algo de lo que debéis hablar los dos.
Henry le marcó a Mario pidiéndole que podía enviarle con un mensajero aquello que había comprado hacía tiempo.Desayunaron juntos, y esta vez podía respirarse más armonía y alegría en la mesa. Hablaron del pueblo, de la mascota de Emma y sus travesuras, del clima e incluso de la compañía. Todo, de una manera agradable, había regresado a la normalidad y eso era tranquilizador para todos.
Henry le invitó a Emma a pasear por el pueblo y ésta decidió encargarle a Jack a su suegra quien con mucho cariño aceptó el encargo. Él la contaba sus vivencias en cada rincón de aquel pueblo tranquilo y encantador agarrado de su mano. La chica lo escucha con atención mientras lo imaginaba de joven.
―¿De verdad que nunca extrañaste esto? ―tuvo que preguntar.
―Siempre. Sin embargo, tuve que reprimir aquello puesto que no tenía intención de volver.
―¿Y ahora?
―Debo admitir que mis padres me han dado esperanzas de poder contar con ellos en lo sucesivo y todo eso ha sido gracias a ti. A demás, creo incluso que les gustas más que a mí, y tú a ellos. ya no creo que exista motivo por el que no venir por aquí de vez en cuando.
―¿Me lo prometes? ―preguntó emocionada.
―Por supuesto, al fin y al cabo, es mi pueblo y fue aquí donde crecí.
Algunos que lo reconocían se acercaban a saludarlos y admiraban el gran cambio que encontraban en él. Él los saludaba igualmente y les presentaba orgulloso a su esposa. Se sentaron en una de las cafeterías y pidieron una taza de chocolate caliente y cruasán para ella y para él una taza de capuchino.
Finalizaron el recorrido visitando el castillo. Aquella vez pudieron ver gran parte del mismo, y para evitar que ella se cansara, decidieron subirse a una de las torres, justo en el cual se confesaron los sentimientos por primera vez y tuvieron su primer momento apasionado. Una vez allí, aquellos recuerdos se hicieron presentes inevitablemente. Henry la tomó de la mano y la atrajo hacia él hasta pegarla contra su pecho mientras resoplaba y le besaba la cabeza.
―Gracias por cruzarte en mi camino. ―le decía sin intención de soltarla.—Si no lo hubieras hecho mi vida seguiría igual, con la misma rutina de siempre, y me parecería bien cuando en el fondo necesitaría más y tú lo has hecho posible, lo has cambiado todo. Gracias. ―besó de nuevo su cabeza.
―Tú has cambiado aún más mi vida a mejor. Me esperaba un futuro desdichado, pero apareciste justo a tiempo y me hiciste la mujer más afortunada.
―No he sido correcto contigo en todo ese tiempo y siempre me odiaré por ello. ―ella levantó la cabeza para mirarlo.
―Confío en que todo irá a mejor desde ahora. Ya no pensemos en eso ¿sí? ―él le sonrió.
―Prometo que todo será distinto desde ahora. Por eso, para empezar, nuestro matrimonio será lo primero.
―No entiendo.
Henry la separó para poder introducir la mano en el bolsillo de su pantalón y sacar de éste una cajita negra. Emma abrió los ojos llenos de sorpresa e incredulidad mientras lo veía abrirla y de ésta apareció un precioso anillo de diamante, de compromiso.
― Nuestro matrimonio no fue planeado y ninguno de los dos lo quería, pero ahora es distinto y yo quiero pasar el resto de mi vida contigo porque te amo, y tenerte un día lejos de mí es una gran tortura que odiaría tener que atravesar de nuevo, por tanto ¿quieres realmente casarte conmigo y ser mi esposa?
Lágrimas de emoción se asomaron en los ojos de la chica, se había quedado muda por un instante, ni en mil años se habría imaginado que esto pasaría. Se recompuso y soltó una risita mientras se llevaba las manos a la boca.
―Sí quiero, acepto ser tu esposa y no pasar un instante lejos de ti, porque te amo, te amo demasiado. ―contestó realmente emocionada.
Henry con otra sonrisa de emoción le puso el anillo y una vez lo hizo ella se lanzó a sus brazos para abrazarlo. Él soltó una risita mientras la pega aún más a él.
―Ahora soy aún más el hombre más afortunado del mundo. Nos casaremos cuando hayamos regresado a la ciudad ¿qué te parece?
―¿Entonces sí habrá boda? ―se apartó de nuevo para mirarlo sorprendida.
―Por supuesto. Tenemos que crear una hermosa historia que vayamos a contarles a nuestros hijos.
―Pues me parece bien todo lo que propones. Te amo, te amor mucho. ―dicho eso, enrolló sus brazos alrededor de su cuello, se puso de puntillas y lo besó en los labios, él no perdió más tiempo y la correspondió gustoso mientras la tomaba por la cintura.
Se quedaron unos pocos días más en el pueblo mientras se organizaba todo en la ciudad en dirección de Mario quien seguía las instrucciones de Henry, éste le sacaba alguna información a Emma de cómo le gustaría que fuera su boda y según sus deseos se trabajaba. Henry no quería que viera los arreglos hasta el día de la boda, quería que fuera una sorpresa para ella, lo cual la intrigaba y la emocionaba al mismo tiempo. Solo él iba a la ciudad tanto por la compañía como para verificar que se hacía todo según sus indicaciones.
La invitación llegó en la compañía, todo aquel que quería participar podía hacerlo libremente.
Emma tenía reservado un cuarto en un hotel, era el día de la boda y su suegra la estaba ayudando con el vestido. Henry se había asegurado de que tuviera a su disposición a los mejores estilistas y maquilladores, los cuales habían estado allí desde la mañana trabajando con ella.
Mientras la maquillaban alguien llamó a la puerta.―Yo abriré. ―se ofreció Shara y caminó rápido hacia la puerta.
A través del espejo Emma pudo ver cómo se acercaba su madre. Se volteó para confirmar que no estaba alucinando y sí, ella estaba allí. Se puso en pie.
―¿Mamá?
―Hola Emma―le sonrió su madre con una sonrisa tímida. La chica recordó que su madre había estado allí aquel día que se derrumbó en el hospital. También recordó que siempre quiso ir a verla a Conwy, pero había sido ella la que no había querido ver a nadie. ―Recibí una invitación a tu boda y quise verte antes de la ceremonia. Espero no ser una molestia.
―Yo le dije dónde encontrarnos. ―confesó la suegra. Miró a los que la estaban atendiendo. ―Dejémoslas un rato, por favor.
Cuando se quedaron solas, Shara se acercó un poco más a ella con una sonrisa de orgullo en su rostro.
―Estás preciosa.
―Seré directa y sincera contigo. Quiero perdonarte y aceptarte porque, aunque no lo haya decidido yo eres mi madre, sin embargo, me resultará difícil si no sé qué te motivó a tratarte como lo hiciste después de que mi padre se muriera.

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La protegida del CEO [COMPLETA]
Storie d'amore¿Suerte o destino? Emma Hale tan solo necesitaba de alguien que la librara de sus perseguidores, sin embargo, encontró algo más. Encontró a alguien que no solo estaba dispuesto a librarla de ellos, sino que también estaba dispuesto a protegerla de t...